Todos los Santos, algunos santos
| Gabriel Mª Otalora
Todavía hay quienes no tienen clara la diferencia entre el día de Todos los Santos con el día siguiente, dedicado a los fieles difuntos. El primero es unacelebración que se remonta al siglo IV, y cuyo origen era honrar a la gran cantidad de mártires por las persecuciones que sufrieron los cristianos, sobre todo a manos del emperador Diocleciano. Y después por extensión a todos los demás santos y santas desde la esperanza de cuántos nos esperan en la otra vida gozosa.
En cuanto al día de los Fieles Difuntos, también conocido como Día de las Ánimas, lo que me ocurre es que no entiendo que sea una fiesta litúrgica cuando el objetivo es que se dedique esta jornada a la oración por todas las almas. Y al ser al día siguiente a Todos los Santos, más parece que unos son los elegidos y el resto ya veremos; un día de precepto y el otro voluntario. Con este enfoque, me parecería más importante la liturgia de “los fieles difuntos” que la de los “ya santos”. Entiendo el fondo, pero no comparto las formas que con el paso del tiempo se distorsiona el fondo de la Buena Noticia. Y por lo mismo, no comparto que el sacerdote se reviste de blanco el primer día y de morado el segundo.
Entiendo mejor un solo día de gozo y de esperanza con la casulla blanca celebrativa que representa la Resurrección como anhelo, como de hecho va calando en algunas parroquias en los funerales, con el celebrante de blanco en lugar de ese color morado, triste, por mucho que represente litúrgicamente la esperanza, confundido con el también “color Cuaresma”.
El Día de difuntos nos viene a decir que ya veremos, que ojalá, pero… Esto no es un planteamiento esperanzador cristiano. Si ya toca reformar la liturgia eucarística ¡vaya que sí toca! para que sea participativa y celebrativa de verdad, bien harían lo que están en estos temas en darle una vuelta al ritual porque ya no conecta con el fondo cristiano pretendido desde el Mensaje de Jesús.
Si además escuchamos en la Consagración de bastantes misas que Cristo “murió por muchos”, es difícil que no haya quienes lo interpreten literalmente, es decir, que no murió por todos. Y esto lo unan, en estas fechas, a la liturgia del Día de Difuntos. Como si Dios pudiera excluir de su amor a alguna persona; otra cosa sería si alguien quiera excluirse del amor de Dios.
En esta cuestión de la traducción latina de pro multis como sinónimo de “por todos” se puso a votación durante la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal italiana en 2010. Y, según los datos filtrados por el vaticanista Sandro Magister, de los 187 votantes, 171 votaron a favor de per tutti que refleja mucho mejor que Cristo murió por todos. Pero Benedicto XVI se resistió, a pesar de que son palabras del Jueves Santo, el día del Amor Fraterno total y universal.
Esta Misa de Difuntos y esta traducción de la fórmula de la Consagración (que no casa bien con la parábola del hijo pródigo) tienen más de exclusión -subliminal- que de acogida universal. Y con las cosas del Amor de Dios, creo que no se debe especular tan restrictivamente.
Puede que haya a quien esta reflexión le parezca bizantina, lo sentiría de veras; ojalá que al menos provoque un minuto de reflexión.