"Tenía una calidad humana y un mundo interior de una intensa vitalidad cristiana" Tojeira, sobre Castillo: "Como profesor de la UCA se ganó el aprecio de alumnos y docentes"

Castillo
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"Ante presiones de algunos obispos españoles, la Compañía de Jesús le había prohibido dar clases de teología en España, pero la prohibición no alcanzaba a otros países"

"Como profesor se ganó el aprecio de alumnos y docentes. Su simpatía personal, su cercanía humana, su amplio conocimiento de la teología ganó muy pronto amigos y admiradores"

"El sufrimiento que le producían las sanciones recibidas en España, la alegría y el agradecimiento por unas frases muy simples, el considerar que yo me había arriesgado por él, mostraban una calidad humana y un mundo interior de una intensa vitalidad cristiana"

Conocía a Pepe Castillo cuando cuando comenzó a dar cursos en la Universidad jesuita, UCA, de El Salvador. Como era Provincial sabía que, ante presiones de algunos obispos españoles, la Compañía de Jesús le había prohibido dar clases de teología en España, pero la prohibición no alcanzaba a otros países. Ellacuría y Jon Sobrino me habían dicho también que le iban a invitar a dar clases en la UCA.

Le informé y expliqué la situación al arzobispo de San Salvador, Mons. Rivera, que le pareció bien que Pepe llegara a impartir clases en la carrera de teología de la UCA. Como profesor se ganó el aprecio de alumnos y docentes. Su simpatía personal, su cercanía humana, su amplio conocimiento de la teología ganó muy pronto amigos y admiradores. Recuerdo dos anécdotas que muestras su estilo y carácter.

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En torno al 24 de marzo de 1991, fecha del onceavo aniversario de la muerte martirial de Mons. Romero, la Universidad le invitó a dar una cátedra abierta sobre el martirio. Entre la multitud que abarrotaba el auditorio estaba también el Nuncio Monteiro de Castro, entonces recién llegado. Después de una introducción sobre el martirio en general y alusiones a los primeros mártires de la Iglesia naciente, pasó al tema de Mons. Romero. Y tras las alabanza al hoy santo, comenzó a decir que no había que extrañarse de que hubieran matado a un obispo.

Si los obispos son descendientes de los apóstoles, que según la tradición todos murieron martirizados, en el mundo actual, con tantos problemas de injusticias, guerras y violencia, debía haber muchos más obispos asesinados. Ser descendientes de los apóstoles no debía ser una realidad que les privara del martirio. Al contrario, debía llevarles con mucha más frecuencia que a otros cristianos, a morir perseguidos, encarcelados y martirizados. Pepe hablaba siempre con mucha claridad y exigencia, enraizado siempre en valores evangélicos. Tal vez esa era la fuente de sus problemas.

La segunda anécdota es más personal. Yo era entonce rector de la UCA y el arzobispo que sucedió a Mons Rivera me había pedido que Pepe Castillo y González Faus no dieran clases en la Universidad. Poco tiempo después el arzobispado le dio un premio a un periódico que había informado con mucha amplitud sobre la llegada del Papa Juan Pablo II a El Salvador (1995). Pero que en los años anteriores había atacado sistemáticamente tanto a Mons. Romero como a su sucesor, Mons. Rivera y por supuesto a los jesuitas mártires de la UCA.

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Ante esa situación le envié una carta al Nuncio Mons. Monteiro diciéndole que me escandalizaba  que el arzobispado diera un premio a un periódico que había atacado tan sistemáticamente a la Iglesia en años anteriores y le añadía:

“Por una cobertura de un hecho importante eclesial se le premia al periódico, a pesar de la larga historia de contradicciones con la Iglesia y sus miembros. Mientras que a nuestros teólogos (José María Castillo y José Ignacio González Faus), que se han pasado la vida sirviendo a la Iglesia y han publicado obras de claro provecho para mucha gente, se les castiga, censura y persigue larvadamente porque son un poco sueltos de lengua a la hora de plantear discusiones teológicas o criticar el lado oscuro y pecaminoso de nuestra Iglesia. Para mí la injusticia es patente”.

Lo importante de la anécdota no es ciertamente lo que cuento. Una copia de esa carta le llegó al propio Pepe. En reacción me escribió una carta a mano de seis páginas agradeciendo mi solidaridad con él. La comparación, que para mi era incidental, le llenó a él de unos sentimientos de agradecimiento que me impactaron profundamente. El sufrimiento que le producían las sanciones recibidas en España, la alegría y el agradecimiento por unas frases muy simples, el considerar que yo me había arriesgado por él, mostraban una calidad humana y un mundo interior de una intensa vitalidad cristiana. Mi trato con él no había sido especial como tampoco fue especial la frase en su defensa. Pero su reacción sí fue especial mostrando al mismo tiempo un gran corazón adolorido y agradecido.

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