"La Iglesia, por pecadora que sea, no se merece el clero que tiene" “¡Cómo está el clero¡”(¡ Y cómo están los obispos¡)
El clero y el super-clero están mal. Rematadamente mal. Así lo confiesan los medios de comunicación social –hasta los más “piadosos”-, haciéndose eco fiel de las noticias documentadas con toda clase de argumentos y de testimonios, refrendados la mayoría de ellos por los mismos obispos, por el papa, y además, y sobre todo, por las víctimas
Superados en parte los tiempos “gloriosos” en los que a los ojos de la disciplina eclesiástica y de la civil-penal, su figura resultaba ser “santa” e intangible por lo de “Sumos Sacerdotes”, hoy son desacralizados, juzgados y enchiquerados, compartiendo las celdas de las instituciones penitenciarias –cárceles- con colegas, cuyo historial delictivo es similar al suyo
“¡Cómo está el clero¡ y cómo están los obispos” es frase frecuente, para algunos contra-indulgenciada , aunque para otros propiciada con bendiciones extraídas del santo Evangelio, que nos sirven aquí y ahora de justificación de este puñado re reflexiones. La penúltima de las ocasiones ofertoriadas por el papa Francisco es la advertencia seria y revolucionaria de su advertencia solemne al colectivo sacerdotal en la que urge e insta a sus miembros a que les formulen “a quienes corresponda”, en el ordenamiento civil o eclesiástico, a cuantos permanezcan ejerciendo su ministerio habiendo extraviado gravemente sus pasos e intenciones y hayan sido declarados “pecadores” en su trágica acepción de “pederastas” o de similares calificaciones.
Si hasta el presente, y por sin razones sustantivamente hipócritas la mayoría de ellas, se habían ocultado los hechos con redadas de perdones y misericordias, silencios y en evitación de escándalos en contra de la institución y de sus jerarcas, , el papa Francisco rompe por fin y decide adoctrinar al personal judicialmente y hasta sus últimas consecuencias.
Y después de ponderar este paso dado por el papa Francisco, de tanta influencia en la pastoral, en el Código de Derecho Canónico y, para algunos, en su actividad “evangelizadora”, me limito a extracta uno de mis artículos ya publicados acerca de tema tan relevante ahora y siempre, en la historia de la institución eclesiástica y a todos sus niveles, sin exclusión de los más jerárquicos.
Cualquier colectivo, o persona, “está” y “es”, tal y como lo refieran los medios de comunicación que, hoy por hoy, y por la gracia de Dios, son múltiples y suficientemente fiables, como significan, suponen y amparan los procedimientos y las interpretaciones judiciales, de las que no debiera haber razones válidas para dudar o poner en cuestión y en entredicho.
Y por lo que respecta a una buena e importante parte de la Iglesia, que es su jerarquía, como colectivo, resulta dramático constatar la frecuente definición interjectiva y “piadosa” que se emplea y se reduce a la exclamación de “¡Cómo está el clero¡”..Sí, “¡hay que ver cómo está el clero¡”. El clero y el super-clero están mal. Rematadamente mal. Así lo confiesan los medios de comunicación social –hasta los más “piadosos”-, haciéndose eco fiel de las noticias documentadas con toda clase de argumentos y de testimonios, refrendados la mayoría de ellos por los mismos obispos, por el papa, y además, y sobre todo, por las víctimas.
Es posible que tal situación eclesiástica no sea propia y específica de los tiempos actuales, sino que en todas, o en la mayoría de las épocas y ambientes, también se registraran, aconteciendo tan solo que ahora se saben “con pelos y señales”, dado que sus noticias no están tan embridadas y reprimidas, como en los por muchos añorados tiempos inquisitoriales “et ultra”, todavía vigentes. Pero el hecho es que, por lo que sea, el clero está mal. El lamento de propios y extraños es unánime. Doloroso y desconsolador.
Por supuesto que mi reflexión no intenta hurgar en las heridas, agravándolas y, de paso, agraviando a sus responsables, por acción u omisión. Pretendo fundamentalmente que se proclame una vez más la verdad, que se dejen de lado excusas y pretextos, todos ellos ofensivos, que se tome conciencia de cuanto pasa o deje de pasar y que cuanto antes se reparen los daños físicos y morales que se les han causado, y se les causan, a las víctimas y a sus familiares. Lo de la compensación del nombre y de la misión de la Iglesia y de sus fieles servidores, también es parte de cualquier actitud y actividad penitencial.
