Madre Teresa, una santidad mediática (traducción)




Christopher HITCHENS


« Los santos, escribía George Orwell en 1949, deberían siempre ser juzgados culpables, hasta que se haya probado su inocencia ». La carrera de Madre Teresa sugiere lo contrario. Mientras que la mayoría de las personalidades públicas ven su reputación juzgada a la luz de sus actos, Madre Teresa ve sus acciones evaluadas en términos de su reputación. Una reputación de santa, generosa, devota a la causa de los pobres y damnificados.

Dos ejemplos recientes. En noviembre de 1995, el pueblo irlandés debió decidir, por referéndum, el derogar la prohibición del divorcio. Irlanda era el único estado europeo en mantener esta prohibición. En ese entonces, el país negociaba con los protestantes de Ulster, quienes temían que un acuerdo con Dublín mantuviera el control del clero católico sobre sus vidas y, en parte por tranquilizarlos, la mayoría de los partidos irlandeses llamaron a votar “sí” en el referéndum. El escrutinio prometía ser muy cerrado (en definitiva, el “sí” llevaba el 50,3% de los sufragios), pero Madre Teresa, que no es irlandesa, llamó a votar “no”.

Algunos meses más tarde, en una entrevista con la revista estadounidense Ladies Home Journal, leída por millones de amas de casa, fue interrogada sobre su amistad con Lady Diana, princesa de Gales, y sobre su divorcio inminente en la familia británica, Madre Teresa no vaciló en explicar, hablando del matrimonio: “Está bien que haya acabado. No eran realmente felices”. Vemos, con Madre Teresa, que los pobres tienen derecho a sermones sobre moral y obediencia, pero las princesas se benefician de todos los perdones e indulgencias. Ningún periódico muestra sus declaraciones contradictorias por no empañar la imagen halagüeña de la “santa mediática”. Así pues, el contraste entre teoría y práctica dice mucho sobre Madre Teresa.

He aquí otros hechos, indulgentemente silenciados. En 1981, Madre Teresa se dirigió a Haití para aceptar la “Légion d’honneur”, la más alta distinción del país. La recibió de las manos de la familia Duvalier, a quienes les agradecería en un discurso entusiasta, explicando que el dictador Jean-Claude Duvalier –“Bébe Doc”– y su esposa Michèle no solamente “amaban a los pobres” sino que eran “adorados por ellos”.

Algunos años más tarde, en 1990, Madre Teresar visitaría Albania, país de donde son sus padres originalmente (ella nació en Skopje, capital de Macedonia). No tuvo ningún escrúpulo en dejar caer una corona de flores sobre la tumba del antiguo dirigente estalinista, Enver Hodja, fundador de uno de los regímenes más represivos de los Balcanes. Igualmente colocará otra en Tirana, al pie de un monumento “a la gloria de la Gran Albania”, que comprende, también, Kosovo (región de Serbia), el Imperio del Sur (situado al norte de Grecia) y la zona oeste de Macedonia (estado independiente). Numerosos albaneses se sorprendieron al verla al lado de la viuda del antiguo dictador y de que no dijo nada sobre las violaciones de los derechos del hombre.

En 1992, Madre Teresa intervino en el proceso de M. Charles Keating, uno de los más grandes embaucadores de la historia financiera de los Estados Unidos. Su estafa de las cajas de ahorros le había permitido meter mano sobre 252 millones de dólares, robados principalmente de pequeños ahorradores. M. Keating, que había conducido una campaña contra la pornografía previamente, había ofrecido a Madre Teresa 1.250.000 dólares así como el uso de su avión privado. A cambio, la “santa mediática” no vaciló en emplear su prestigio para ayudar a M. Keating. A tal punto que, cuando Madre Teresa envió una carta reclamando la clemencia del tribunal por un hombre que “ha hecho mucho por ayudar a los pobres”, uno de los fiscales le exigió restituir el dinero que se le había pagado (y que provenía del robo) pero, ella siempre tan inocente para poder detectar la deshonestidad de los otros, se negó a devolverlo.

