Un erial, un páramo yermo y desolado.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE), tradicionalmente conservadora en sus análisis sobre la escasez de petróleo y las consecuencias del cambio climático, ha publicado su informe de 2012, cuya lectura no deja mucho lugar a la esperanza si se sabe leer entre líneas. Aunque quiere ser un informe abierto a las opciones de cambio, deja bien a las claras que ya es imposible evitar el escenario escalofriante de un aumento de 3,6ºC para finales de siglo. Hay que tener presente que esta agencia fue la última en sumarse a la afirmación del Peak Oil, hecho que se produjo en agosto de 2008, momento en el cual la extracción de petróleo crudo empezó a decaer de forma progresiva y sin fin hasta que no sea suficiente para mantener este modelo de desarrollo social. La AIE, de manera muy prudente, ha ido confirmando uno por uno todas las previsiones de aquellos que eran tildados como catastrofistas. Es decir, los catastrofistas tenían razón. En el año 2000 se extraían 77 millones de barriles de petróleo diarios y se consumían 78 millones, pero en 2013 el petróleo crudo extraído es de 68 millones de barriles diarios frente a un consumo de 90 millones. De dónde salen esos 32 millones que faltan. Salen de las arenas bituminosas, del esquisto y del petróleo pesado de aguas profundas. Este petróleo no tiene ni la mitad de poder calorífico del crudo y tiene un coste de extracción y procesado entre 20 y 50 veces superior al crudo. Además, y esto es lo más grave, su extracción supone una contaminación añadida, sea porque se liberan grandes cantidades de metano o porque se contaminan las aguas subterráneas. Todo esto lleva a la AIE a establecer como inevitable el ascenso de temperatura global letal de los 3,6ºC, recelando que será muy superior, siendo como son tan conservadores en sus vaticinios.
La locura que supone la búsqueda de recursos energéticos a cualquier precio está llevando al planeta a la catástrofe medioambiental. El estado de Texas, por poner un ejemplo, se está quedando sin agua potable debido a la extracción del gas de esquisto del subsuelo. El fracking resulta altamente contaminante y muy peligroso para el medio natural. En las aguas profundas del Golfo de México o de Venezuela se está poniendo en peligro la estabilidad del lecho marino. En las tierras bituminosas de Rusia o Canadá se destruyen grandes extensiones para extraer esa escasa energía. En las selvas tropicales se hacen perforaciones que otrora resultaban ineficientes y que ahora pueden resolver la adicción energética del modelo económico por unos meses. En los litorales donde hace unas décadas no resultaba rentable, ahora se proyecta perforar y poner en riesgo caladeros de pesca y el paisaje que atrae el turismo. Todo se pone en riesgo por un poco más de energía sin llegar a plantearse la necesidad de cambiar el modelo.
Según la AIE, en 2012 ya se había consumido la energía comprometida para 2035 si no queríamos sobrepasar las 450 ppm de CO2 en la atmósfera. Dicho de otra manera, 2013 es como 2035 en términos de cambio climático según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), y 2020 será como 2050 y 2035 como 2100. Es decir, a la vuelta de la esquina nos podemos ver con 450 ppm de CO2 en la atmósfera y 3,6ºC de aumento de temperatura media; una catástrofe climática en 22 años. Creo que es para pensarlo bien. De seguir como vamos dejaremos el planeta Tierra como un erial en el que no pueda sobrevivir la humanidad, un páramo abominable donde la desolación se extienda e impida la belleza que fue y aún hoy es esta maravilla de la Creación que es nuestro planeta.
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