La vicepresidenta de Cáritas Europa habla del reto y las consecuencias de esta pandemia Natalia Peiró: "La caridad no cierra, la ciudadanía está acompañando de manera generosa e incondicional a las personas más vulnerables"
"Las condiciones impuestas dentro del estado de alarma nos ha obligado, como a todos, a reiventarnos -asegura Natalia Peiró- a pesar de que Cáritas tiene una gran experiencia en dar respuesta a situaciones de emegergencia"
"Y la caridad no solo 'no ha cerrado', sino que se ha multiplicado. Las necesidades ocasionadas por la paralización de la economía nos han sobrepasado a todos"
"La Iglesia se fortalece en tiempos de adversidad porque refuerza las comunidades, y de esto tenemos constancia"
"La crisis pone en evidencia la gran fragilidad de los colectivos en situaciones extremas, que corre el peligro de quedar enquistada por la avalancha de personas sin recursos que está dejando esta situación"
"Este aislamiento que nos ha impuesto el estado de alarma está despertando en cada uno de nosotros la conciencia de la importancia de las relaciones, de la necesidad que tenemos del otro"
"La Iglesia se fortalece en tiempos de adversidad porque refuerza las comunidades, y de esto tenemos constancia"
"La crisis pone en evidencia la gran fragilidad de los colectivos en situaciones extremas, que corre el peligro de quedar enquistada por la avalancha de personas sin recursos que está dejando esta situación"
"Este aislamiento que nos ha impuesto el estado de alarma está despertando en cada uno de nosotros la conciencia de la importancia de las relaciones, de la necesidad que tenemos del otro"
"Este aislamiento que nos ha impuesto el estado de alarma está despertando en cada uno de nosotros la conciencia de la importancia de las relaciones, de la necesidad que tenemos del otro"
Acaba de ser nombrada vicepresidenta de Cáritas Europa. La secretaria general de Cáritas Española, Natalia Peiró, apunta en esta entrevista con RD cómo se trabaja en una pandemia inesperada, y que está dejando muchos descartados, dentro y fuera de nuestras fronteras.
"La crisis pone en evidencia la gran fragilidad de los colectivos en situaciones extremas, que corre el peligro de quedar enquistada por la avalancha de personas sin recursos que está dejando esta situación", asume Natalia, que aunque se reconoce desbordada, asegura que "nadie que necesite el apoyo de Cáritas se está quedando sin respuestas. Como bien dice el lema bajo el que hemos estado respondiendo a esta pandemia es el de 'la caridad no cierra'”.
¿Cómo estáis viviendo la pandemia?
Está siendo un verdadero reto, tanto en lo personal como en lo organizativo. Aunque Cáritas tiene experiencia en dar respuesta a situaciones de emergencia social de amplio calado, como sucedió durante la crisis de 2008, en este caso es la primera vez en la que esa respuesta debemos organizarla sin previo aviso. Al contrario de la situación que afrontamos hace doce años, no había síntoma alguno que hiciera prever lo que está sucediendo, como hace doce años, ahora el trabajo ha llegado con todo su impacto, de repente, sin previo aviso y con unas características sanitarias que nos está obligando, además, a trabajar en unas condiciones desconocidas de distancia social y prevención, sin duda complicadas cuando se trata de una labor como la nuestra, caracterizada, precisamente, por la cercanía personal, la proximidad, la escucha, el acompañamiento personalizado. Sin embargo, una vez más, comprobamos como la generosidad y la creatividad han inundado nuestras Caritas, nuestros servicios y a todos nuestros voluntarios, trabajadores y colaboradores.
¿En qué ha cambiado vuestro trabajo? ¿Dónde están las mayores emergencias?
Las condiciones impuestas dentro del estado de alarma nos ha obligado, como a todos, a reiventarnos, a transformar nuestros itinerarios de ayuda para cumplir las medidas de prevención y confinamiento, también nos hemos sumado al fomento del teletrabajo en todos los casos en que esto ha sido posible, se está dando prioridad al acompañamiento telefónico, pero se mantiene la ayuda domiciliaria para garantizar necesidades básicas y se han adoptado medidas estrictas de prevención de contagios y confinamiento en aquellos proyectos residenciales y de acogida, como son las residencias y servicios para personas mayores, o los centros para personas sin hogar, por ejemplo. En ningún caso, nadie que necesite el apoyo de Cáritas se está quedando sin respuestas. Como bien dice el lema bajo el que hemos estado respondiendo a esta pandemia es el de “la caridad no cierra”. Diría, incluso, que en muchos casos no sólo no ha cerrado, sino que se ha multiplicado, con el apoyo activo de muchas Diócesis, que no han dudado en poner su recursos económicos y físicos a disposición de las personas más vulnerables.
Las principales y primeras emergencias han sido las de salud, el miedo, el aislamiento pero las necesidades alimentarias, económicas y familiares por la paralización de toda actividad han sido inmensas y a pesar de la gran solidaridad, sobrepasa las capacidades de todos.
¿Cuáles son los colectivos más vulnerables en este pandemia?