« Misionera multinacional»

Si es evidente que Madre Teresa ha dedicado tiempo a los ricos y poderosos, ¿dónde quedó su abierta preocupación por los pobres y los débiles? El balance no es tan claro como se puede imaginar. Los médicos británicos y estadounidenses señalaron, por ejemplo, el nivel tan aleatorio [dejado a la suerte, nota del traductor] de las prácticas médicas en las pequeñas clínicas de Madre Teresa en Calcuta: sin analgésicos, lavando jeringas sólo con agua fría, en un régimen alimentario nefasto para los pacientes y una actitud fatalista respecto a la muerte. Esto no se explica por la falta de dinero. Las cuentas de la orden religiosa (católica), las Misioneras de la Caridad, no son públicas, aunque todos saben que las enormes sumas recogidas bastarían para asegurar ampliamente el funcionamiento de una clínica adecuada en Calcuta. Contrariamente, Madre Teresa habló con orgullo de haber abierto 500 conventos en 101 países, “sin contar la India”. El dinero ofrecido por los donadores para aliviar el sufrimiento de los pobres, ¿habría sido utilizado por la “multinacional misionera” para hacer proselitismo religioso?

Y ¿en favor de cuál teología? Madre Teresa defiende una versión muy intensa y simplista del fundamentalismo cristiano. Adoptando una aproximación tradicional del estoicismo y de la resignación, ella asimila el sufrimiento de los pobres como un don de Dios. Sobre las paredes de la morgue a su cuidado en Calcuta, se puede leer la inscripción: “Hoy voy al Cielo”. Demasiado lógicamente, Madre Teresa critica con firmeza todo proyecto político que lucha contra la injusticia y las desigualdades y muestra su simpatía hacia los católicos conservadores de América Latina y de Europa. No solamente condena con fuerza el uso de anticonceptivos, sino que proclama que jamás aceptaría “confiar un niño a una pareja adoptiva que antes haya consentido un aborto”. Además, en el discurso que pronunció en 1979, en el momento de recibir el premio Nobel, presentó la interrupción voluntaria del embarazo como el “principal peligro que amenaza la paz mundial”… Por tanto, no será sorprendente saber que Madre Teresa, en el seno de la Iglesia, no dejó de tomar partido, al lado del Papa Juan Pablo II contra la “teología de la liberación” y otras “herejías progresistas”. Ella explicó, además, que “Hay una cosa muy bella de ver: a los pobres aceptar su suerte y someterse a ella como en la pasión de Cristo. El mundo gana mucho con su sufrimiento”. Y puesto que los pobres estarán siempre en medio de nosotros, en efecto, ¿por qué no los utilizamos para ilustrar cuentos morales?

Pero, ¿cómo comprender que una mujer con opiniones casi medievales sea igualmente admirada por el mundo de laicos y por la comunidad de devotos? Una de las explicaciones es que muchos occidentales, con conciencia falsa frente a la miseria del tercer mundo están muy felices de delegar el deber de la caridad en cualquier otro. Y, habiendo concedido esta delegación-abandono, no desean examinar demasiado de cerca los motivos y los actos de este representante ambulante de su conciencia aliviada.

Contra el aborto y la anticoncepción

Madre Teresa puede asegurar con tranquilidad –como ella lo ha hecho más de una vez– que “jamás se tendrán demasiados bebés porque jamás se tienen demasiadas flores o estrellas”, por mucho que los partidarios de la planificación familiar se ofusquen. En setiembre de 1996, el Congreso estadounidense le concedió el título de “ciudadana de honor”, una distinción que solo la había obtenido antes que ella William Penn y su esposa (fundadores del estado de Pensilvania), Winston Churchill y Raúl Wallenberg. Sin embargo, en medio de una temporada electoral dominada por la pregunta sobre el aborto y el cuestionamiento del poder (que se ha mantenido por mucho tiempo) de la derecha religiosa, el voto del congreso fue unánime.

En enero de 1980, en Calcuta, Madre Teresa nos invitó a visitar el pequeño orfelinato que recién venía abriendo. Aunque el establecimiento no aminoraba de manera radical la inmensidad de los problemas de la ciudad, el proyecto era atractivo. Mientras la visita del orfelinato se acababa, ella sacude el brazo de repente y me explica: “Usted ve, es así como en Bengala luchamos contra el aborto y la anticoncepción”. La confesión tenía el mérito de la franqueza: el objeto de la actividad de Madre Teresa, que jamás buscó disimular su apoyo a una ideología dogmática, sostiene más aún el fundamentalismo conservador que las preocupaciones humanitarias.

Madre Teresa siempre ha evidenciado la ostentación en la elección de sus protectores: ricos, autoritarios y sin escrúpulos a la vez. Aunque algunos de sus defensores recuerdan que Jesús mismo estaba mal acompañado, metáfora por metáfora se puede afirmar que, el hecho de que continúe el apoyo de una opinión pública escéptica y materialista en consonancia con Madre Teresa es, a pesar de todo, una especie de… pequeño milagro.

Tradujo: Hanzel José Zúñiga Valerio.

Le Monde diplomatique: http://www.monde-diplomatique.fr/1996/11/HITCHENS/5888
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