¿Ayuda el “confesar” y el “oir misa” a ser coherentes?
Abundan las críticas contra quienes se califica de “beatos”, atiborrados de sacramentos y oraciones pero incoherentes con sus compromisos familiares y sociales. Pero también es cierto lo que afirman muchos católicos prácticantes: gracias a su unión con Dios en la oración y en la participación en los sacramentos obtienen luz, fuerza y amor para testimoniar con radicalidad sus responsabilidades. Por lo tanto, para responder al interrogante propuesto habrá que analizar el “cómo” concreto de la vida cristiana. Para muchos, la oración y los sacramentos no pasan de ser unas prácticas obligatorias o unos simples medios de santificación sin conexión con la vida. No sucede lo mismo con quienes participan en la Liturgia y en la dinámica sacramental como una manifestación de su ser y de su vivir de cristianos comprometidos. En ellos, existe coherencia entre el celebrar, el ser y el vivir. Ahí está el secreto: las celebraciones litúrgicas vividas como fuente de gracia; la confesión como el compromiso de avanzar en el proceso de conversión; y la misa como impulso latréutico para amar mejor a los hermanos.
Las celebraciones litúrgicas, fuente de gracia La Liturgia, culto público a Dios, es ante todo un lugar de experiencia religiosa y una fuente de gracia que fortalece para llegar a la meta cristiana. De modo especial, la recepción de los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía no son simples mandamientos de la Iglesia, sino celebraciones para experimentar y manifestar a Dios el amor personal y comunitario.
La Liturgia, experiencia y manifestación de fe eclesial
Junto al culto íntimo «en espíritu y en verdad» que cada seguidor de Jesús rinde a Dios, está el culto público, que el católico ofrece a Dios mediante su participación en acciones litúrgicas. Además de las celebraciones sacramentales, el católico se relaciona con Dios mediante:
-la Liturgia de las horas u oficio divino que «une a sí la comunidad entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza (SC 83 al 101);
-el año litúrgico que conmemora los misterios de la vida de Cristo, de María y de los santos, y consagra a Dios los domingos y unos días como festivos con el compromiso de participar en la misa (SC 102 al 111);
-el culto a María, mártires y santos donde «la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo; propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre, y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos» (SC 104).
El sacramento de la Penitencia.Contiene unas perspectivas, exige unos esfuerzos y es fuente de varios dones.
Perspectivas El que ofendió gravemente a Dios o al prójimo, sabe que gracias al sacramento de la reconciliación o de la penitencia, sus pecados quedan perdonados, recupera la paz y adquiere la gracia-fuerza para seguir en el proceso de conversión. Este sacramento “nos restituye a la gracia de Dios y nos une con El con profunda amistad". Además, el penitente se reconcilia y enriquece su comunión con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Es, pues, la Penitencia el sacramento de la misericordia y del perdón de Dios; y de la conversión personal como cambio y reparación de las ofensas.
El penitente encuentra en esta fuente sacramental la ocasión para el encuentro gozoso con Cristo en su Misterio pascual, pues participa de los frutos de la Redención de Cristo (CEC1496).
Y se da la reconciliación eclesial porque los que reciben este sacramento “obtienen el perdón de los pecados. Y se reconcilian con la Iglesia a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (CEC1422 y cf.1444).
Esfuerzos que exige Para obtener el perdón de Dios (gracia y paz) se requiere el examen de conciencia, la contrición, el propósito de la enmienda, la satisfacción o reparación y la confesión de los pecados al sacerdote que imparte la absolución según la normativa de la Iglesia (cánones 989 y 988,2).
Una confesión completa incluye el ejercicio de opciones y actitudes cristianas tales como la sinceridad al reconocer los pecados; el amor al sentir que ofendió a Dios que le ama; la humildad cuando manifiesta los pecados, la fortaleza al comprometerse a cambiar poniendo los medios coherentes; la justicia cuando repara las ofensas mediante el cumplimiento de la penitencia y la obediencia a la Iglesia al confesar en el tiempo y modo como ella estipula.
El seguidor de Cristo que celebra de modo coherente la penitencia, actualiza y afianza en su vida las exigencias del reino de Dios. Por ejemplo, la verdad en el examen de conciencia; el amor con el dolor de corazón; la libertad en el propósito de la enmienda; la paz-humildad cuando confiesa los pecados y la justicia reparadora al cumplir la penitencia impuesta.
Fuerzas y dones que otorga
El cristiano que practica la virtud de la penitencia y recibe el sacramento de la Reconciliación, fortalece su vida espiritual por los misterios celebrados, los dones recibidos y las virtudes que ejercita.
Quien se confiesa bien y repara las ofensas, acrecienta las fuerzas espirituales para el combate cristiano; recibe aliento y vigor para seguir a Cristo; se reconcilia con Dios y con los hermanos; recupera la paz perdida, se libera de la situación de esclavitud del pecado y experimenta la misericordia de Dios con deseos de corresponder siendo misericordioso con los hermanos.
