"Nos recuerda que la única manera digna de vencer la amenaza y el miedo es luchando contras sus autores y promotores" La memoria de Monseñor Romero

La memoria de Monseñor Romero
La memoria de Monseñor Romero

“Con Mons. Romero pasó Dios por El Salvador”, decía el P. Ellacuría

"La relativa aceptación que la derecha política salvadoreña hizo de la figura de Mons. Romero considerándolo el salvadoreño más conocido en el mundo, produjo también algunos cambios"

"Los insultos racistas del Presidente Trump, llenos de una agresiva aporofobia contra los migrantes, o el intento del gobierno salvadoreño de promover proyectos mineros a cielo abierto... nos llaman y nos obligan a volver a aquel Espíritu de fuego de Romero"

La memoria de los profetas nunca desaparece, pero no permanece igual a lo largo de los años. Hay momentos en que la palabra profética inunda de fuego y de valor a quien la escucha, le inspira y lo lanza a la acción transformadora o revolucionaria. Y se dan también otros tiempos en los que el profeta se asume como personaje de otro tiempo, meritorio y digno de alabanza, pero se le relega a un momento concreto del acontecer histórico.

Pero la fuerza del profeta no se agota, ya sea que nos dejemos impactar por él, inundándonos de luz, o que le convirtamos simplemente en una gloria del pasado. En las profecías de Ezequiel, y en palabras de Yahvé, se consuela al profeta aparentemente fracasado diciéndole: “Y he aquí que tú eres para ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra. Pero cuando suceda lo anunciado, y va a suceder ya, sabrán que hubo un profeta entre ellos” (Ez 33, 32-33).

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Romero

Con la memoria de Mons. Romero, profeta y pastor, pasa algo parecido. Fue fuente de fuerza y energía para todos los que trabajaron en favor de la paz en medio de la guerra civil de El Salvador. El compromiso de sus seguidores (“con Mons. Romero pasó Dios por El Salvador”, decía el P. Ellacuría) los llevó incluso al martirio. Después, en tiempo de paz, su recuerdo pasó a ser acicate e impulso de transformación socioeconómica.

Se recordaban sus palabras contra las idolatrías del poder y del dinero y las injusticias que las mismas producían: “los conflictos violentos no desaparecerán hasta que no desaparezcan sus últimas raíces”. Y por eso mismo se insistía, casi con sus mismas palabras, que “la construcción de la justicia social es la tarea más urgente”.

Sin embargo, la tendencia política de los diferentes partidos políticos en el poder a un cierto populismo paternalista, que impulsa un desarrollo desigual y alababa a Romero como símbolo, condujo a suavizar su figura y limar las aristas proféticas de su palabra radicalmente inspirada en el Evangelio. La relativa aceptación que la derecha política salvadoreña hizo de la figura de Mons. Romero considerándolo el salvadoreño más conocido en el mundo, produjo también algunos cambios. Llevó, al menos a algunos, a cambiar la exigencia de una profecía que denuncia, impulsa y fortalece, por la imagen y la figura famosa internacionalmente, que aunque llena de satisfacción no relanza a una solidaridad militante.

Romero

Pero su muerte martirial, su opción radical por los pobres, su profetismo que lo convirtió en “voz de los que no tienen voz para defender sus derechos”, resurge cada vez que los acontecimientos reflejan el dolor y la humillación de los pobres. Los insultos racistas del Presidente Trump, llenos de una agresiva aporofobia contra los migrantes, o el intento del gobierno salvadoreño de promover proyectos mineros a cielo abierto, con los riesgos de un deterioro del medio ambiente que puede incluso convertirse en verdadera catástrofe en un país tan pequeño y superpoblado como el nuestro, nos llaman y nos obligan a volver a aquel Espíritu de fuego de Romero que da buenas noticias a los pobres, sana los corazones heridos y anuncia la liberación a los cautivos en este mundo sometido hoy con mayor evidencia a las idolatrías del poder y del oro.

En un mundo herido y golpeado por guerras y abusos, en el que los poderosos quieren imponer  con creciente insistencia una ley del más fuerte violenta y arbitraria, regresar a la voz de los profetas resulta indispensable para simplemente vivir como ser humano. La indiferencia y el silencio pueden comprar tranquilidad durante un tiempo. Pero no pueden conseguir un futuro digno del ser humano y de su condición fraterna y libre. Al contrario terminan convirtiéndose en esclavitud y en fracaso.

El aniversario de Mons. Romero, San Óscar Romero, nos recuerda, junto con otros muchos mártires, reconocidos canónicamente o no por la Iglesia, que la única manera digna de vencer la amenaza y el miedo es luchando contras sus autores y promotores. No podrá haber un mundo feliz construido sobre el dolor de las víctimas de los fuertes. Y mientras caminamos hacia ese mundo de la esperanza en el que todas las víctimas de la historia recuperarán sus nombres, no nos queda más camino que la profecía, la libertad valiente al lado de los pobres y el espíritu de fraternidad del Evangelio que Monseñor Romero vivió en plenitud.

Fuego

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