Manolete (II): Lupe, el amor de su vida y de su muerte. ©

Foto.- El firmante de este blog, en 1987,
con amigos del planeta taurino.


Por fin, tras seis años, se ha estrenado en Madrid la película “Manolete” que tendría que haberse titulado “Lupe Sino”, pues más que al torero se dedica a las relaciones de éste con su amante. Encima con escenas sosas en las que Penélope Cruz hace lo que puede. Pero, se trate de dar metros a Penélope o gloria al personaje, ni con referencia a la historia real ni con la construcción dramática de las relaciones íntimas – obviamente sacadas de la imaginación -, la película vale siquiera la mitad del coste de la entrada.

De poco valen un voluntarioso Nacho Aldeguer, en el papel de Luís Miguel Dominguín, o el buen profesional Echanove haciendo de apoderado. Si alguien piensa curioso en la figura de Manolete, mejor le será abstenerse de ver este bodrio y tomarse unas cañas con los amigos. De lo cual algo de culpa le cabe también al actor Adrien Brody que nada más hace pasar por la cámara. Y es que guión y dirección carecen del mínimo entusiasmo, quizás porque el personaje, Manolete, es demasiado pollo para tan poco arroz de película.

Pero ya que se ha querido dar a Lupe-Penélope el mayor porcentaje de planos, hablemos de la trascendencia de su relación con el torero. De si fue víctima o victimaria, de si sus vidas estaban atadas por el amor o por la seducción... No es asunto secundario o de una privacidad intocable; de esta relación se han publicado libros marcados por la simpatía hacia la joven proletaria presuntamente maltratada por "la camarilla de vividores que dominaba a Manolete". Mas nada está tan lejos de la verdad.

Quién era cada quien

Sí, es verdad, todos nacemos hijos de Dios. Pero, además, hijos de nuestros padres y consecuentemente herederos de sus genes, de su educación, de su patrimonio y de su vida social. Y si esto fuera poco, que es muchísimo, también somos hijos de nuestro tiempo que aporta un conjunto de influencias de todos los colores, río revuelto en que algunos son como troncos arrastrados por la corriente. Parece que a partir de estos condicionantes, circunstancias que diría Ortega, poca libertad nos quede para el mal o para el bien, el acierto o el error, la felicidad o la desgracia.

Sin embargo, aun con todo lo dicho somos siempre libres para aceptar las cartas que la vida nos dio y elegir jugarlas con inteligencia y arrojo, o con trampas y vileza. Ambos extremos se apoyan mucho en el fondo educacional recibido. Naturalmente, en el caso de Manolete y Lupe Sino, como en cualquier otro, no intentaremos suplantar a Dios y juzgar sus conciencias; es asunto exclusivo de Él. Como el Evangelio enseña, nosotros somos, todos, portadores de grandes vigas así que no pretenderemos elevarnos ni un codo sobre las briznas de los demás. Pero, de tejas abajo, teniendo en cuenta lo que se cuenta y lo que se filma, debemos sacar orientaciones de criterio, o enseñanza en cabeza ajena acercándonos a sus historias personales. Las de antes de que la pareja se conociera.

Manolete

Sería exagerado pormenorizar datos biográficos. Lo que debemos retener es que nació en el seno de una familia cordobesa de clase humilde, que no quiere decir humillada como se adoctrina desde que Caín no aguantó a Abel. Una familia digna y cristiana asentada en dos pilares: el padre de “El Monstruo”, también llamado Manolete y que en su época tuvo éxito hasta que cierta minusvalía le impidió seguir su carrera; y la madre, Angustias Sánchez, quizás el personaje más importante de toda esta historia, que casó con él viuda de otro torero. Mujer a todas luces excepcional, entregada como tantas otras buenas mujeres a construir un hogar y a cuidar de su familia. Hay que colocarse en su tiempo y escudriñar el desvelo diario de que todo se guíe por las normas morales, no siempre cómodas, de la fe católica. Ese niño fotografiado al lado del Corazón de Jesús, junio de 1925, recién hecha su Primera Comunión, ya nos descubre la fuente y el nido de donde fluyeron las virtudes del gran torero. Las que obligaban a todos los que le conocían a admirarle y quererle; y más que en ningún otro círculo, entre los incondicionales camaradas a vida y muerte de su cuadrilla.

