"La propuesta sinodal de la Iglesia debe aparecer como un signo transformador" Sinodalidad vs. Imperialismo

Todo está interconectado
Todo está interconectado Anne Nygard/Unsplash

Los caminos del imperialismo son los dictados e impuestos por la ley y el armamento del más fuerte. Esa vía lleva a la inseguridad permanente, a la catástrofe mundial, a la autodestrucción. El estado geopolítico actual del mundo, las políticas imperialistas y el proceso del deterioro de planeta lo confirman. El papa Francisco lo advierte sin cesar

El imperialismo es una realidad histórica y actual que se inicia durante la prehistoria en Mesopotamia (s. XXIV a.c.), cuando los acadios invadieron ciudades-estado sumerias e impusieron el primer imperio que las dominó y sometió. Desde entonces, el proceso de relación política entre pueblos ha sido una permanente lucha por la hegemonía de unos sobre otros. El mito del imperialismo se ha ido afianzando y su ideología de dominación  ha ido adquiriendo diversas formas de sometimiento político, económico, cultural, territorial, religioso.

Sus consecuencias han sido nefastas. En efecto, la ideología imperialista ha generado toda clase de dependencias injustas, avasallamientos depredadores, guerras destructivas, invasión de territorios, aniquilamiento de pueblos.  

Entre sus consecuencias más negativas subrayo, en primer lugar, el colonialismo, como forma de imperialismo, que ha suprimido o convertido en satélites a otros pueblos explotando sus riquezas para beneficio económico de la metrópoli, anulando su identidad y soberanía, también su cultura en todas sus manifestaciones llegando a reducir a las personas a la esclavitud, sus relaciones a patriarcalismos y la identidad de los pueblos a racismos de sometimiento y hasta esclavitud, la naturaleza a lugar de explotación para los intereses económicos del capitalismo neoliberal.

Religiones supeditadas

Con frecuencia, las mismas religiones se han supeditado al imperialismo. Es más, en los inicios de los imperios los dioses fueron una proyección del deseo de poder que necesitaba investirse de rasgos divinos para someter a los súbditos y conquistar pueblos. A partir del siglo IV, la cristiandad se fue implantando protegida por el imperio romano, se afianzó con imperios europeos y luego, en otros continentes, con la denominada "Doctrina del descubrimiento", que amparó a finales del siglo XV la colonización de América y África con bulas papales. Esta doctrina legitimaba su conquista y sometimiento "en nombre de Dios", por parte de potencias como la española o la portuguesa.

“Muchos cristianos han cometido actos malvados contra los pueblos indígenas”, reconoce este reciente comunicado conjunto sobre tal 'Doctrina del descubrimiento' del Dicasterio para la Cultura y la Educación y el de Servicio del Desarrollo Humano Integral reconociendo que “no es doctrina de la Iglesia”. Las bulas papales del siglo XV, que más tarde se corrigieron, concedieron a los gobernantes colonizadores los bienes de los pueblos originarios con documentos políticos, instrumentalizados para actos inmorales avalando la conquista de sus tierras. 

Imperialismo, capitalismo y guerra

El mito imperial que ha recorrido parte de la prehistoria y de toda la historia de la humanidad continúa despóticamente activo con características muy específicas. Su denominador común hoy es el desarrollo del capitalismo en sus diferentes fases liberales y neoliberales. Actualmente, en un mundo globalizado, el imperialismo equivale a control y posesión del capital y, por tanto, de la operatividad de sus finanzas, de cuyos movimientos depende la dinámica mundial. El país con mayor capacidad de acumulación de beneficios, a costa de los demás, ostentará el imperio. Para ello recurrirá a todo tipo de medios, siempre violentos: invasiones, ocupaciones, extractivismos, apropiaciones, deudas financieras y. sobre todo, guerras en sus diversas formas y medios, también, por supuesto, culturales, cibernéticos, informativos…

Resistencia ante el avance del extractivismo
Resistencia ante el avance del extractivismo

Sin duda, la estrategia básica se concentra en el poder armamentístico. Un país mide su dominio imperial por su capacidad de ataque y defensa armados. Son la clave de su hegemonía colonizadora para imponer su orden, sus mitos, sus dioses, sus intereses, sobre toda justicia social y derechos de personas y  pueblos.

