ANIMA SINFÓNICA
ADDA·SIMFÒNICA Y JOSEP VICENT
| Rubén Jordán , compositor
Parece que llevar una continuada en estas publicaciones en estos últimos meses está resultando una tarea difícil. Sin embargo, el motivo de ello, y espero que lo entiendan, es que la paternidad ha entrado en mi vida como un rayo de luz de esperanza abriendo puertas y ventanas de par en par. Y también, ustedes lo sabrán, seguro, poniéndolo todo un poco patas arriba.
Sin embargo, aquí estamos de nuevo, hablando de música.
Hoy hablo de música, pero también hablo de grabación discográfica. En concreto, quiero hablar hoy del CD grabado por la orquesta ADDA·SIMFÒNICA del Auditorio de la Diputación de Alicante llamado ÁNIMA. En él, ADDA·SIMFÒNICA, bajo la dirección de su director titular Josep Vicent, presentan una selección de piezas absolutamente conocidas y reconocidas dentro del panorama de la mal llamada música clásica. Podría pensarse que no tienen ningún interés volver a grabar obras como el Adagio para cuerdas de Samuel Barber, el Larghetto de la Sinfonía Clásica de Prokofiev, el Vals triste de Sibelius, el tercer movimiento de la 4ª Sinfonía de Mahler, el Andantino in modo di canzona de la 4ª Sinfonía de Tchaikovsky, la Pavana para una infanta difunta de Ravel o el segundo movimiento Allegretto de la 7ª Sinfonía de Beethoven. Son piezas tan escuchadas... Son piezas tantas veces grabadas... No tendría ningún sentido si no se fuera a aportar algo con ello. Y aquí está la esencia, aquí está el ANIMA de esta producción discográfica: el aporte.
Y lo que aporta no es otra cosa, sin andarnos con rodeos o perdernos en palabrería, que calidez, profundidad y una extraña nostalgia y añoranza contenida que se pone de manifiesto desde el primer acorde que oímos en el Allegretto de Beethoven, extendido en el tiempo hasta casi cortar la respiración a quien espera la continuidad del mismo.
Merece la pena escuchar el disco completo, entre otras cosas, porque se trata de una producción solidaria. También, hay que decirlo, porque la orquesta suena con una energía apabullante. Pero no lo dejemos aquí. Profundicemos un poquito más.
Evidentemente no voy a hablar pieza por pieza, ya que eso queda en manos del lector tras imbuirse en la escucha de todas y cada una de ellas, pero sí voy a detenerme un poco más en el Allegretto de la 7ª Sinfonía de Beethoven. Primero porque, como ya comenté en la última entrada de este blog, continuamos celebrando el 250 aniversario del maestro, y segundo porque la interpretación tiene algo que otras, de grandes orquestas y grandes directores, no tiene. Todo aquel que conozca la música de Beethoven, o al menos la haya estudiado con mediana profundidad, sabrá que -como bien decía Leonard Bernstein- es una música que funciona prácticamente por estratos estancos e independientes que, así, por separado, no tienen mucho sentido. Sin embargo, cuando se fusionan, cuando confluye la armonía, el contrapunto, el ritmo, la melodía y la estructura, se produce una sonoridad de conjunto tan brutal que es difícil quedar impasible ante ello.
Este Allegretto tiene una dificultad oculta, y aquí la clave de por qué esta versión de Josep Vicent es tan interesante, y es que se desarrolla y organiza en una especie de bucle -y aquí me protejo de los críticos puristas- prácticamente precursor de lo que muchos años después será el minimalismo, que hay que tener un pulso interno muy especial para conseguir aguantar la tensión -y conducirla- hasta su climax. Y aquí, ADDA·SIMFÒNICA junto a Josep Vicent, hacen magia, ya que -en una versión especialmente lenta- consiguen que, a modo de conciencia cósmica, el discurso musical que nace del suspiro del primer acorde, se vaya desarrollando en constante crescendo con esa melodía cíclicamente repetida en el seno de un latido rítmico que camina entre el estatismo y el movimiento. En definitiva, una versión para disfrutar y para llevar con nosotros.
Escuchen el disco. No se arrepentirán.
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