Miro atrás y pienso que soy afortunada. Durante mi carrera como periodista he tenido la suerte de conocer a personas muy grandes y una de estas es Arcadi Oliveres. Un hombre que valoraba a cada persona por lo que es y que no juzgaba. Un hombre de palabras honestas.

Arcadi es para mí un referente, un maestro por su actitud vital, por su activismo social y por los planteamientos críticos ante el modelo económico actual. Economista, activista con alma de político y con un gran respeto por el periodismo que nos ha enseñado el valor de la palabra.

Un hombre que siempre trabajó para avanzar hacia una sociedad más justa desde un testimonio cristiano. A veces con grandes pasos, con pequeños saltitos o incluso debiendo retroceder. La mirada de Arcadi hablaba. Las que lo hemos podido conocer y escuchar conservamos siempre su sonrisa, su ironía y la profundidad de su mirada.

Arcadi sabía que su camino marcó para siempre a mucha gente, especialmente a los jóvenes. Sabía que las cosas no son fáciles y que su entorno estaba lleno de amor. Por eso se tomó este último tramo de su camino de vida con felicidad. Estar agradecido por los mensajes de afecto y reconocimiento es una nueva lección de vida que nos dio mientras estaba disfrutando al máximo de la familia, de los amigos, amigas y de la gente más cercana.

El mundo no ha cambiado como Arcadi hubiera querido. En sus últimos años decía que aún se tardará en respetar al cambio climático, en poner fin a la crisis migratoria, la de los alquileres, el hambre en el mundo o el fin de la monarquía. Pero siguiendo su maestría nos esforzaremos en transformar la educación de nuestra conciencia para ir hacia una economía al servicio de las personas.