También experimenta el gozo y la gratitud al sentirse perdonado y comprobar que la culpa desapareció, que todo quedó reparado; que está restablecida la amistad con Dios. Ahora, goza de paz y de la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual".... una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes(CEC1468).
La Eucaristía, experiencia que enriquece En la Eucaristía la comunidad celebra varios misterios cristianos y recibe múltiples gracias que fomentan la experiencia religiosa. El sacrificio eucarístico es memorial de la muerte y resurrección de Cristo, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor... (SC 47; CEC 1323).
La comunidad celebra en la Eucaristía la vida plena de Cristo en su Misterio pascual, el mensaje de la Palabra de Dios, la comunión filial y fraterna, la presencia de Dios bajo las especies de pan y vino. Y siempre, la alegría por el día del Señor.
¿Qué reciben los miembros de la comunidad cristiana? La Eucaristía es también el “banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC 47; CEC 1323). Junto al cuerpo de Cristo, la gracia y un anticipo de la esperanza. También se puede recibir: el perdón de los pecados, el don de la paz, gracias especiales fruto de las oraciones y de la intención de la Misa.
¿Alguna relación entre Eucaristía y Reino de Dios? Sí, porque en durante la celebración eucarística se actualiza el Reino de Dios como verdad en la celebración de la Palabra; como justicia al pedir perdón de las ofensas, como libertad al ofrecerse libremente en el ofertorio, de vida al conmemorar la existencia del que murió por nosotros, como paz al recordar la paz que Cristo nos da, como amor y de modo especial en la comunión. También se hacen presentes la fe por la adhesión a los misterios y la esperanza por el deseo de llegar a la Pascua definitiva.
Respuestas de quien participa en la Eucaristía
La participación en la Misa, corazón y cumbre de la vida de la Iglesia (CEC 1407), es ocasión para que el católico:
santifique el nombre de Dios en el “día del Señor” y en otras fiestas;
glorifique, alabe y adore a Dios uno y trino;
reconozca y repare sus pecados en el acto penitencial;
interiorice “el mensaje” de la Palabra de Dios;
reafirme su fe unida al amor comprometido en el Credo;
manifieste su generosidad en el ofertorio con los dones de los hermanos;
acepte su cruz motivado por el Misterio Pascual de Cristo;
viva la corresponsabilidad eclesial orando por toda la Iglesia;
agradezca la filiación divina y la fraternidad al recitar el Padre Nuestro;
reciba la paz de Cristo y a su vez la transmita a los hermanos;
acreciente su amistad con Cristo al recibirle en la comunión;
fortifique su coherencia y restablezca sus fuerzas con la gracia del Señor; fundamente su esperanza en el banquete eucarístico, prenda de la gloria futura;
conecte la dinámica eucarística con las dimensiones del reino de Dios;
sea consciente de que en la Misa se prolonga la vida diaria;
repare con Cristo las ofensas cometidas contra Dios y contra los hombres;
cumpla con amor cuanto la Iglesia manda sobre la Eucaristía y el día del Señor;
proclame el misterio eucarístico como la "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11).
Las celebraciones litúrgicas, fuente de gracia La Liturgia, culto público a Dios, es ante todo un lugar de experiencia religiosa y una fuente de gracia que fortalece para llegar a la meta cristiana. De modo especial, la recepción de los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía no son simples mandamientos de la Iglesia, sino celebraciones para experimentar y manifestar a Dios el amor personal y comunitario.
La Liturgia, experiencia y manifestación de fe eclesial
Junto al culto íntimo «en espíritu y en verdad» que cada seguidor de Jesús rinde a Dios, está el culto público, que el católico ofrece a Dios mediante su participación en acciones litúrgicas. Además de las celebraciones sacramentales, el católico se relaciona con Dios mediante:
-la Liturgia de las horas u oficio divino que «une a sí la comunidad entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza (SC 83 al 101);
-el año litúrgico que conmemora los misterios de la vida de Cristo, de María y de los santos, y consagra a Dios los domingos y unos días como festivos con el compromiso de participar en la misa (SC 102 al 111);
-el culto a María, mártires y santos donde «la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo; propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre, y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos» (SC 104).
El sacramento de la Penitencia.Contiene unas perspectivas, exige unos esfuerzos y es fuente de varios dones.
Perspectivas El que ofendió gravemente a Dios o al prójimo, sabe que gracias al sacramento de la reconciliación o de la penitencia, sus pecados quedan perdonados, recupera la paz y adquiere la gracia-fuerza para seguir en el proceso de conversión. Este sacramento “nos restituye a la gracia de Dios y nos une con El con profunda amistad". Además, el penitente se reconcilia y enriquece su comunión con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Es, pues, la Penitencia el sacramento de la misericordia y del perdón de Dios; y de la conversión personal como cambio y reparación de las ofensas.
El penitente encuentra en esta fuente sacramental la ocasión para el encuentro gozoso con Cristo en su Misterio pascual, pues participa de los frutos de la Redención de Cristo (CEC1496).