Se entiende entonces que el país más poderoso de la tierra (USA, por ahora) desarrolle el mayor arsenal armamentístico; por ejemplo, entre los años 1776-2019, llevó a cabo 400 intervenciones en todo el mundo con un presupuesto militar anual que superaba -y sigue creciendo- los 700.000 millones de dólares o sea, un 40% del total mundial.

Armas nucleares
Armas nucleares

Desde esta perspectiva se explica la misma guerra de Ucrania, que es la parte visible de una enorme iceberg cuyo fondo son los intereses hegemónicos de los países más poderosos de la tierra -USA, China, UE, Rusia- movidos por el mito del imperialismo. Esa ideología imperialista es la que mantiene una guerra que, sin embargo, podría resolverse con el diálogo político y la negociación, que ahora parece proponer China en la calculada visita de su presidente a Rusia.

Y lo mismo podría decirse de otras guerras y, en especial, de las que hoy causan más muertes, como son la guerra económica y la escalada armamentística, cuya consecuencia es el hambre de más de 800 millones de personas, para cuya solución bastaría invertir  el gasto mundial de armas (un solo día de gasto militar sacaría del hambre a 32 millones de personas).

Hoy imperialismo y capitalismo van de la mano y son el campo de batalla donde se libra una guerra decisiva para el porvenir de la humanidad. Pero así como la guerra de Ucrania no se resuelve proporcionando armas -que es enviar leña para apagar el fuego-, tampoco la paz mundial se logra con la carrera armamentística y su ingente inversión económica (2.000 billones en el pasado año); menos aún, por supuesto, con un desarrollo económico dentro de un sistema social y económico “injusto en su raíz… cuya economía de exclusión e inequidad mata”,  como denunció el papa Francisco en la Evangelii nuntiandi

Desafíos éticos, religiosos, eclesiales

En un mundo globalizado estos desafíos y luchas nos sitúan ante una disyuntiva crucial de dos orientaciones opuestas para el futuro de la humanidad: una es la impuesta por la  globalización neoliberal colonizadora y la guerra de los imperios que conducen al sometimiento; la otra propone y practica una nueva mundialización desde la justicia, la  solidaridad, el cuidado  de la tierra, los derechos humanos individuales y colectivos. Es el mito de la nueva humanidad. Se descubre, junto a otros pueblos, en las raíces y semillas de su identidad, sepultadas por los poderosos mitos colonizadores de la guerra de los imperios. 

Ecología
Ecología Jan Kopriva

El desafío es de envergadura mundial y de profunda densidad ecohumana. Es necesario, por tanto, ir al fondo del problema y a sus causas generadoras. Radican en las convicciones y en las mentes donde se elaboran los mitos que generan la crisis mundial y hoy se concretan en el imperialismo y capitalismo colonizadores, racistas, patriarcales y en populismos embaucadores. Y los mitos no se vencen con armas, sino con otros mitos y convicciones éticas que inspiren y alienten relaciones y comportamientos  éticos personales y colectivos.

Si las religiones fueron aliadas de muchos imperialismos y, como reconocía el ‘Parlamento de las religiones del mundo’ (1993), en nombre de la religión se ha fomentado la agresión y el odio, corresponde a las religiones una amplia responsabilidad ética para lograr la justicia y la paz en el mundo. El papa Francisco afirma en la Fratelli tutti que “necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie”.

El proceso de la sinodalidad propuesto e impulsado por el Papa va promoviendo esa conciencia eclesial para caminar juntos en una Iglesia renovada

El proceso de la sinodalidad propuesto e impulsado por el Papa va promoviendo esa conciencia eclesial para caminar juntos en una Iglesia renovada. Pero la sinodalidad no puede reducirse a este ámbito. O mejor dicho, esta sinodalidad será auténtica si se abre a una sinodalidad mundial, como ya la entendió Gaudium et spes, que presenta a la Iglesia ”íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia… que le ofrece su sincera colaboración para lograr la fraternidad universal”, que desarrolla admirablemente la encíclica citada. Es la 'misión' subrayada en el lema ‘Por una Iglesia sinodal’ que “debe testimoniar el amor de Dios en medio de la familia humana… al servicio de la llegada del Reino de Dios”.