Los obispos, parte importante del problema en su totalidad, están mal. Diríase que son sus protagonistas. Sus nombres, apellidos y circunstancias aparecen y desaparecen, por acción u omisión, por activa o por pasiva, y con denodada frecuencia, en la descripción de la escenografía. Superados en parte los tiempos “gloriosos” en los que a los ojos de la disciplina eclesiástica y de la civil-penal, su figura resultaba ser “santa” e intangible por lo de “Sumos Sacerdotes”, hoy son desacralizados, juzgados y enchiquerados, compartiendo las celdas de las instituciones penitenciarias –cárceles- con colegas, cuyo historial delictivo es similar al suyo. Hay obispos, quienes desde de sus respectivos nombramientos y privilegios “humanos o divinos”, fueron y creen ser dueños y señores palaciegos, que precisan urgente reforma, refundación y refundición, sin excluir a cardenales, curiales o no. (“El Nuncio de SS. en Francia, es interrogado por segunda vez por la policía por agresiones sexuales”)
Similares, o idénticos, procedimientos disciplinares canónicos y aún teológicos, demanda el clero –diocesano o regular-, ya desde el íntimo concepto de su vocación sacerdotal, de la formación recibida en seminarios y noviciados, de los privilegios en uso, estatal o para- estatal, y de la consideración exageradamente “religiosa” que les conceden la eclesiología, los cánones, la pastoral tradicional, sobre todo rural, y las prescripciones litúrgicas, en disfavor y menosprecio de laicos y laicas. Con el sacrosanto y limpio propósito de evitar y evitarse en la Iglesia, y fuera de ella, noticias ciertamente escandalosas, hoy tan “pederastamente” frecuentes, el celibato opcional es ya, y pronto lo será aún más, artículo de reformadora necesidad en la disciplina canónica.
Tal y como están ya hoy las cosas, y se registran las noticias relativas a abusos y abusadores, el tema de los colegios llamados “religiosos”, con la inclusión de los “religiosísimos” por su condición de “obras de Dios”, reclama atención frontal, con los anatemas y las exclaustraciones debidas. Abusadores y abusos, por muchas y densas nubes de incienso que los rodeen, hieden. ( “Uno de cada diez sacerdotes chilenos están involucrados en investigaciones sobre abusos a menores…”)
El clero está tan mal, -¡Cómo está el clero¡”- que, si algo faltara, el mismísimo papa emérito, Benedicto XVI, decidió en su día firmar nada menos que 18 folios discrepando de la doctrina oficial de la Iglesia refrendada en el Concilio Vaticano II, encarnada hoy salvadoramente en la persona del papa Francisco. Como hoy todo se sabe, pronto se nos desvelará si el ex papa se limitó a firmar el documento “preparado” por el grupete de amigos curiales, en momentos de fervores “antifranciscanos”, contando, o sin contar, con el tremendo eco que tal noticia habría de producir en la Iglesia y fuera de ella. A esta- a la Iglesia-, le sobran documentos y más si estos son anti- conciliares y pre- tridentinos. Los “cismas” ni tienen, ni tendrán buena prensa. Si uno, por papa que sea, se ha jubilado, que se jubile de verdad, con todas sus consecuencias y no solo “a medias”, cercenando radicalmente toda posibilidad de ser manipulado por otros, cardenales, movimientos, grupos o grupitos. (“El ex obispo de Roma sueña pesadillas y añora la moral preconciliar, y precisamente por eso el “desecuestrador” del Vaticano II es uno de los títulos pontificios que más honrarán al papa Francisco”)
La Iglesia, por pecadora que sea, no se merece el clero que tiene y la rige, en la pluralidad de grados y estamentos y, en desconsoladora proporción, a costa del laicado ¿Buscamos acomodo y “retiro “ verdaderamente espiritual, que no ”religioso“, en otras Iglesias, cristianas también o con aspiraciones a serlo, no ahorrándose nombres que así pretendan hacerlo creer?: ¿Se lo consultamos ,por citar un ejemplo, a un tal Cirilo, patriarca de Moscú, asesor, director espiritual y “bendecidor” de las mortíferas armas de Putin contra Ucrania y cuanto se le ponga por delante, de sus imperiales proyectos?
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