La sangre es símbolo de vida en todas las culturas, al ser el líquido que recorre el cuerpo y sin el cual es imposible que se dé la existencia de la mayoría de seres vivos en nuestro planeta. Su composición le confiere esa cualidad maravillosa de transportar el oxígeno hasta las células y retirar el CO2 de las mismas, depositándolo en los pulmones para su expulsión. Este intercambiador sanguíneo se produce debido a la cualidad química del hierro, que es capaz de actuar bajo dos valencias distintas, lo que le permite tomar oxígeno y dejarlo, de ahí sus cualidades para el transporte, y de ahí su color, desde siempre vinculado con la vida.
De la misma manera que la sangre es el líquido vital, también lo es para la estructura cultural de todos los pueblos. La sangre está presente en infinidad de ritos, tanto de sanación como de purificación, que viene a ser lo mismo. Por eso, en algunas culturas se utiliza la sangre de los inocentes para purificar lugares y personas, mediante un rito cruento que transfiere supuestamente la fuerza que reside en la sangre del inocente a un grupo o a un individuo. Estos ritos, muy extendidos en la antigüedad, están hoy afortunadamente en desuso. Sin embargo, existen otros 'ritos modernos' que han vuelto a poner la sangre en el centro de la estructura sanitaria mundial.
Desde hace unas décadas, el avance de la sanidad en los países desarrollados ha generado técnicas que permiten la curación de personas que hace un tiempo no era posible, pero estas técnicas requieren de algo fundamental que la ciencia aún no ha sabido imitar a la naturaleza: la sangre. La sangre es un compuesto imprescindible a la hora de gran número de tratamientos, así como para la realización de operaciones y transfusiones de todo tipo. En la mayoría de países, la sangre se obtiene mediante donaciones voluntarias, realizando campañas de concienciación entre la ciudadanía. Es el caso de España, donde muchas personas donan sangre de manera sistemática o puntual durante el año, lo que permite atender una parte importante de todas las necesidades. Ahora bien,
cuando falta sangre, especialmente el plasma sanguíneo, se recurre a la compra, que proviene de Estados Unidos. Este país se ha convertido en el suministrador del 70% del plasma sanguíneo mundial. Sus exportaciones de este producto suponen el 2% de todas sus exportaciones, lo que nos permite conocer la importancia de tal comercio.
El motivo por el que EE.UU se ha convertido en el suministrador mundial de plasma sanguíneo es que allí está permitida la venta de sangre. Los datos no dejan lugar a dudas: el 25% de la población vende habitualmente u ocasionalmente su sangre. Las empresas que se dedican a este negocio tienen instalaciones en los lugares más propicios para ello, generalmente en los barrios más pobres. El 90% de los 'donantes' son personas en paro, con bajos ingresos o con algún problema financiero. El resto son estudiantes que mediante este procedimiento ayudan a financiar los estudios. Una persona que se convierta en donante permanente debe acudir dos veces por semana a la extracción, con una donación media de medio litro de sangre. Esto está llevando a muchas personas a situaciones límite, pues habitualmente se hace para cobrar los 240 dólares mensuales, lo que no permite mantener una alimentación suficiente como para recuperar las proteínas y el hierro necesario, lo que los lleva a la anemia y a no poder seguir 'donando' su sangre, ya no es útil.
Estamos ante una clara vampirización de una parte de la sociedad americana. Un tercio de la población no tiene seguro médico que cubra sus necesidades sanitarias. La mitad no tiene un plan de pensiones. Un cuarto de la población no dispone de un trabajo que cubra sus necesidades. Todas estas personas son la cantera para sostener un sistema de extracción sanguínea para sostener a aquellos que sí se lo pueden permitir. Si en EE.UU todo el mundo tuviera cubierta la sanidad y una pensión en la vejez, sería muy difícil que el número de quienes vendieran su sangre fuera suficiente para cubrir las necesidades de quienes sí lo pueden pagar. Por tanto, estamos ante un nuevo rito, un 'rito moderno', que permite obtener el líquido vital de los 'inocentes' para que un grupo pueda disfrutar de sus beneficios. Se trata de la extensión de la lógica del mercado a lo más íntimo de la vida humana, para poder satisfacer las necesidades de un grupo social cada vez más reducido.
El capitalismo en fase terminal se va pareciendo cada vez más a una especie de feudalismo: una clase social se impone al resto de la sociedad y le obliga a servirle con todo lo que tenga a su alcance, sea trabajo, bienes o sus propios cuerpos. El neoliberalismo ha impuesto una cultura de la privatización de la vida que llega a los extremos que vemos en EE.UU y que seguirá acentuándose en las próximas décadas, cuando hasta respirar aire limpio sea un privilegio de unos cuantos. Este proceso sistemático no va cesar y lo único que podemos hacer es oponer resistencia desde estructuras comunitarias, sociales y políticas que frenen la lógica del mercado, la privatización de los bienes comunes y la deshumanización de las relaciones sociales. La sangre de los inocentes, como dice el libro del Génesis, sigue clamando, solo los oídos atentos atenderán su grito de auxilio.