Una sinodalidad mundial significa, en primer lugar, caminar  juntos en igualdad de derechos y deberes. Vivimos en un mundo con profundas e injustas diferencias, con dominaciones patriarcales, con racismos esclavizadores que se ceban especialmente en las mujeres sometidas a una prepotencia masculina marginadora. En segundo lugar es urgente romper la mortífera alianza entre racismo, patriarcado y capitalismos que  interseccionan para ahondar en la inhumanidad la brecha de un mundo dominado por el imperialismo y por su lucha para conquistar el amenazante poder de quienes tienen más dinero y más armas, ahora nucleares. En tercer lugar, es urgente cuidar y defender el  medio natural sometido a los interesases imperialistas-capitalistas que no dudan en extraer sus riquezas de territorios pobres buscando su excluyente beneficio y en contaminar la naturaleza para lograr una producción sin límites en un mercado competitivo donde todo se compra y se vende.

Sinodalidad
Sinodalidad

Ante esta situación en la que cualquier solidaridad se deshace y donde caminar juntos en igualdad carece de sentido, la propuesta sinodal de la Iglesia católica debe aparecer como un signo que transforme las relaciones de enfrentamiento, oposición, competitividad y dominio por medio de una eficaz ‘compasión en un mundo injusto´ (Juan José Tamayo). La encíclica Laudato si´sobre el cuidado de la casa común, pide una ‘ecología integral’ como respuesta ante la degradación ecológica antropocéntrica.

Para presentarse como tal signo y ser luz que ilumina, como la definió la Constitución dogmática Lumen gentium, la Iglesia debe ofrecer un testimonio radical y convincente. En primer lugar, superando divisiones entre Iglesias que caminan separadas: un ecumenismo sinodal es un testimonio imprescindible hoy. También, por supuesto, deben eliminarse enfrentamientos entre religiones desde un ethos mundial que las relacione y una en un compromiso común por el bien de la humanidad. El mismo Papa ha dado ejemplos claros de esta ‘sinodalidad’ interconfesional y religiosa. Según la Fratelli tutti, las convicciones religiosas sobre el sentido sagrado de la vida humana nos permiten “reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio”.

La Iglesia católica, que reconoce que la sinodalidad es parte integrante de su propia naturaleza (Por una Iglesia sinodal. Vademecum), deberá superar entonces sus propias ‘antisinodalidades’. Todavía aparece dependiente de un jerarquismo dominante y de un clericalismo larvado, con graves dificultades para superar las desigualdades de género, con muchas reservas para acoger otras identidades sexuales, con reticencias y hasta oposiciones para integrar culturas diferentes en su doctrina, en su lenguaje, en sus ritos, también en su diálogo con la ciencia y sus nuevos conocimientos y avances.

El Papa y el Sínodo
El Papa y el Sínodo

“Ensanchar el espacio de tu tienda” es el título del Documento sinodal de trabajo para la etapa continental; pero no solo porque integra en un Iglesia plural otros estilos diferentes y formas diversas para sentirse en comunión y ser participativa sin discriminaciones excluyentes; también para abrirse desde el diálogo y colaboración, sin protagonismos acaparadores, al auténtico pluralismo de la familia humana que camina…

 …hacia una sinodalidad mundial    

Es la única alternativa válida para la humanidad. Los caminos del imperialismo son los dictados e impuestos por la ley y el armamento del más fuerte. Esa vía lleva a la inseguridad permanente, a la catástrofe mundial, a la autodestrucción. El estado geopolítico actual del mundo, las políticas imperialistas y el proceso del deterioro de planeta lo confirman. El papa Francisco lo advierte sin cesar.   

Es urgente cambiar de ruta partiendo de una constatación básica. Con la ciencia descubrimos que toda la naturaleza y el cosmos están relacionados y constatamos también que la misma humanidad es interdependiente. Esta interrelación es la clave de la vida que conduce la evolución del cosmos. Pretender aislarse de ese proceso relacional lleva a la autoaniquilación. Nuestro mundo, la misma humanidad han nacido de esa relación, porque, como afirma Edgar Morin, “el misterio humano va unido al misterio de la vida y al misterio del cosmos, puesto que llevamos en nosotros la vida y el cosmos”.

Por ello, desde lo más íntimo de nuestro ser brota la necesidad de la relación compasiva que alcanza su culmen en el misterio del amor, como una semilla de cuyo desarrollo depende el futuro de la humanidad.

Esa semilla no ha desaparecido; late en la conciencia de los pueblos. Sigue viva en muchos corazones. Sentir su latido y su energía significa ayudar a que fructifique como germen de una nueva civilización, de un caminar juntos, desde cada pueblo, hacia una nueva humanidad sinodal.

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