Para alcanzar una síntesis con los conservadores, los progresistas tienen que descafeinar sus propuestas sinodales El fracaso metodológico del Sínodo de las mesas redondas
"Hombres y mujeres en una mesa redonda a la luz del Espíritu. Sin clases, sin distinciones. Sin privilegios clericales. Todos iguales, todos hermanos"
"Además del icono de las mesas redondas, la primera parte del Sínodo se desarrolló con una metodología novedosa: la conversación en el Espíritu"
"El método es muy bueno para una comunidad religiosa, para una parroquia e, incluso, para un movimiento, pero no para un sínodo que tiene que producir un documento"
"Si se tiene que alcanzar una síntesis con los conservadores, los progresistas tienen que ceder, rebajar sus expectativas y desembocar en una decisión tan licuada o descafeinada, que no sirve para nada en la dinámica de la Iglesia en salida y sinodal"
"El método es muy bueno para una comunidad religiosa, para una parroquia e, incluso, para un movimiento, pero no para un sínodo que tiene que producir un documento"
"Si se tiene que alcanzar una síntesis con los conservadores, los progresistas tienen que ceder, rebajar sus expectativas y desembocar en una decisión tan licuada o descafeinada, que no sirve para nada en la dinámica de la Iglesia en salida y sinodal"
El Sínodo de las mesas redondas. Esa fue la imagen que, por lo simbólica y por lo rompedora respecto a los sínodos pasados, representó la primera parte del Sínodo de la sinodalidad. Mesas redondas, sin cabeceras, con las mismas sillas tapizadas de rojo. Todas al mismo nivel, a ras de suelo, incluida la mesa del Papa y de la presidencia sinodal. Ejemplo perfecto de comunión, de Iglesia circular y en salida.
Hombres y mujeres en una mesa redonda a la luz del Espíritu. Sin clases, sin distinciones. Sin privilegios clericales. Todos iguales, todos hermanos. Cara a cara, hombro con hombro y debidamente mezclados todos: laicos, mujeres, curas, monjas, cardenales y obispos.
Por eso, todos se deshacían en alabanzas al cambio de disposición en el aula sinodal. “No estamos sentados en orden jerárquico, sino en mesas redondas, que es una forma de alentar el compartir genuino y el discernimiento auténtico”, proclamaba el cardenal jesuita Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo.
“Las mesas redondas nos recuerdan que ninguno de nosotros es una estrella en este Sínodo. El protagonista es el Espíritu Santo. Y sólo con un corazón plenamente abierto a la guía del Espíritu podremos responder al llamado que hemos recibido como miembros del Sínodo”, continuó el cardenal.
Además, resaltó que con esta disposición física “los llamados ‘progresistas’ no pueden mirar a Cristo sin ver a los llamados ‘conservadores’ con Él, y viceversa. Sin embargo, lo importante no es a qué grupo parecemos pertenecer, sino caminar con Cristo en su Iglesia”.
El teólogo Xabier Pikaza aporta una nueva explicación de las mesas redondas sinodales: “Esta imagen recoge el signo básico de la formación de la iglesia conforme al relato de la ‘multiplicación’ de los panes y peces de Jesús, que es un relato de ‘alimentación’ de todos los que vienen, sobre el campo abierto de la vida”.
Además del icono de las mesas redondas, la primera parte del Sínodo se desarrolló con una metodología novedosa: la conversación en el Espíritu. El ex prefecto de Economía de la Santa Sede, Juan Antonio Guerrero, que, junto a Oscar Martín, publicaron un libro titulado ‘Conversación espiritual, discernimiento y sinodalidad’ asegura que ese método fue el que se utilizó en el Sínodo y “funcionó bien, porque “generó comunión, permitió tratar los temas sin polarizaciones, teniendo en vistas un bien superior” y porque “la escucha del Espíritu, en el propio corazón y a través de los demás, permitió acoger una pluralidad de modos de ver generando armonía y comunión”.
Y el jesuita Guerrero añade más explicaciones: “Cuando tenemos un bien superior, como buscar la voluntad de Dios, podemos evitar la confrontación entre los que defienden A y B. Hay que soltarse de la voluntad propia para encontrar la de Dios. Un día todos buscamos poner en común las razones y los movimientos interiores a favor de A y en contra de B; y otro día, a favor de B y en contra de A. Siempre estamos buscando cómo concretar el bien mayor del mismo lado, sin enfrentarnos, y nos obliga a hacer un proceso interior, saliendo de nuestro propio querer e interés”.
Pero el propio padre Guerrero, en entrevista con RD, reconocía que “no podemos absolutizar los modelos y los métodos prácticos”. De hecho, tanto durante el Sínodo como después de su celebración, muchos expertos pusieron de manifiesto sus evidentes limitaciones.
Como otro jesuita, el padre Anthony Lusvardi, profesor de teología sacramental en la Universidad Gregoriana de Roma, que analizó a fondo el método utilizado y concluyó que es excelente para “ayudar a las personas a entenderse mejor, pero resulta inadecuado para razonamientos teológicos y pastorales complejos”.
Es decir, el método es muy bueno para una comunidad religiosa, para una parroquia e, incluso, para un movimiento, pero no para un sínodo que tiene que producir un documento. El problema reside en que, en cada círculo menor, hay gente alineada con Francisco y su Iglesia en salida y otros profundamente conservadores y rigoristas, que van a hacer todo lo posible por torpedear el proceso sinodal.
Y para conseguir su objetivo, los conservadores lo tienen relativamente fácil, dado que el esquema de trabajo que se utiliza es el siguiente. Primero se abordan las convergencias y después las divergencias, para concluir con una síntesis. El problema es que, si se tiene que alcanzar una síntesis con los conservadores, los progresistas tienen que ceder, rebajar sus expectativas y desembocar en una decisión tan licuada o descafeinada, que no sirve para nada en la dinámica de la Iglesia en salida y sinodal.
Es cierto que el Papa siempre puede contar con la baza y la prerrogativa de la exhortación postsinodal, pero al tratarse de un documento sobre la sinodalidad, lo lógico sería que el Papa la dedique a refrendar lo dicho por el Sínodo o, simplemente, apruebe el documento final del sínodo con fuerza magisterial, sin recurrir a la exhortación.
¿Conscientes de estas dificultades metodológicas las corregirán en las próximas sesiones? El cambio metodológico dependerá de la opinión del secretario general, cardenal Mario Grech, de los subsecretarios, monseñor Luis Marín de San Martín y Sor Nathalie Becquart, el relator general, cardenal Jean-Claude Hollerich y, en última instancia, el presidente del Sínodo, el Papa Francisco.
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