"Hemos compartido con 252 niños de Ucrania unas vacaciones en España" 252 sonrisas, que son una minoría
"252, parece que son muchos, pero son solo una minoría de los miles y miles de niños que están sufriendo el drama de la guerra. Niños a los que se les ha robado la infancia, se les ha borrado el pasado feliz y lo han marcado con la sangre, la violencia y la muerte"
"Cuando los conocimos hace unos meses la mayoría de ellos no sonreían. Son niños con miradas de adultos y muchos con la mirada perdida o apagada"
"Sus ciudades han sido arrasadas y la mayoría de ellos han perdido a sus padres porque están en el frente, desaparecidos, muertos o en cautiverio"
"Ellos, que aun son unos niños, se vieron obligados a regresar al martirio de una guerra que parece no tener fin y cuyas garras destructoras están estrangulando su posibilidad de ser felices"
"Sus ciudades han sido arrasadas y la mayoría de ellos han perdido a sus padres porque están en el frente, desaparecidos, muertos o en cautiverio"
"Ellos, que aun son unos niños, se vieron obligados a regresar al martirio de una guerra que parece no tener fin y cuyas garras destructoras están estrangulando su posibilidad de ser felices"
Hemos compartido con 252 niños de Ucrania unas vacaciones en España. Fueron acogidos por la Fundación Climent Guitart en su Hotel de Lloret de Mar, y nos ayudaron mucha personas, empresas y fundaciones para hacer realidad este sueño.
252, parece que son muchos, pero son solo una minoría de los miles y miles de niños que están sufriendo el drama de la guerra. Niños a los que se les ha robado la infancia, se les ha borrado el pasado feliz y lo han marcado con la sangre, la violencia y la muerte. Niños a los que les han arrebatado todas las referencias.
Sus ciudades han sido arrasadas y la mayoría de ellos han perdido a sus padres porque están en el frente, desaparecidos, muertos o en cautiverio. Ellos han visto el terror y el horror de la guerra y han estado en la primera línea; han visto cómo los invasores destruían sus casas y cómo los misiles y los ataques en directo mutilaban y quitaban la vida a sus vecinos a sus familiares a sus seres queridos. Llevan más de dos años viviendo el terror, pasando las noches en los bunkers intentando refugiarse de los posibles ataques.
Cuando los conocimos hace unos meses la mayoría de ellos no sonreían. Son niños con miradas de adultos y muchos con la mirada perdida o apagada. La posibilidad de tener unas vacaciones abrió en ellos un tiempo de ilusión y de esperanza, y con ellos pudimos compartir un tiempo de alegría en el que por unos días recuperaron la dicha de ser niños disfrutaron en Port Aventura, en el parque acuático de Lloret de Mar, en la piscina del Hotel, en la playa en Tossa de Mar, etc. Disfrutaron al aire libre y pudieron conocer sin el sobresalto de las alarmas Sagrada familia de Barcelona, Montserrat, navegar por el Estartit o disfrutar con los animales en una Granja Escuela.
Supieron aprovechar las oportunidades que se les dieron para navegar a mar abierto, para sonreír y para poder expresar con auténticas carcajadas las sensaciones nuevas que vivían. Sus miradas apagadas se fueron iluminando día a día, y que de alguna manera, a pesar de la limitación del lenguaje intentaban manifestarnos su agradecimiento.
Al regresar de esta experiencia, les acompañé a Ucrania pasando una noche bajo el impacto terrible de la alarma y de la amenaza de unos ataques que fueron particularmente crueles.
Al salir del país constaté que no siempre sabemos valorar lo que tenemos: Yo volví a casa con la posibilidad de dormir y descansar de la fatiga de estos días y del peso de la responsabilidad; pero ellos, que aun son unos niños, se vieron obligados a regresar al martirio de una guerra que parece no tener fin y cuyas garras destructoras están estrangulando su posibilidad de ser felices.
Escribo estas líneas para agradecer y para pedir que seamos todos agradecidos por lo que somos y por lo que tenemos; para decir alto y fuerte que no perdamos el tiempo y que vale la pena ser solidarios compartir y facilitar que otros puedan ser felices.
Una vez más: quien nunca ha dado un consuelo, aun no sabe lo que es la dicha y la felicidad.
Dios bendiga a Ucrania y al mundo con la paz.
Dios bendiga y mantenga encendido en el corazón de cada uno de estos niños la semilla de la esperanza y Dios les ayude a curar las heridas profundas que está dejando la guerra en sus vidas.
Etiquetas