El Cardenal Kasper y la crisis... ¿posconciliar?

CARDENAL KASPER Y CRISIS POSCONCILIAR: LAS COSAS CLARAS Y EL CHOCOLATE ESPESO

El Cardenal alemán Walter Kasper ha publicado un escrito muy interesante, La nueva evangelización, un desafío pastoral, teológico y espiritual, incluido en el libro de Sal Terrae El desafío de la nueva evangelización editado por George Augustin, un teólogo que participa en el Sínodo que se desarrolla ahora en Roma.

El texto de Kasper, accesible en la web de Sal Terrae, no tiene desperdicio. Responde convincentemente a los que afirman que el Concilio Vaticano II ha provocado la crisis de fe en Occidente. Kasper responde que la crisis venía de antes, y que sin el Concilio estaríamos mucho peor. Se nota que el Cardenal Kasper, como todos los eméritos, habla mucho claro ahora que antes. Pero démosle ya la palabra directamente a él. Sirvan estos textos para celebrar el próximo jueves, día 11, los 50 años de la apertura del Concilio.

* Cuando en 1957 me convertí en joven vicario parroquial en Stuttgart, en un tiempo en el que aún nadie siquiera soñaba con un concilio, me percaté de que la realidad comenzaba a desmoronarse por doquier y de que sobre todo el trabajo con jóvenes resultaba cada vez más difícil. De ahí que sea sencillamente falso que solo después del Concilio o incluso a resultas de él comenzara el declive y estallara la crisis. Las causas de la crisis se remontan mucho más atrás en el tiempo y son también mucho más profundas...

* No debemos dejarnos engañar por grandes actos como las visitas papales y las celebraciones pontificias en la plaza de San Pedro, ni por las Jornadas Mundiales de la Juventud, las Jornadas Cristianas y Católicas de Alemania, los encuentros de Taizé y similares. Estos actos nos muestran que en nuestra sociedad todavía hay muchas personas, también muchos jóvenes, que se dejan interpelar, que preguntan con franqueza, que buscan. Pero por muy grato que resulte el gran número de personas que se congregan en ellas, tales concentraciones no reflejan la realidad diaria de la Iglesia. Debemos habituarnos a la idea: en la actualidad, una época toca ya a su fin. Se trata de un proceso doloroso en el que hay que despedirse de mucho de aquello con lo que estábamos familiarizados…

¿Qué hemos de hacer? Añorar lo antiguo no nos ayuda a avanzar. Tapar las lagunas y administrar las carencias conforme al lema: «Sigamos sencillamente como estamos», tampoco es una solución razonable. La utopía –o también ideología– de la pequeña grey se queda asimismo demasiado corta. Pues no solo la palabra «misión», sino también «crecer» desempeña un papel fundamental en el Nuevo Testamento. Al fin y al cabo, el camino de la restauración, la marcha atrás respecto del Concilio no es una alternativa razonable. La crisis no comenzó con el Concilio, sino mucho antes. Si hoy nos limitáramos a ejercitarnos en el rol de involucionistas y pretendiéramos regresar a la supuesta edad de oro anterior al Concilio, no haríamos sino encontrarnos de nuevo con las causas más profundas de la crisis.

* El cambio y la crisis son demasiado profundos como para pensar que podrían ser superados por medio de esta o aquella reforma. La opinión de que bastaría con abolir el celibato o, en el otro extremo, con utilizar más el latín en la misa y reintroducir la comunión con la boca en sustitución de la comunión en la mano no puede sino ser calificada de perdidamente ingenua. No quiero discutir sobre si lo uno o lo otro no podría ser razonable. Ninguna de estas suficientemente conocidas exigencias de reforma nos ayuda a avanzar en lo esencial. Aferrarse a ellas y pelearse al respecto no es sino una suerte de mirarse el ombligo la gente de Iglesia enterada que únicamente sirve para impedir que se planteen los verdaderos problemas. Pues lo importante no es esta o aquella reforma, sino el conjunto. Lo que importa es el Evangelio del Dios que se ha manifestado en Jesucristo para salvación nuestra y del mundo. Se trata de hablar de Dios y de Jesucristo de forma nueva, interpelante y enardecedora, de modo que las personas se sientan conmovidas y afectadas en su corazón y en su vida, el mundo sea transformado y la Iglesia vuelva a convertirse en hogar para muchos que se interrogan y buscan. O dicho de manera más sencilla: se trata de suscitar de nuevo fe, esperanza y amor…

Texto accesible en: http://www.salterrae.es/catalogo/pdf/El_desafio_de_la_nueva_evangelizacion.pdf
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