Lupe

Son pocos los apologistas de esta mujer de afortunada naturaleza. De entre ellos la autora de “Lupe, el sino de Manolete”, Espasa, 2007, Carmen Esteban. Puesto que nos traspasa una visión muy personal y entreverada de mentiras. Todo lo que toca en su libro me parece de elección para este artículo, pero en sentido contrario, claro está. El editor nos presenta a la autora: "Carmen Esteban ha vivido durante veinticinco años la noche madrileña a diario, aunque, eso sí, descansando los domingos..." Se nos muestra por activa y pasiva apasionada defensora de la señorita Lupe Sino y, además, aprovecha constantemente sus cuartillas para volcar sus convicciones hacia el ser y estar de los biografiados.

Es destacable su llamada de atención a que Manolete, que se llevó a México a su amante, volviera a España con un aspecto famélico y una alarmante pérdida de peso. La señorita Esteban nos recuerda la noticia de que el diestro pensaba tomarse un año sabático porque se encontraba verdaderamente exhausto, sin fuelle. «Y como durante el franquismo la mayoría de la población era analfabeta, lo de sabático se tradujo como que el diestro descansaría a su regreso de América por espacio de un año.»

Puntualicemos a doña Carmen: 1) La población española de base era analfabeta desde siglos y sólo Franco fue quien a su muerte la dejó Bachiller, elemental y superior. 2) Un año sabático se entiende de descanso todo él entero. Justo se llama así porque se concedía, remunerado, a ciertos funcionarios del Estado cada siete años, en recuerdo de que Dios descansó al séptimo día. Ser analfabeto no sólo es no saber leer.

Lupe Sino era el nombre artístico de Antonia Bronchalo Lopesino, nacida el 6 de marzo de 1917, en Sayatón (Guadalajara), de padres anarquistas. Era la segunda hija de nueve hermanos. Cuando Antoñita cumplió los catorce, la familia decidió mudarse a Madrid, donde enseguida las hijas empezaron a trabajar de sirvientas. A quien sume a 1917 los 14 años de edad no le escapará que la fecha, 1931, era la de proclamación de la Segunda República Española. Los Bronchalo eligieron esta ocasión para cambiar su suerte.

A los pocos años, al esplender su naturaleza Antonia se descubrió guapísima, sensual y muy atractiva para los hombres. Pronto conoció al director de cine, Fernando Mignoni Monticelli y con su ayuda, pudo introducirse en círculos nocturnos como lo era el club bar americano de Perico Chicote. Allí, por sus dones naturales y los méritos de su alegre carácter trató - como "dama de alterne" (sic) - con hombres de negocios, toreros, industriales, banqueros "y algún ministro de Franco".

Una tarde, en la Monumental de Madrid, Manolete, después de matar se fijó en ella que estaba en barrera. Y a los pocos días Pastora Imperio se la presentaba en Chicote. A partir de esa noche se inició la relación que iba a tener insólita trascendencia en la historia del toreo. Aquella mujer cambió al torero como calcetín vuelto del revés. Le absorbió, le anuló, le asfixió y le exprimió. Manolete frecuentó la vida licenciosa amordazando en su fuero los principios más sagrados inculcados en su casa. Ciego, entregado a la pasión de la experta dama de mundo empezó a beber y a trasnochar en juergas flamencas. (Cf. op, cit.)

Avanzando la aventura hacia compromisos más serios y viendo doña Angustias el peligro de su alma con malos presagios para su felicidad futura, le escribió una carta en la que le aconsejaba: "Hijo, por Dios te lo pido, deja ya a esa mujer de la que se sabe que por su cama han pasado multitud de hombres, incluso muchos casados." (cf. Tico Medina, "El día que mataron a Manolete".)

