Amor al Papa
El día 29 de junio, Solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, viene determinado por la escena habida en la región de Cesarea de Filipo, cuando Jesús preguntó a sus discípulos “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y ante la respuesta contundente y clara de Pedro -no podía ser otro que él- “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, el mismo Maestro va a definir la figura del que a lo largo de los siglos y hasta el final de los tiempos habría de ser el fundamento de la Iglesia, institución nacida del amor de Dios a los hombres y sacramento de salvación.
El pueblo cristiano, apoyado en las fuentes de la Revelación, la Sagrada Escritura y la Tradición, así como en el testimonio de los Santos Padres, ha sostenido siempre la convicción que nace de la fe de que “donde está Pedro está la Iglesia”. Lo que quiere decir que ese mismo pueblo conoce con certeza el camino que conduce a la salvación, guiados por la Iglesia y el Papa. Ese mismo pueblo cristiano, sencillo y coherente, acabará dando a los sucesores de Pedro el nombre de Vicarios de Cristo, es decir, el que hace las veces de Cristo.
El Papa, desde san Pedro hasta el actual Francisco, es la firme seguridad de la que goza la Iglesia frente a las tempestades de todo tipo que ha sufrido y que sufrirá hasta el fin del mundo. El Papa, “principio y fundamento perpetuo y visible de unidad”, que acompaña y orienta a la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo, es la mejor garantía de que esa divina creación que es la Iglesia siempre salga victoriosa por más que los poderes del infierno, del mal, del mundo, acechen contra ella.
Las palabras de Jesús “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”, nos dicen bien a las claras que la misión de Pedro, del Papa, es la de guardar a todo el rebaño del Señor, sin excepción y buscar también a las otras ovejas que no están en el redil ya que el amor de Dios se ofrece a todos y no a unos pocos.
¿Qué se espera de nosotros en un día tan señalado como es el Día del Papa? Oración, amor y respeto. Vivamos esa consigna acuñada en la Iglesia desde antiguo: “cum Petro et sub Petro” (unidos a Pedro y obedeciendo a Pedro ya que representa a Cristo). Sí, en él vemos a Cristo mismo. De ahí que todos los papas –los 266 que hasta hoy lo han sido– nos merecen la consideración propia de un hijo de Dios que ama a la Iglesia. No nos valen, por tanto, esas “matizaciones” tan humanas, y tan poco coherentes, de que este Papa sí o este Papa no. Siempre el Papa es “el dulce Cristo en la tierra”, como lo llamaba santa Catalina de Siena, una mujer Doctora de la Iglesia que vivió unos momentos realmente dramáticos y a la par apasionantes. Si el Papa, en palabras de esta santa, es el dulce Cristo en la tierra, amaremos al Papa, rezaremos por él, lo seguiremos “sea el que sea”. Nunca opondremos un Papa a otro.
Felicitamos al papa Francisco en esta fiesta tan importante. Cristianos todos, os invito a seguir al Papa, por la radio y la televisión. Pero sobre todo a escucharle, a leerle. Tenemos hoy en día, gracias a los medios de comunicación social, la oportunidad de saber lo que dice el papa Francisco en sus homilías de Santa Marta, tan llenas de amor a Dios, de frescura, de sentido común y de amor a la Iglesia.
Y lo mismo habría que apuntar acerca de las audiencias o del rezo del Ángelus, que lo tenemos a nuestro alcance en las publicaciones diocesanas y en Internet. Llevemos las palabras del Papa a la oración: nos harán mucho bien a todos en ese afán que Francisco viene mostrando de hacernos ver a Dios, “rico en misericordia”.
Queridos hermanos, unidos hoy a toda la Iglesia, os imparto mi bendición episcopal junto con mi saludo más afectuoso.
+ Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona