Nube de testigos
Hace cosa de un mes, asistí a otro funeral en los Salesianos de Atocha, en este caso por una profesora del Colegio, Lourdes, fallecida a los 46 años de edad. Lourdes creció en un Centro Juvenil de los Salesianos de Alcalá de Henares, fue animadora y catequista en dicho centro, luego educadora y profesora, también salesiana cooperadora. En su funeral, una tarde entre semana, más de mil personas, y muchísimos jóvenes. El testimonio de su marido, José Luis, y sus tres hijos, también impresionante; sereno, esperanzado, luminoso. Todos salimos emocionados.
En ambos casos, ninguno ha hablado de teorías, sino desde la vida real, con el corazón en carne viva por la separación reciente de la hija, de la esposa, de la madre… No es nada fácil, justamente en esos momentos, dar esos ejemplos admirables de fe. Pues bien, estas reacciones, estos ejemplos de fe madura, muy madura, no se improvisan. Responden a mucha vida y mucha espiritualidad cristiana, en este caso con matiz salesiano, alimentada día a día durante años.
Los que hemos dejado años de nuestra vida en esas plataformas pastorales (en estos dos casos concretos, en las obras salesianas de Estrecho, Atocha, Alcalá de Henares, Vallecas…) damos gracias a Dios porque de ese trabajo han salido y salen jóvenes laicos y laicas, matrimonios, familias, como José Luis, Lourdes, Nacho, Laura, que son auténticos modelos de fe madura, alegre y entregada. Personas laicas que nos dan hoy lecciones de fe a los sacerdotes que hemos estado a lo largo de los años con ellos. Que forman parte de esa nube de testigos que, según la Carta a los Hebreos, nos rodean y nos ayudan a sostener la fe: “También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Hebreos 12,1-2)
¡Gracias por vuestro ejemplo y mucho ánimo! ¡Gracias por ocupar un lugar privilegiado en nuestra nube de testigos!