"El rostro del otro tiene que ser el epicentro y la prioridad de toda la acción humana" El cristianismo y la Iglesia, ¿a contracorriente? (Dos reflexiones sobre la JMJ de Lisboa)
"Dos reflexiones podemos extraer de la JMJ de Lisboa que marcarán el final del pontificado de Francisco y que el nuevo Papa y la sociedad mundial deberán asumir y liderar"
"¿Qué significa hacer lío? Simple y llanamente ver el mundo a través de las lentes de Jesús de Nazareth, con sus desafíos y riesgos"
"Un cristianismo y una Iglesia a contra corriente no pueden silenciar los diferentes dolores de parto de la humanidad"
"Un cristianismo y una Iglesia a contra corriente no pueden silenciar los diferentes dolores de parto de la humanidad"
| José Miguel Martínez Castelló
Uno de los comentarios más típicos de los medios de comunicación estos días después de la celebración de la JMJ de Lisboa ha sido si tendrá algún efecto o no. Si tanta parafernalia, si tanto Dj y escenografía podrá dinamizar la vida de la Iglesia de la mano de la juventud. Resulta llamativo cómo hoy hay personas y plataformas mediáticas que todavía les moleste la presencia de la Iglesia. Que unos grupos muy reducidos de personas entre decenas de miles entonaran el Que te vote Txapote pueda definir e identificar una Iglesia universal que abraza los cinco continentes, produce sonrojo y vergüenza.
Más allá de los dimes y diretes, de los ataques que siempre sufre la Iglesia de mala fe, quiero pararme en dos reflexiones que Francisco hizo y que van al epicentro de la sociedad actual. Mientras la clase política sólo habla de intereses de partido, que poco tienen que ver con lo que nos traspasa, Francisco tiene el don, la potencialidad de señalar lo que nadie se atreve a indicar, analizar y juzgar y que son los verdaderos problemas que como Iglesia y sociedad deberíamos afrontar.
Por ello Francisco sitúa a la Iglesia y el cristianismo que quiere representar a contra corriente, ya que habla de corrientes y situaciones que afectan a una parte de la humanidad, aunque se silencien, aunque se les imponga una sordina para que no se expresen ni se manifiesten. Y esa precisamente tiene que ser la misión de una Iglesia renovada de principio a fin desde el madero de Cristo en el Monte Gólgota. Dos reflexiones podemos extraer de la JMJ de Lisboa que marcarán el final del pontificado de Francisco y que el nuevo Papa y la sociedad mundial deberán asumir y liderar.
1.Confianza en la juventud y en la persona humana
Cuando Francisco emprendió su viaje internacional número 42 a Lisboa, coincidió con una expresión que puso inicio a su pontificado, “Hagan lío” a los peregrinos argentinos durante la JMJ de Brasil hace ahora diez años. Siempre diré que ese grito, junto con el de “Vergüenza” en la isla de Lampedusa, marcarán para siempre la dirección y el sentido de un papado que, a muchos, dentro y fuera de la Iglesia, se les está atragantando, pero que va a cambiar para siempre el significado último de la barca de Pedro. En el vuelo hacia la JMJ volvió a este grito: “Y seguiremos haciendo lío”.
Pero, ¿qué significa hacer lío? Simple y llanamente ver el mundo a través de las lentes de Jesús de Nazareth, con sus desafíos y riesgos. Todos los cristianos tenemos esa misión, pero los jóvenes son clave en dicho propósito. ¿Qué edad tenían los discípulos de Jesús? Pensémoslo. Eran jóvenes, como la mayoría que se concentraron, por miles, en Lisboa. Y fue en el primer encuentro con ellos en la Universidad católica portuguesa, donde les dijo: “Busquen y arriesguen, tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños, no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños”.
Ante tanta falta de sentido, ante tanta cultura de la indiferencia, ante tanta corrupción a todos los niveles, ante tanto derrotismo y falta de esperanza, Francisco se baja de ese tren de alta velocidad que cada vez llega a más estaciones, y coge otro andén, el andén del propósito, del camino, de un peregrino que tiene la esperanza de andar con otras zapatillas, otras botas que conduzcan a la esperanza, al encuentro y a la fraternidad. Eso es ir a contracorriente. Francisco tiene confianza en todas y cada una de las personas de este mundo, como lo tenía Jesús, porque “no he venido a llamar a los sanos, sino a los enfermos”.