Esta crisis está poniendo en evidencia la especial vulnerabilidad de las personas en situaciones extremas, que carecen de redes familiares o sociales a las que recurrir en momentos de emergencia como este. Las personas más expuestas a esta pandemia son, además de las personas mayores en condiciones de precariedad, a quienes el riesgo sanitario se amplifica con todas sus otras debilidades, las personas sin hogar pero también las personas que viven en asentamientos e infraviviendas, las mujeres en situación de prostitución o trata, los inmigrantes sin papeles que se han quedado sin vivienda y sin trabajo, o las familias sin ingresos.
Junto a todos esos grupos vulnerables, los recursos de primera acogida de Cáritas se están viendo desbordados por los casos de ayuda de emergencia que nos demandan familias y personas a los que esta crisis está dejando sin recurso económico alguno para garantizar sus derechos básicos. Estamos analizando muy de cerca qué les está pasando los 6 millones de personas que en España se encuentran en situación de riesgo social, la denominada en el VIII Informe FOESSA “sociedad insegura”, que sabíamos que se mueven en el filo de la navaja y que ante una eventual crisis podrían caer en situaciones de pobreza y exclusión. Este proceso se ha disparado con esta crisis y no podemos dejar que se enquisten en las personas más vulnerables de nuestra sociedad.
Esta crisis, ¿profundizará la brecha Norte-Sur?
Paradójicamente, esta crisis nos revela la interconexión y la globalidad de nuestro mundo pero también nos lleva a encerrarnos para poder resistir los efectos de estas crisis. No debemos olvidarnos de no dejar a nadie atrás, no debemos olvidarnos de los descartados a los que se refiere al papa Francisco.
Esa brecha que experimentaremos entre nosotros, en nuestra sociedades del Norte y entre nosotros y los países del Sur, para los que esta pandemia no hará sino profundizar en sus graves problemas estructurales de pobreza endémica a causa del hambre, la violencia, los efectos del cambio climático o unos sistemas de injusticia social que se perpetúan de padres a hijos. Además, ahora se cierne una amenaza añadida y es la de la posible suspensión o recortes de los fondos de ayuda al desarrollo en los países de nuestro entorno que, acuciados como vamos a estar en los próximos años ante las demanda interna de fondos sociales para paliar los efectos de esta crisis, es probable que se produzcan y se repita otra década perdida para el desarrollo.
En Cáritas tenemos plena conciencia de que la lucha contra la pobreza no conoce fronteras y de la dimensión universal de la caridad. También estamos seguros de que las soluciones y la justicia solo pueden ser universales. Este compromiso lo estamos manteniendo en plena pandemia, prestando apoyo económico a las Cáritas del Sur que nos piden ayuda para afrontar los efectos del coronavirus en sus países, pero, al mismo tiempo, sosteniendo los proyectos de cooperación fraterna que veníamos impulsando antes del impacto de la Covid-19. Esta es una línea de compromiso que, con el apoyo de nuestros donantes y colaboradores, no vamos a abandonar.
Estamos acompañando a las Caritas de otros países y aprendiendo de ellas en la reorientación de los programas, en las mejores soluciones para evitar contagios y para prestar ayuda. Somos una red mundial y esto es una oportunidad de mejora.
¿Cómo se está viviendo la enfermedad en África, por ejemplo?
Aunque el impacto del virus no está siendo tan intenso como el que vivimos aquí, tampoco sus sistemas sanitarios permiten una recogida de datos exhaustiva que permita conocer el verdadero alcance de la pandemia, la mayoría de los países africanos se enfrentan a retos de tipo mucho más profundos y estructurales para la supervivencia de muchas de sus comunidades, como son la lucha contra el hambre y la sequía, la precariedad de los sistemas sanitarios y educativos, la violencia, el terrorismo o la violación sistemática de los derechos humanos, también han sufrido muchas veces otras pandemias a nivel masivo, como el VIH o el ébola, por citar algunas.
¿Cómo crees que saldremos de esta crisis, como sociedad y como Iglesia?
La Iglesia se fortalece en tiempos de adversidad, como es este, porque refuerza a las comunidades en la medida en que activa su misión como servicio organizado de la caridad y de la fraternidad. Es algo que en Cáritas estamos viendo a diario, donde somos testigos de cómo la ciudadanía, no solo las comunidades parroquiales y diocesanas, están desplegando una capacidad de respuesta generosa e incondicional para acompañar a las personas más vulnerables. Es una experiencia que ya tuvimos en la anterior crisis, donde, a medida que crecían los problemas y las necesidades de muchas familias, la solidaridad se multiplicaba en forma de voluntarios y de disponibilidad de fondos económicos.
Yo confío en que algo similar ocurra con el conjunto de la sociedad, porque estamos viendo cómo el confinamiento nos está empujando a descubrir de nuevo el valor de la vida comunitaria, de la importancia del tejido vecinal, a re-vincularnos, que es, precisamente, otra de las alertas que lanzaba el VIII Informe FOESSA, al señalar la configuración en España de una sociedad “desvinculada”, donde unos somos cada vez más ajenos a la situación del otro, a desentendernos del bien común, a poner el valor del individuo por encima de la comunidad. Yo creo que este aislamiento que nos ha impuesto el estado de alarma está despertando en cada uno de nosotros la conciencia de la importancia de las relaciones, de la necesidad que tenemos del otro a la hora de avanzar, de resistir, de construir un tejido social más acogedor y humano.