"¿Cómo encajar pues, dentro de un Estado laico, este tipo de cosas?" Devocionismo popular católico
"El 'Día de Galicia en Asturias', mi amigo fue invitado a presidir la misa. Él aceptó con ilusión… que fue decayendo, paulatinamente, cuando constató el desinterés religioso generalizado de los que iban acudiendo. «Total, aquí se trata de un mero rito -pensó. Pues, ¡adelante!» "
"Me animé a escribir una reflexión personal sobre este tipo de actos religioso-populares, persistentes hoy, y promovidos no solo por las autoridades religiosas, sino también por las políticas"
"Uno pensaría que estamos dirigidos por gobiernos teocráticos medievales - también actuales desgraciadamente-, donde rige la Religión de Estado"
"Todos nosotros, con muy pocas excepciones, nos oponemos con orgullo democrático a este regreso al pasado. ¿Cómo encajar pues, dentro de un Estado laico, este tipo de cosas?"
"Uno pensaría que estamos dirigidos por gobiernos teocráticos medievales - también actuales desgraciadamente-, donde rige la Religión de Estado"
"Todos nosotros, con muy pocas excepciones, nos oponemos con orgullo democrático a este regreso al pasado. ¿Cómo encajar pues, dentro de un Estado laico, este tipo de cosas?"
| Manuel Fernández de Pol. Ourense
“Hasta donde hemos perdido la creencia, hemos pedido la razón” (G. K.Chesterton).
Resumo lo que me contaba mi amigo, entonces profesor en Oviedo y sacerdote. Como cada año, aquel 19 de septiembre del 2020, acaecía la celebración anual del “Día de Galicia en Asturias”, fiesta organizada por la Asociación Gallega en la Región y muy apoyada, tanto por el pueblo asturiano, como por sus políticos de turno. La afluencia de gallegos a la región fue abundante, sobre todo para las labores mineras e industriales de hace cuatro décadas, en auge y decisivas en el economía nacional.
Mi amigo fue invitado por un canónigo de la Catedral a presidir la Misa, cosa que él aceptó con ilusión, como gallego y como sacerdote, para echar una mano en un acto considerado, tradicionalmente, imprescindible en estas celebraciones festivas. Su ilusión fue decayendo, paulatinamente, cuando constató el desinterés religioso generalizado de los que iban acudiendo a las proximidades del templo entre gaitas y danzas. Con la mejor buena voluntad, el cura salió a las puertas de la Casa de Dios para saludar a las autoridades políticas y ver la posible participación activa en la ceremonia religiosa. Parecía lo más lógico, pues para eso se suponía su venida al templo. Solo este dato puede dar al lector una idea de una situación absurda. Padre, por favor, que estamos hablando de cosas serias (semejaba un conciliábulo político), fue la respuesta recibida cuando el representante de Dios intentó entablar conversación. Total, aquí se trata de un mero rito -pensó el cura, desilusionado y en cierta manera humillado. Pues, ¡adelante!, si esto es lo requerido, ¿Eche o que hay! –decimos en Galicia.
A partir del relato de mi amigo, me animé a escribir una reflexión personal -religioso- social-filosófica- sobre este tipo de actos religioso-populares, persistentes hoy, y promovidos no solo por las autoridades religiosas, sino también por las políticas. Romerías, comercio con objetos religiosos, procesiones de flagelantes,… Y Misas como colofón de cualquier tipo de celebración civil, conmemoraciones nacionales funerales de Estado, etc. Uno pensaría que estamos dirigidos por gobiernos teocráticos medievales - también actuales desgraciadamente-, donde rige la Religión de Estado.
Todos nosotros, con muy pocas excepciones, nos oponemos con orgullo democrático a este regreso al pasado. ¿Cómo encajar pues, dentro de un Estado laico, este tipo de cosas? Los jerarcas religiosos envían y reenvían a sus fieles directrices maravillosas sobre el sentido de la celebración eucarística, en consonancia con los Evangelios y con la tradición primitiva; pero, a la hora de la verdad, las contradicciones se hacen palpables. Muy pocos creyentes -algunos de gran relieve intelectual y teológico- son capaces de manifestar su disconformidad con ciertos hechos. ¿Por qué será?
El escritor Fernando Sánchez Dragó, el historiador José Monserrat, y otros muchos pensadores, han manifestado su incontestable admiración por algunos ritos cristianos de origen medieval y de gran relieve artístico. ¿Será ese el camino de futuro? ¿Irán a parar esos actos públicos -con todo el respeto a los respectivos creyentes- al campo dignísimo de lo cultural? ¿Será esa la senda a seguir, profetizada en las palabras de Papa Francisco de que el futuro de la Iglesia radicará en pequeñas comunidades comprometidas?
Lo absurdo, para los que nos sentimos creyentes, sería sentarnos en vana espera, al estilo del mensaje de la novela de S. Beckett “Esperando a Godot”, a que el tiempo acabe estropeándolo todo, menos el vino, según dicen los expertos.
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