Cásate, sé sumisa y hazte policía.

Al ritmo que vamos no sería mala idea que las mujeres volvieran a las antiguas costumbres: buscar un buen partido, casarse, ser sumisas, aguantar cuanto quiera su hombre y así poder, al menos, vivir. De ahí que el bodrio publicado recientemente que aconseja esto mismo haya tenido cierta aceptación entre el público italiano, lengua de origen de la perpetradora del engendro. 50.000 ejemplares vendidos los quisiéramos para nosotros cualquiera que nos dedicamos al asunto este de la publicación de libros. Es muy posible que ni en cien vidas consigamos algunos publicar la cuarta parte de esa cifra y esta señora de lo ha conseguido en un solo país con un único libro. Eso demuestra que hay un nicho de mercado, pues no se entendería de otro modo que alguien vaya a la librería a dejarse sus euros por tal engendro. Sin embargo, hemos de reconocerle una virtualidad: destapar una perversión oculta dentro de ciertas mentes que se llaman creyentes. Para algunos y algunas, el lugar de la mujer sigue estando justo debajo del marido en todo momento.

En los años venideros bien podría ser una salida a la crisis. Yo recomiendo a las mujeres en edad casadera que busquen un hombre, da igual si es bueno o malo, se casen y luego se hagan policías, pues al menos tendrán la porra a mano por si acaso al maromo se le va la olla y se toma en serio lo de la sumisión. En todo caso, la profesión policial es la única a la que se augura un futuro esplendoroso, tan necesitamos como estamos de reprimir las protestas y suministrar amplias dosis de jarabe de palo, zumo de pelota de goma y elixir de cañones de agua. El futuro, decididamente, es de los violentos y a las mujeres se les ha abierto la puerta a la institución de los custodios sociales de par en par. Es una profesión pública, que no tiene recortes, segura y bien remunerada. Qué más puede buscar alguien en esta vida. Así es que, si eres mujer, ya sabes, cásate, sé sumisa y hazte policía. Si no encuentras un buen marido, al menos, estarás bien equipada para defenderte como decía aquel sacerdote de los de antes: "si te da, dale, si las fuerzas son iguales".
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