San Romero de América
Progreso y desarrollo no se miden exclusivamente por indicadores económicos. Si no se toma en cuenta a las personas concretas, sujetos y no solo objetos de la acción social, lo que se genera es una distorsión que termina perjudicando a los más débiles, a los pobres y excluidos. La paz verdadera es producto de la justicia, acompañada para los creyentes por la fe y la esperanza, con el sello samaritano y misericordioso para que la tentación del poder y del tener no se enseñoree y destruyan al ser humano integral.
A medio siglo de distancia la voz profética del Papa Montini, resuena con mayor vigor y mayor fuerza en nuestro continente, el más desigual y violento de todos, aupados por el Papa Francisco con sus enseñanzas y gestos, plasmados en “la alegría del Evangelio”, en “la alegría del amor” y en el cuido de la casa común en "Laudato si”. Este encuentro nos interpela como memoria viva para superar los nuevos retos sociales que vive nuestro continente en el que siguen estando presentes situaciones injustas, regímenes mesiánicos pero de espaldas a las necesidades reales de la gente, lo que desemboca en la necesidad de proponer nuevos acentos a la acción social eclesial.
Caritas, por su parte, con la presencia de todos los referentes del subcontinente y del Caribe, y con el acompañamiento de miembros de la Caritas Internationalis, evaluó el trabajo que se viene realizando, mejorando los estándares de gestión, y abriéndonos a las nuevas exigencias de la tecnología y a los nuevos rostros de la pobreza y la exclusión, queriendo mostrar la cara amable y tierna de la caridad. Son tantos los testimonios positivos en los que la gente sencilla toca la esperanza que nos anima con mayor pasión a seguir sirviendo a nuestras comunidades y llamando la atención a las autoridades políticas, económicas y sociales para que pongan por delante a la persona humana y no a sus intereses parciales, siempre mezquinos.
Lo anterior quedó arropado por la jornada del 15 de agosto, en la celebración de la eucaristía en la catedral salvadoreña, presidida por el enviado papal, el cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile, quien en hermosa y emotiva homilía llamó a Mons. Romero el mártir de la esperanza. La inmensa multitud de pueblo, devoto y alegre en medio de tantas limitaciones y pobrezas, que rodeó el altar y la tumba del arzobispo mártir, es señal inequívoca de la fuerza de la fe para construir un mundo mejor.
Seguimos la ruta de los mártires salvadoreños, primero el Hospitalito donde fue asesinado el arzobispo, luego el lugar donde también fue masacrado el P. Rutilio Grande y sus dos compañeros, un campesino y un joven, con la gratísima sorpresa del recibimiento que nos dieron los jóvenes de la escuela que lleva su nombre, lo que en medio del intenso calor constituyó un Tabor de amor y gracia. La visita a la UCA, lugar donde fueron asesinados por el ejército el grupo de jesuitas encabezados por el P. Ignacio Ellacuría, son un signo claro de la entrega amorosa y dolorosa por el bien del pueblo y de la locura de quienes pretenden permanecer en el poder pisoteando la vida de seres inocentes.
Fue una jornada inolvidable porque tocar y ver como el apóstol Tomás, las llagas de la injusticia y de la muerte, son un llamado a no permitir que se repitan en el mundo entero y en nuestra patria estos desafueros. Atentados terroristas como los recientes en Barcelona España, o la represión desmedida e hiriente contra la población indefensa en Venezuela, tocan la fibra de la urgencia de ser sembradores de esperanza contra toda esperanza. La verdad, el bien, la entrega total al servicio de los excluidos son muestra del camino que debemos seguir los discípulos del Señor Jesús.
Cardenal Porras Cardozo, arzobispo de Mérida (Venezuela)