Carmen Esteban, la gran admiradora de Lupe, en su libro ya citado nos apunta sin ambages la razón de su éxito con el torero y la preocupación de la madre: « (...) sus inicios como dama (!) de alterne en el bar Chicote de Madrid y, desde luego, su relación (...) marcada por una pasión tan intensa como mutua, rodeada de zozobras y aventuras, y condimentada con whisky y cocaína a granel.»

La muerte en la plaza de Linares.

Creo que sobran datos para que el lector se haga idea de a qué mujer los incondicionales de Manolete empezaron a llamar "La serpiente". La actriz de cuna anarquista con el soldado nacional, la chica de alterne con el hijo de doña Angustias, la emigrante al nuevo Madrid libertario con el niño fotografiado junto a un Corazón de Jesús.

Cuando volvieron de México, Antonia quiso cerrar ya la fecha de la boda y darla a conocer a todos sus amigos. Manolete no se arrancaba y el enfado de "la serpiente" fue enorme. Decide darle achares con "viejas amistades" (sic) para más presionar al que sabe preso en sus anillos. Tico Medina es más explícito: "Manolo la amó, y mucho. Tanto que en su corazón anidó el áspid de los celos..." Por tanto, le castiga y no le acompaña a Linares. Se va al balneario de Lanjarón (Granada). A pesar de la reserva en él proverbial, todos los acompañantes saben que la causa de esa ausencia es el retraso de Manolo en confirmar el noviazgo. Todos conocen a la mujer como una cazafortunas; todos saben cuánto se ha beneficiado su familia de la relación con él, que ha librado a sus hermanas de la prostitución... El maestro, triste y silencioso, entristece y calla a sus fidelísimos amigos.

Pocos días después de la cogida Luis Miguel Dominguín pronunció estas terribles palabras: "Manolete quería morir aquella tarde." (Tico Medina, op. cit.)

La habitación del hospital de los marqueses de Linares

Es conocida la falta de sangre y suero, la inutilidad de los esfuerzos por resolver rápidos auxilios. Álvaro Domeq viendo que el tiempo pasa, inspirado por su sentir religioso busca al capellán del Hospital, el P. Antonio Martínez para que confiese a Manolete. Le preguntan a éste si le parece bien y Manuel Rodríguez contesta: "Sí, por supuesto". Al salir de la habitación el cura comenta: "Ha quedado muy tranquilo."

Llega apresurada Lupe y quiere forzar que la dejen entrar. Le dicen: "Si le quieres de verdad, ahora no pases. Te avisaremos si te llama." Pero de las últimas palabras de Manolete no se registra ni se recuerda una sola dedicada a Lupe. Los presentes, principalmente médicos, coinciden en éstas: "¿Y murió?", preguntó a su asistente. "Sí, maestro, Islero murió sin requerir puntilla." (Honra del matador.) A las 9 de la noche: "Tengo sed... un poco de agua." Minutos después pide le dejen dar unas chupadas a un cigarrillo y al echar el humo exclama: "¡Cómo lo estará pasando mi madre...!" Se dirige al Dr. Guinea: "Don Luis, ¿me va a operar?" Después, algo asustado: No veo, no veo nada!" En la atmósfera más triste que se puede imaginar, finalmente llama a su peón, el que tantas veces le salvó de la muerte: "¡David! ¡David!" Cuando se fueron a México, David había echado el órdago de que si iba la "serpiente" él no les acompañaría, a lo que Manolete contestó: "Pues quédate en Córdoba y cuidas de mi madre." Ese "David" fue el último nombre en su boca, sin duda porque doña Angustias fue su último pensamiento.

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La carrera artística de Lupe Sino cayó en picado. Los círculos habituales le hicieron el vacío y sólo intervino en la película "El Marqués de Salamanca", de Neville, para la que ya había sido contratada. Se fue a México donde se casó con un millonario y en muy corto tiempo le abandonó pero sin divorciarse porque, según dijo uno de sus allegados, no le convenía. Se volvió a Madrid a su piso del Paseo de Rosales donde fue encontrada muerta de un derrame cerebral. Era el año 1959. Lo de que murió con el nombre de Manolo en sus labios es algo que nadie puede asegurar.

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