Adorando las cenizas, olvidando el fuego La mujer no es tema de la teología sino sujeto protagónico de la teología

Magdalena
Magdalena

"La tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas" es una frase atribuida a Chesterton. Más allá de eso, me recuerda la expresión evangélica "he venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”

"Si aprendiéramos los cristianos que la Iglesia existe para transmitir un fuego transformador, un evento, un acontecimiento radical de amor, que todo lo abarca, lo asume, redime y libera…"

"Tal vez nos hemos confundido la Verdad de la fe con las cenizas de formas institucionales, rigorosas formulaciones doctrinales, acentos cultuales, vestidos litúrgicos o estilos eclesiales. Se han hecho divisiones y guerras en nombre de estas cenizas. Nada más patético"

"Parte de esas cenizas es la errática consideración y decisión que históricamente se ha tomado en torno a la mujer … La humanidad toda (mujer-hombre) es imago dei … Escuchemos la voz teológica de la mujer"

"La tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas" es una frase atribuida a Chesterton. Más allá de eso, me recuerda la expresión evangélica "he venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”.

Si aprendiéramos los cristianos que la Iglesia existe para transmitir un fuego transformador, un evento, un acontecimiento radical de amor, que todo lo abarca, lo asume, redime y libera.

Si tomáramos en serio que la centralidad de la fe es una Persona y no primariamente adherir a reglas, dogmas, preceptos y leyes.

Si aprendiéramos a vivir una espiritualidad enfocada en la transformación y no la transacción.

Si nos diéramos cuenta de que no hay que aplacar a ningún dios en su ira sino recibir la bondad radical de la Realidad Última que llamamos Dios y Jesús llamó Abba.

Si advirtiéramos que a Dios no lo ofendemos, que ante Dios no hay que ganar nada por méritos, que a Dios no hay que demostrar “buenas obras” sino solo aceptar nuestra condición de receptáculos de un don inmerecido, gratuito, incondicional.

Si tomáramos conciencia que la oración no es tanto hablar a Dios sino dejar que Dios Palabra resuene su voz en nuestro corazón. Si nos concediéramos el tiempo para silenciarnos y volver a vivir situados en nuestro templo interior para disponernos a recibir el don.

Si descubriéramos que no hay nada que encontrar porque Todo ya nos fue dado y que no está por fuera sino dentro nuestro. Si nos despertáramos a la realidad en la que “somos, nos movemos y existimos”.

Si comprendiéramos que la fe es una actitud de confianza radical ante la viday no un placebo que funciona como reaseguro ante la imprevisibilidad de la vida, que anestesia conciencias y es funcional al status quo, que nada quiere cambiar. Si aprendiéramos de Jesús quien aprendió a confiar aun en el momento de mayor crisis, sabiendo que su vida estaba en manos del Abba.

Fe

Si fuéramos conscientes que la Iglesia vive para servir y no para predicar condenas, profecías llenas de desventuras, dedos extendidos con severidad lleno de amenazas al “mundo”. Si los cristianos no se creyeran dueños absolutos de la verdad, intolerantes con aquellos que tienen otras creencias o a quienes no adhieren a ninguna religión. Si estuviéramos conscientes que existimos para ser luz y sal evitando atrincherarnos con actitudes apologéticas, narcisistas y reactivas.

¿Será que las mayorías ven a los cristianos como adoradores de cenizas en vez de testigos de un fuego abrazador?

¿Será que somos especialistas en predicar una fe neurótica, deshumanizante, alienante, alejada de la historia y sus problemas?

Jesús predicó el fuego del Reino, cuyo núcleo vital son las Bienaventuranzas. Allí no hay nada de cenizas sino la potencialidad de transformarlo todo.

Imaginemos una Iglesia que decide ser mansa de corazón, misericordiosa, que trabaja por la justicia y la paz, paciente, pobre de espíritu y pura de corazón. ¿Quién quedaría inmune siendo testigo ante la fuerza del testimonio?

A veces encontramos comunidades eclesiales y predicas que son lo contrario. Condenan, excluyen, ponen condiciones, no transmiten paz, no les interesa la justicia, llenan de miedo, postulan un vínculo de transacción con Dios, no hay misericordia, viven alejados de la realidad y obsesionados con la moral sexual.

Condena

Tal vez nos hemos confundido la Verdad de la fe con las cenizas de formas institucionales, rigorosas formulaciones doctrinales, acentos cultuales, vestidos litúrgicos o estilos eclesiales. Se han hecho divisiones y guerras en nombre de estas cenizas. Nada más patético.

Parte de esas cenizas es la errática consideración y decisión que históricamente se ha tomado en torno a la mujer. Cenizas que son resabio de teologías patriarcales y machistas que excluyen y denigran a la mujer a un lugar de pasividad. Jesús promulgó una comunidad de iguales fruto de sus mesas inclusivas. La Iglesia primitiva así lo entendió y las mujeres tenían roles protagónicos en los ministerios eclesiales nacientes. Magdalena es apóstol de los apóstoles, primer testigo de la Resurrección, criterio de apostolicidad.

La humanidad toda (mujer-hombre) es imago dei. La mujer no es tema de la teología sino sujeto protagónico de la teología. Escuchemos la voz teológica de la mujer. ¿Qué nos enseña el magisterio de las teólogas? ¿Qué nos enseña Dios a través de su voz? Durante siglos solo hemos escuchado la voz teológica de los hombres. Hay infinidad de argumentos, pero no es el espacio para hacerlo. Es tiempo de fuego y no de cenizas. Basta de disparates. Dios quiera que la sinodalidad haga justicia. Y esto no es un invento de Francisco. No es un atributo eclesial sino un rasgo identitario del ser Iglesia. 

Todo esto es pasajero y es tiempo de seguir abriendo las ventanas para que ese soplo original del Espíritu encienda el fuego, despierte corazones, haga nuevas todas las cosas, sea capaz de potenciarlo todo. Ese fuego tiene un Rostro y así lo desea. Hay muchas tensiones, polarizaciones, es tiempo de volver al fuego, fuego del amor, el único capaz de transformar.

Cenizas, fuego. ¿Qué transmitimos? ¿Cómo es mi fe? ¿Qué Iglesia quiero? La frase que he leído hoy ha resonado en mi interior y me ha llevado a escribir esto rápidamente, sin mucho reflexionar, ecos que salen de mi corazón y quiero rápidamente publicar. Cenizas, fuego.

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