Disquisición sobre Lutero y su obra. (1/3) ©

Es corriente que se busque una efemérides para justificar un tema. Así, para tratar del protestantismo podríamos elegir la del próximo 31 de octubre. Mas si es de Lutero y de sus hijos tampoco se necesitan efemérides dado que en los últimos lustros uno y otros gozan de evidentes adherencias en nuestra nueva liturgia y la más que nueva predicación.

De la protestantización de la misa,máxima expresión y culmen de la religión católica, bien saben mis lectores que ya fue intentada, en patente fraternidad entre el marxismo y el progresismo, en el Bilbao de Aguirre e Irujo, con remedos sin sacrificio ni presencia real. Tal como informaba mi post de hace dos años, entre las reformas desacralizadoras obedecidas por "nuestra" jerarquía y los objetivos luteranos o humanistas.

Simultáneamente, sobre la alfombra del Frente Popular diversas asociaciones y sectas protestantes se metían en España por la puerta de la Generalidad de Cataluña, presidida por Lluis Companys, para desarrollar una vil campaña de difamación contra los católicos, entiéndase contra la Iglesia. No se destacaron por mostrar sus huellas de fe cristiana, que aún en su herejía conservan, sino en atacar a la Iglesia con panfletos increíbles...

Lea mi lector el número 593 de "El Heraldo de Figueres", donde el Pastor López Rodríguez proponía a los gobiernos de la Segunda República "progresos" que hoy, en 2014, o han logrado o están a punto de lograr con el poder de algunos obispos, cardenales y, en general, todo ese citoplasma llamado espíritu conciliar que durante más de cuarenta años ha sido sucedáneo del Espíritu Santo y hasta del propio Concilio.

Entre los objetivos del Pastor López Rodríguez, se incluían:
"Decretar un impuesto sobre todos los grandes negocios y actividades económicas que se desarrollan en la Iglesia..."
"Que todos los edificios propiedad de la iglesia paguen contribución."
"Prohibir toda manifestación religiosa en la vía pública."
(Aún si sus habitantes fueran creyentes desde el alcalde hasta el cartero, o de la comadrona al enterrador.)


Nada nuevo bajo el sol

Antes de hablar del protestantismo contemplemos algunos cuadros de aquellos tiempos para mejor interpretar estos de ahora.

Descubramos, en primer lugar, que solicitar la reforma no fue iniciativa de Lutero. La pidieron varias veces los reyes de España. Fernando el Católico propuso al Papa, Julio II, que en el V Concilio Lateranense (a. 1512) se abordase restablecer la disciplina a los corrompidos que copaban "el lugar santo", y sentar principios dogmáticos con que regirse al dictado de los Evangelios. Julio II murió apenas celebradas cinco sesiones del citado Lateranense.

Tras años de desvergonzada molicie, Roma empezaba a ser -¿Con la ceguera del Papa? "Chi lo sa?"-, el lupanar que pronto avergonzaría a todo católico que la conociera por dentro. Pequeña muestra de ello, pero significativa, se nos dio unos años antes, en vida de Isabel I, de Castilla, cuando Sixto IV envió como legado a don Rodrigo de Borja (a. 1472). El mismo que más tarde sería papa Alejandro VI. Los reyes Isabel y Fernando se escandalizaron de sus visitas a algunos señoríos difundiendo las nuevas ideas que empapaban su persona. Solo su bagaje ya mostraba despego de las enseñanzas cristianas por el lujo que ostentaba en sus ropas y adornos, entre lo que merece destacarse una cubertería de oro que enfadó a la reina por el escarnio que infligía a su propia condición de representante sacro y siervo de Cristo. (cf, Isabel, Rodriguez Valencia)

Más tarde, ocupando ya el trono de sus abuelos, don Carlos I, de España, y V de Alemania, comprendió que Roma sería muy difícil de salvarse de sí misma y que la poderosa facción de clérigos se resistiría a hacerse el harakiri prevenida de que, si se enfocaba un concilio reformador, de él saldrían medidas severas contra tal camarilla de vividores. Ante esta situación (a. 1526), al igual que antes el rey Fernando, su nieto Carlos V instó la convocatoria del concilio reformador para atajar que se afianzara en sus territorios alemanes la disidencia luterana.

El Papa, Clemente VII, en un principio no ya rechazó entenderse con el emperador Carlos para enfrentar la herejía protestante y abrir un concilio sino que prefirió combatirle aliándose con su enemigo, el rey de Francia, Francisco I que, ¡oh, casualidad!, de antiguo siempre se opuso a su convocatoria, en línea con los corruptos de Roma, los comerciantes venecianos y los turcos musulmanes... (!)

Extrañas situaciones estas, pero descifrables pues que tras la fachada de lo religioso subyacía un juego de intereses económicos y, por tanto, con secuelas sociales y políticas. Y dado que entonces, todavía, religión y poder estaban tan fuertemente unidos que no se podían imaginar separados, lo religioso no sólo fue razón sino catapulta de una catarata de cambios en el rango de valores. Abono al viejo proyecto judío de gestionar con sus expertos una dependencia general del dinero. (cf. Manuel Fernández Álvarez, de la Universidad de Salamanca)

Y ya sabemos cómo, finalmente, el Concilio, de Trento, se convocó por Paulo III. En su inicio dominado por los padres más influyentes de la Roma cortesana... hasta que Felipe II, prácticamente recién llegado al trono, se interesó en sus sesiones, con un legado real, deseando acorde con el Papa la fijación del Dogma y la subsiguiente depuración del clero; objetivo este en el que el rey español encontraba la mayor promesa de bienes tras la feliz experiencia en la Iglesia española de la reforma llevada a cabo por el Cardenal Cisneros

La segunda y tercera parte del Concilio fueron en realidad las mejores y decisivas. En su desarrollo Felipe II y España merecieron el apodo de "Martillo de herejes", y "Luz de Trento" por la intervención directa e indirecta de nuestros irrebatibles teólogos, padres conciliares y Cuerpo Diplomático.


La realidad del humanismo.
Otro engaño de la ingeniería del lenguaje.


A muchos ha parecido que el humanismo es una propuesta que facilita la práctica popular de la religión cristiana. Pero si se comparan su teoría y sus realidades, aun a ojeo rápido vemos que todo desemboca en quitarle a Cristo-Jesús esa su virtud única de Hijo de Dios, «por el que fueron hechas todas las cosas, y sin Él nada se hizo de cuanto ha sido hecho». (Jn 1, 3) El mismo del que San Pablo proclamaba que llegada la plenitud de los tiempos, «siendo igual a Dios... se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, semejante a los hombres» (Fil 2, 6-ss) para enseñarnos la verdadera religión. Como estaba profetizado en las escrituras antiguas. (Is 54, 13; Jn 6, 45) Pero de esta noticia y siempre tremenda verdad, la generalidad de los católicos (?) españoles, incluidos los que se tienen por lo más de lo más, es poco vivida. Y papel mojado para los que osan hablar en nombre de la Iglesia con el subliminal meollo de doctrinas humanistas -protestantes- con que insensiblemente se siembra la idea de que Cristo no es Dios. Mucho más en los nuevos símbolos que en las viejas palabras. ¿Acaso, a los fieles ingenuamente confiados en sus pastores, no les induce la mentalización protestante canturrear domingo tras domingo: "Alrededor de tu mesa venimos a recordar..."?

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En próximos posts seguiremos hablando de Lutero y del protestantismo.

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