Es la antropología, estúpido

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Parafraseamos la famosa cita "es la economía, estúpido" para mostrar que lo que en realidad está en la base de todas las discusiones actuales es la concepción del hombre, la antropología, tema central de los últimos Papas.

Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado. (Laudato Si) Allí Francisco desarrolla la Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno, que ha colocado la razón técnico-economicista sobre la realidad y no siente la naturaleza como norma válida, ni refugio viviente.

Por eso ha llegado el momento de volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo.” …(LS 116)

La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado…» (FT 273)

«este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión... (Centesimus annus, 53)

 «Es la economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una frase usada por Bill Clinton en la campaña electoral de 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Luego la frase se popularizó para destacar lo esencial en determinada situación. Ha sido utilizada para otras cuestiones consideradas esenciales, como «¡es el déficit, estúpido!», «es la empresa, estúpido», «son las matemáticas, estúpido», «son los votantes, estúpido», etc.

Hoy tomamos su estructura provocativa, para invocar un aspecto fundamental que no siempre es tenido en cuenta pero que está en la base de la mayor parte de las discusiones en la sociedad.

Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado. (Laudato Si)

Tal como hiciera en Evangelii gaudium, Francisco vuelve a denunciar un relativismo práctico donde el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, da prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. El mejor ejemplo de esto es el modo de vida basado en la omnipotencia del paradigma tecnocrático como expresión de poder humano sin límites, que termina ocasionando a la vez la degradación ambiental y la degradación social. (LS 122)

El paradigma tecnocrático, modelo que Francisco resume como causa de los males contemporáneos, constituye una super-ideología transversal a las viejas ideologías cuya antropología autosuficiente (beneficiosa para algunos y trágica para muchos), se erige como absoluta y prescinde de toda religión o ética que esté por encima. “Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines”. (LS 203).

Francisco dedica todo el capítulo III de Laudato Si para tratar la Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno, que ha colocado la razón técnico-economicista sobre la realidad y no siente la naturaleza como norma válida, ni refugio viviente. La ve sin hacer hipótesis, prácticamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se encierra todo, siéndole indiferente lo que con ello suceda. Si no hay naturaleza creada con un “hardware” originario, se puede hacer lo que uno quiera (o, mejor dicho, lo que el grupo de los poderosos determine). Parafraseando a Dostoievsky que decía “si Dios no existe, todo está permitido”, podríamos hoy afirmar que “si la naturaleza no tiene un diseño original, todo está permitido”.

Por eso Francisco concluye: «No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado». (LS 115) ya que “por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia, el ser humano está llamado a respetar lo creado con sus leyes internas, ya que «por la sabiduría el Señor fundó la tierra» (Pr 3,19) … El hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas». (LS 69).

Desmesura antropocéntrica

Francisco afirma que en la modernidad hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con otro ropaje, hoy sigue dañando toda referencia común y todo intento por fortalecer los lazos sociales Por eso ha llegado el momento de volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo.” … incluso hubo en el pasado, una “presentación inadecuada de la antropología cristiana que respaldó una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo”, presentándolo como dominador absoluto y no administrador responsable. (LS 116). Por eso, “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología” (LS 118)

Antropologías relativistas e Identidades asesinas

Amin Maalouf, en su imprescindible libro “Identidades Asesinas”, denuncia la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. A esta lucha referida hace más de 20 años, podríamos agregar actualmente un sinnúmero de nuevas identidades en pugna, basadas en constructos ideológicos, que aparecen todos los días para denunciar que han sido víctimas (reales o no) y esto les da una supuesta superioridad moral para reclamar no sólo su razonable resarcimiento sino también el escarnio del contrario -que es a priori “culpable”- y conquistar una hegemonía sin entendimiento y complementación con los demás. Cuando nuestras identidades, que en el mundo actual Maaluf encuentra múltiples y superpuestas, no tienen un humus común, una antropología adecuada, se vuelven desquiciadas.

 En Fratelli Tutti, Francisco llama a trascender este “mundo donde aparecen constantemente, y crecen, grupos sociales que se aferran a una identidad que los separa del resto” …un esquema donde la pertenencia como “socio “a tal identidad excluye la posibilidad de volverse “prójimo “de los demás. (FT 102)

 Posteriormente, Francisco propone una construcción en común mediante un “auténtico diálogo social respetando el punto de vista del otro y aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía…y beneficie a toda la sociedad “(FT 203). Por lo tanto, el diálogo social nunca podría basarse en el escarnio de la identidad ajena.

Antropología trascendente como fundamento último de una vida humana

 En Fratelli Tutti, Francisco vuelve a recordarnos cuál es la raíz de una antropología que permita construir una sociedad más dialógica y solidaria: «Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros.

Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. [...]

La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado…» (FT 273)

La Antropología, camino de la Iglesia

A los 100 años de la Carta Magna de la Doctrina Social de la Iglesia, la Rerum Novarum, Juan Pablo II nos decía respecto a esta antropología como foco de la atención de la Iglesia: En los últimos cien años la Iglesia ha seguido la evolución de la cuestión social… Su única finalidad ha sido la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo, hacia este hombre, que, como el Concilio Vaticano II recuerda, es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna.

https://prezi.com/_vzdozemcxv5/religion-el-hombre-es-el-camino-a-la-iglesia/ 

No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio… la Iglesia no puede abandonar al hombre, y que «este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión... (Centesimus annus, 53)

Guillermo Jesús

Poliedroyperiferia@gmail.com

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