"Hemos llegado incluso a ver en la riqueza una evidencia del favor divino" Aunque digas “Dios”, entiende “pobres”
"La de hoy es palabra que, proclamada en la serenidad de nuestras asambleas litúrgicas, ha de ser escuchada como si resonara en espacios de opresión, en tierra de hambrunas, en desiertos donde agonizan y son abandonados innumerables clandestinos, en aguas de frontera donde se ahogan innumerables esperanzas"
"En Cristo Jesús, Iglesia de pobres que han sido enaltecidos, comunidad de esclavos que han sido redimidos, tu Dios se te ha manifestado como Dios de pequeños"
| Santiago Agrelo arzobispo emérito de Tánger
Me pregunto en qué se sustenta la confesión del salmista, cuando de su Dios, después de decir que “se eleva sobre todos los pueblos”, y que “su gloria se eleva sobre los cielos”, añade: “Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre”. Y he de pensar que esa palabra se pronuncia desde la memoria de la Pascua, memoria de una liberación y una alianza, memoria de un Dios que ve la aflicción de su pueblo y baja a liberarlo.
La de hoy es palabra que, proclamada en la serenidad de nuestras asambleas litúrgicas, ha de ser escuchada como si resonara en espacios de opresión, en tierra de hambrunas, en desiertos donde agonizan y son abandonados innumerables clandestinos, en aguas de frontera donde se ahogan innumerables esperanzas.
“Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre”: En nuestras asambleas la palabra suena normal. En los espacios sagrados de los pobres, esa misma palabra escandaliza, sacude, alarma, hiere.
El Dios del salmista se había manifestado como Dios de oprimidos, Dios de esclavos que él había liberado, Dios de exprimidos a los que él había llevado a una tierra de libertad. El salmista era testigo de ello, pues él, con todo el pueblo de Dios, gozaba de libertad y abundancia en la tierra que Dios les había dado.
Pero en esa misma tierra, entre los liberados por Dios, continuaba el escándalo de los que eran excluidos de abundancia y libertad. Así lo denuncia el profeta: “Compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias”.
En Cristo Jesús, Dios se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
En Cristo Jesús, Iglesia de pobres que han sido enaltecidos, comunidad de esclavos que han sido redimidos, tu Dios se te ha manifestado como Dios de pequeños, de últimos, Dios de crucificados, Dios de abandonados al borde de los caminos.
Pero también en esta tierra a la que el amor de Dios nos ha llevado, también en ella persiste el escándalo de los que son condenados a muerte por nuestra codicia, por nuestro culto al dinero y nuestro menosprecio de Dios.
#EvangelioDelDía Lucas (16,1-13): "Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero".https://t.co/tiovkvev2Wpic.twitter.com/EVq8U40WpH
— Archisevilla Siempre Adelante (@SAdelanteAS) September 22, 2019
Jesús lo dijo así: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Pero nuestra religiosidad, por extraño que pueda parecer, nos ha permitido conjugar sin escándalo dinero y Dios, culto al dinero y culto a Dios. Hemos llegado incluso a ver en la riqueza una evidencia del favor divino.
Habrá que recordar que allí donde Jesús dijo: “no podéis servir a Dios y al dinero”, los equívocos desaparecerán si entendemos que no se puede servir a los pobres y al dinero. Si amas el dinero, aborrecerás al pobre. Si sirves al dinero, no harás caso de los pobres. Si tu dios es el dinero, en su altar sacrificarás a los pobres.
Así que, cuando leas, aunque siempre digas: “Dios”, entiende siempre: “pobres”.
Y, si entre pobres y dinero, escoges servir a los pobres, descubrirás –en el día de la justicia se te manifestará- que en los pobres a quienes has amado, has estado sirviendo a tu Dios y Señor, a Cristo Jesús.
Feliz domingo.
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