Más claro, imposible
| Gabriel Mª Otalora
Ni con la bronquitis aguda que le ha obligado a permanecer en el hospital, Francisco deja de generar esperanza para los más vulnerables con su denuncia profética, ambas de la mano, esperanza y mensaje, como tiene que ser para alentar a los que más sufren. Esta vez, el Papa se dirige en una Carta a los 439 obispos de Estados Unidos, que amplía sus recomendaciones a todos los católicos y a todas las personas de buena voluntad en torno al drama de las expulsiones que Trump ha ordenado sin ninguna humanidad.
En los textos bíblicos es donde el Papa fundamenta su mensaje para referirse aldesplazamiento forzoso de la emigración que exige Trump como algo contrario al Evangelio, y que por ello cuestiona radicalmente nuestra fe. Francisco recuerda la esclavitud en Egipto o la huida de la Sagrada Familia como refugiados en Egipto. Son textos que muestran la revelación de Dios que se hace emigrante y refugiado, vinculando para siempre el amor de Dios con el amor al prójimo. Esta carta es una llamada a que la ley no sea retorcida contra la dignidad de millones de personas, y que no está siendo legítima en su aplicación.
El Papa recuerda a los obispos que son llamados a actuar ante las deportaciones masivas haciendo referencia clara a oponerse a la criminalización y deportación de inmigrantes y de familias enteras angustiadas ante la inminente expulsión, personas vulnerables y sin protección. Una vez más, el Papa vincula el verdadero Estado de Derecho con la protección de la dignidad humana para que este sea auténtico y creíble, y con la responsabilidad episcopal de por medio.
En otro lugar del texto les anima a los prelados recordándoles que Dios estará presente en todo lo que hagan para proteger y defender a las personas y comunidades consideradas ¡menos valiosos, menos importantes o menos humanos! (n.8). Y deja claro que espera su responsabilidad en la defensa de este atropello en marcha, al tiempo que abre el foco a todos los fieles de la Iglesia católica, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, exhortándoles a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados.
Con caridad y claridad todos estamos llamados a vivir en solidaridad y fraternidad, a construir puentes que nos acerquen cada vez más, a evitar muros de ignominia, y a aprender a dar la vida como Jesucristo la ofrendó, para la salvación de todos. Para ello es necesario una política que regule una migración ordenada y legal, lo cual nos debe movilizar contra la injusticia de este nuevo tiempo trumpista con el Evangelio en la mano para no ceder ante las narrativas discriminatorias
La pregunta que queda para cada obispo y para cada cristiano en los Estados Unidos, es si cada uno está dispuesto a seguir a Jesús, a soportar la persecución, y en última instancia sufrir formas modernas de crucifixión. Las últimas palabras del Papa recuerdan que “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará (Mat. 16, 24-26).
La profética Carta del Papa es todo un recordatorio de que la credibilidad de la fe cristiana se encuentra en las acciones personales y comunitarias, en ambas, dando testimonio del mandato de Jesús de amar a todos, y hacerlo preferencialmente a los más pobres y excluidos. Este es el verdadero ordo amoris tan ligado a la parábola del buen samaritano, es decir, “el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”, afirma el Papa Francisco. El mensaje concluye dejando claro que, preocuparse por la identidad personal, comunitaria o nacional, al margen de estas consideraciones, acaba por imponer la voluntad del más fuerte como criterio de verdad. Más claro, imposible.