El mensaje de salvación del cristianismo y de Francisco es universal, sin excepciones, en medio de tantas fronteras, de tantas ilegalidades que definen a miles de seres humanos en mares de todo el mundo acabando ahogados en su propia dignidad sin hacer que tiemblen y se desmoronen los poderes de la tierra. La juventud tendrá que revertir esta situación. El rostro del otro tiene que ser el epicentro y la prioridad de toda la acción humana. De esa forma podremos cambiar el sentido de la historia. Así pues, cristianismo e Iglesia a contra corriente.
2. Sociedad virtual versus sociedad real
En ese primer encuentro Francisco tuvo intervenciones para enmarcar, par guardar en nuestro corazón y llevarlas muy a menudo a la oración. Dijo: “No estamos enfermos, sino vivos. Preocupémonos más bien cuando estamos dispuestos a sustituir el camino a recorrer por detenernos en cualquier oasis; cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian”.
Aquí marcó el sentido profundo de la JMJ de Lisboa. Estamos ante el mayor desafío y problema de la juventud y del mundo. La digitalización del mundo está cambiando los paradigmas comunicativos y relacionales, modificando la relación con nosotros mismos y con los demás. Buyung-Chul Han en su libro La sociedad paliativa describe al dictado lo que hoy tenemos encima de la mesa y supone un cambio único en la historia de la humanidad:
“El like es el signo y también el analgésico del presente. Domina no sólo los medios sociales, sino todos los ámbitos de la cultura. Nada debe doler. No sólo el arte, sino la propia vida tiene que poder subirse a Instagram, es decir, debe carecer de aristas, conflictos y contradicciones que pudieran ser dolorosos. Olvidamos que el dolor purifica, que opera una catarsis, y así es como uno se asfixia entre las escorias de la positividad que se van acumulando bajo la superficie de la cultura de la complacencia”.
Han llama la atención que estamos ante un tiempo definido por la algofobia, esto es, una época que huye de todo dolor, donde todo es positivo, y lo negativo, trágico y real de la vida, se elimina por decreto.
Esto choca frontalmente con el testimonio de Jesús, quien rompía toda barrera para desarrollar el servicio al hermano, atender a las diferentes epifanías del rostro del otro. Francisco no les da a los jóvenes un cheque en blanco, les interpela, les exige, para que no interpongan una pantalla sobre sus vidas y la de los demás: “Ustedes, queridos estudiantes, peregrinos del saber, ¿qué quisieran ver realizado en Portugal? ¿Qué cambios, qué transformaciones?”. Les conminó a que son la generación con mayor poder tecnológico que existe, pero que la ciencia no da todas las soluciones. Un mundo sin Dios, un mundo sin límites, un mundo donde el ser humano sea un fin y un medio, son mundos, callejones sin salida.
Tenemos que caer en la cuenta de la inhumanidad de los datos, de los algoritmos, esto es, ir a contra corriente. No por miedo a estos desafíos, a la evolución y progreso de la ciencia. Todo lo contrario. Ir a contra corriente es especificar que el criterio a seguir en todo ámbito cultural y humano es servir a la persona como fin y no como medio e instrumento de poder de intereses humanos que se vierten sobre otras personas para destruirlas e impedir su desarrollo humano en condiciones de dignidad y humanidad.
Un cristianismo y una Iglesia a contra corriente no pueden silenciar los diferentes dolores de parto de la humanidad. Difuminarlos, callar ante ellos, sería traicionar el sacrificio absoluto que Dios hizo en la cruz. Por último, Francisco, en la misa del domingo, ante más de un millón y medio de jóvenes, en lugar de afearles que, si son la Generación de cristal, Z o cualquier otra lindeza, los animó a que vivan la vida entrenando, porque nada hay gratis, sólo el amor de Jesús es gratis y hay que darlo sirviendo a los hermanos. Sólo en la entrega se da la condición humana de forma absoluta.
En definitiva, la JMJ de Lisboa no sólo iba dirigida a la juventud, tampoco a la Iglesia y a las personas cristianas, sino a todo el mundo. Alguien que es capaz de hacer comprender la misión que tenemos en esta vida a través del trabajo que hay detrás de un gol, ejemplifica un ser que cuenta con todos, porque cada uno de nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas. A contra corriente, sí, ¿no fue Jesús siempre en la dirección contraria de los poderosos, de las costumbres y de las leyes de su tiempo? ¿Y nosotros? ¿Y tú? Que el legado de la JMJ nos traspase para siempre y así seamos testimonios y testigos fieles del mensaje y vida de Dios hecho carne.
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