Liturgia de la UBL Servir y amar: sacramento subversivo (Jn 13,1-17.31b-35)
Comentario al evangelio de la celebración "In coena Domini" del Jueves Santo 2021
| Hanzel J. Zúñiga Valerio
"Subvertir" quiere decir "dar vuelta" a algo: sub (abajo) vertere (voltear). Es "subversivo" aquello que "invierte" el orden, que trastorna la realidad asumida como "normal". La celebración del Jueves Santo, en su sentido primigenio, es profundamente subversiva: transforma valores y posiciona a los discípulos/as de Jesús en una encrucijada.
No se trata de las revoluciones que buscan intercambiar "puestos" para que, quienes están "abajo" ocupen el lugar de quienes están "arriba". Bajo esta lógica, la silla del dominador es ocupada por otra persona una y otra vez, de forma que la espiral de la violencia continúa. Esta propuesta subversiva consiste, más bien, en crear un "tercer espacio" donde se renuncie al maltrato y a los "puestos". Se trata, pues, de comprender que, en la marginalidad del Reino de Dios predicado por Jesús, no hay lugar para la exclusión, sino que los "márgenes", conscientemente asumidos, se convierten en espacios de creatividad donde se descubre a Dios más presente de lo que creemos [1].
Las lecturas de la liturgia In coena Domini nos hablan de acciones cotidianas que respondían/responden a esquemas culturales asumidos: cenar (1 Co 11,23-26), lavar los pies (Jn 13,1-15), narrar (Ex 12,1-8.11-14). Todas estas realidades tienen referentes establecidos ya que se cena en intimidad, se lava los pies como forma de hospitalidad, se narra como memoria que actualiza. Pero no todos podían sentarse a la mesa con el dueño de la casa, no todos eran designados para lavar los pies, no cualquier narración merecía ser revivida. Pues bien, en el relato del evangelio según Juan, Jesús se sienta a la mesa con todos/as, le lava los pies a todos/as, une el pasado con el presente incluyendo a todos/as. Su cena de despedida subvierte roles y encuentra a Dios en los reversos de la historia.
El evangelista Juan ha escenificado lo que Lucas solamente colocó en boca de Jesús como reprensión a sus discípulos ávidos de poder: "[...] el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve" (22,26-27) [2]. La vida comunitaria, también en los orígenes del cristianismo, siempre ha estado amenazada por las divisiones deshonestas que procuran romper vínculos. En este sentido debe entenderse el gesto de Jesús que "se abaja": es una parábola en acto, porque el relato concretizado en el rito interpela y exige el compromiso ético de todo/a aquel que quiera "tener que ver" con Jesús (v. 8). No solo es un gesto simbólico, sino que es un gesto profético de servicio [3]. Así pues, la "fracción del pan", en los inicios del plural movimiento de Jesús, ponía en evidencia esta relación servicio-sacramento.
La cena de despedida de Jesús parece pasar a un segundo plano en el relato del cuarto evangelio. A diferencia de lo que Pablo transmite en 1 Co 11, las palabras sobre el pan y el vino no aparecen en la narración de Juan. No se trata de una omisión involuntaria, sino absolutamente consciente: la eucaristía es el signo de la entrega total, de la donación incondicional "hasta el extremo" (v. 1), del compromiso libre de quienes "comen con" Jesús, ayer y hoy. Precisamente por esto, en los márgenes de la vida, "lavar los pies" al otro/a no es una privación sino una auto-donación. Tan presente está el "maestro y señor" cuando se parte el pan como cuando se extiende la mano y se toca la piel desvalida. Servir es una acción sacramental, eucarística realmente, pues dicho gesto desnuda la identidad de Jesús: su rostro se refleja en el agua sucia del recipiente que contiene los pies del otro/a [4].
El Jueves Santo trastoca los valores dominantes porque nos hace comprender que la autoridad verdadera se realiza en la entrega [5]. Una iglesia que no permee sus relaciones con el sello desinteresado del servicio y que no abandone sus "seguridades" económicas no es la comunidad de discípulos/as de Jesús. Se parece a Pedro que, en el relato, no permite "jamás" que le laven los pies (v. 8) porque se niega a comprender la "hora" de su maestro, es decir, su manifestación en la cruz. Curiosamente, Jesús ya había comenzado sus discursos de despedida (Jn 13-17) sin pedir nada a cambio, su entrega no tiene en cuenta ningún "si" ni ningún "pero" [6], nada más el compromiso de quien quiera imitarlo. Solo una iglesia sensibilizada por el dolor, que salga a la calle y "se accidente", es aquella que se deja lavar los pies y lava los pies a la humanidad. Solo así se descubre el sacramento del servicio y la memoria del Jueves Santo se vuelve "fraterna y subversiva":
"[...] Comiéndote sabremos ser comida.
El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de tu Memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo historia:
fraterna y subversiva Eucaristía" [7].
Referencias
[1] Cf. C. Bernabé, "El reino de Dios y su propuesta desde la marginalidad creativa": R. Aguirre (ed.), De Jerusalén a Roma. La marginalidad del cristianismo de los orígenes, Estella: Verbo Divino, 2021, p. 37.
[2] Usamos la traducción de A. Levorati - A. B. Trusso, La Biblia. Libro del Pueblo de Dios, Estella: Verbo Divino, 2015.
[3] Cf. P. Prétot, "Le lavement des pieds": J. Doré, Jésus. L'encyclopédie, Paris: Albin Michel, 2017, p. 593.
[4] Ver el recuadro del óleo sobre lienzo de Sieger Köder (1925-2015) que encabeza este artículo.
[5] J. Zumstein, "Évangile selon Jean": C. Focant - D. Marguerat (dir.), Le Nouveau Testament commenté, Genève: Bayard/Labor et Fides, 2012, p. 474.
[6] J. Beutler, Comentario al evangelio de Juan, Estella: Verbo Divino, 2016, p. 331.
[7] P. Casaldáliga, "Mi cuerpo es comida": P. Casaldáliga, Sonetos neobíblicos, precisamente, Buenos Aires: Editorial Claretiana, 1996, p. 23.