Y se da la reconciliación eclesial porque los que reciben este sacramento “obtienen el perdón de los pecados. Y se reconcilian con la Iglesia a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (CEC1422 y cf.1444).
Esfuerzos que exige Para obtener el perdón de Dios (gracia y paz) se requiere el examen de conciencia, la contrición, el propósito de la enmienda, la satisfacción o reparación y la confesión de los pecados al sacerdote que imparte la absolución según la normativa de la Iglesia (cánones 989 y 988,2).
Una confesión completa incluye el ejercicio de opciones y actitudes cristianas tales como la sinceridad al reconocer los pecados; el amor al sentir que ofendió a Dios que le ama; la humildad cuando manifiesta los pecados, la fortaleza al comprometerse a cambiar poniendo los medios coherentes; la justicia cuando repara las ofensas mediante el cumplimiento de la penitencia y la obediencia a la Iglesia al confesar en el tiempo y modo como ella estipula.
El seguidor de Cristo que celebra de modo coherente la penitencia, actualiza y afianza en su vida las exigencias del reino de Dios. Por ejemplo, la verdad en el examen de conciencia; el amor con el dolor de corazón; la libertad en el propósito de la enmienda; la paz-humildad cuando confiesa los pecados y la justicia reparadora al cumplir la penitencia impuesta.
Fuerzas y dones que otorga
El cristiano que practica la virtud de la penitencia y recibe el sacramento de la Reconciliación, fortalece su vida espiritual por los misterios celebrados, los dones recibidos y las virtudes que ejercita.
Quien se confiesa bien y repara las ofensas, acrecienta las fuerzas espirituales para el combate cristiano; recibe aliento y vigor para seguir a Cristo; se reconcilia con Dios y con los hermanos; recupera la paz perdida, se libera de la situación de esclavitud del pecado y experimenta la misericordia de Dios con deseos de corresponder siendo misericordioso con los hermanos.
También experimenta el gozo y la gratitud al sentirse perdonado y comprobar que la culpa desapareció, que todo quedó reparado; que está restablecida la amistad con Dios. Ahora, goza de paz y de la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual".... una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes(CEC1468).
La Eucaristía, experiencia que enriquece En la Eucaristía la comunidad celebra varios misterios cristianos y recibe múltiples gracias que fomentan la experiencia religiosa. El sacrificio eucarístico es memorial de la muerte y resurrección de Cristo, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor... (SC 47; CEC 1323).
La comunidad celebra en la Eucaristía la vida plena de Cristo en su Misterio pascual, el mensaje de la Palabra de Dios, la comunión filial y fraterna, la presencia de Dios bajo las especies de pan y vino. Y siempre, la alegría por el día del Señor.
¿Qué reciben los miembros de la comunidad cristiana? La Eucaristía es también el “banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC 47; CEC 1323). Junto al cuerpo de Cristo, la gracia y un anticipo de la esperanza. También se puede recibir: el perdón de los pecados, el don de la paz, gracias especiales fruto de las oraciones y de la intención de la Misa.
¿Alguna relación entre Eucaristía y Reino de Dios? Sí, porque en durante la celebración eucarística se actualiza el Reino de Dios como verdad en la celebración de la Palabra; como justicia al pedir perdón de las ofensas, como libertad al ofrecerse libremente en el ofertorio, de vida al conmemorar la existencia del que murió por nosotros, como paz al recordar la paz que Cristo nos da, como amor y de modo especial en la comunión. También se hacen presentes la fe por la adhesión a los misterios y la esperanza por el deseo de llegar a la Pascua definitiva.
Respuestas de quien participa en la Eucaristía
La participación en la Misa, corazón y cumbre de la vida de la Iglesia (CEC 1407), es ocasión para que el católico:
santifique el nombre de Dios en el “día del Señor” y en otras fiestas;
glorifique, alabe y adore a Dios uno y trino;
reconozca y repare sus pecados en el acto penitencial;
interiorice “el mensaje” de la Palabra de Dios;
reafirme su fe unida al amor comprometido en el Credo;
manifieste su generosidad en el ofertorio con los dones de los hermanos;
acepte su cruz motivado por el Misterio Pascual de Cristo;
viva la corresponsabilidad eclesial orando por toda la Iglesia;
agradezca la filiación divina y la fraternidad al recitar el Padre Nuestro;
reciba la paz de Cristo y a su vez la transmita a los hermanos;
acreciente su amistad con Cristo al recibirle en la comunión;
fortifique su coherencia y restablezca sus fuerzas con la gracia del Señor; fundamente su esperanza en el banquete eucarístico, prenda de la gloria futura;
conecte la dinámica eucarística con las dimensiones del reino de Dios;
sea consciente de que en la Misa se prolonga la vida diaria;
repare con Cristo las ofensas cometidas contra Dios y contra los hombres;
cumpla con amor cuanto la Iglesia manda sobre la Eucaristía y el día del Señor;
proclame el misterio eucarístico como la "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11).