El Padre Ángel apadrina a una niña haitiana abandonada María de la Paz, mi niña haitiana
"Miro a María de la Paz, que duerme plácidamente en mis brazos, la beso, la acuno y le deseo lo mejor en su vida, que, con la ayuda de Mensajeros, será, cuando menos, digna"
"Aquí mismo, los primeros días tras el terremoto, se me murió en brazos un niño de seis años, después de sacarlo de entre los escombros. Entonces, lloré de impotencia"
"Pasados los focos de los medios tras el terremoto, muchas ongs se han ido y aquí sólo permanecemos unas pocas y la Iglesia católica"
"Curas y monjas que necesitan ayuda. Desde aquí, me atrevo a pedir de nuevo a los corazones generosos. Porque aquí un poco de misericordia es mucho y puede salvar de la muerte a muchas Marias de la Paz"
"Pasados los focos de los medios tras el terremoto, muchas ongs se han ido y aquí sólo permanecemos unas pocas y la Iglesia católica"
"Curas y monjas que necesitan ayuda. Desde aquí, me atrevo a pedir de nuevo a los corazones generosos. Porque aquí un poco de misericordia es mucho y puede salvar de la muerte a muchas Marias de la Paz"
| Padre Ángel García, fundador de Mensajeros de la Paz
Con el corazón todavía encogido, acabo de apadrinar a una niña haitiana de unos pocos días. Su madre acaba de morir y su padre no quiere hacerse cargo de ella, y la abandonó en casa de la vecina, que ya tiene seis hijos propios y es pobre de solemnidad. A la niñita que sonríe a la vida, ajena a todo lo demás, le pusieron María de la Paz, en reconocimiento a Mensajeros de la Paz, que se va a hacer cargo de todos los gastos que ocasione su crianza.
Miro a María de la Paz, que duerme plácidamente en mis brazos, la beso, la acuno y le deseo lo mejor en su vida, que, con la ayuda de Mensajeros, será, cuando menos, digna, dentro de la situación de aplastante pobreza que se vive en Haití, este país abandonado por todos, donde la vida y la muerte se entrecruzan a diario.
De hecho, recuerdo que, aquí mismo, los primeros días tras el terremoto, se me murió en brazos un niño de seis años, después de sacarlo de entre los escombros. Entonces, lloré de impotencia y hasta me atreví a quejarme a Dios y a decirle: !Señor, no puede ser!
Hoy, me ha querido hacer el regalo de una nueva vida, frágil y fuerte a la vez, que cuidaremos y mimaremos lo mejor que podamos. Y sonrío y doy gracias a Dios.
Cuidaremos a María de la Paz y a otros muchos niños y niñas en la clínica que hemos venido a inaugurar, con el presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes, y con el presidente de Edad Dorada Andalucía, Julio Millán.
Aportamos nuestro grano de arena en este inmenso mar de pobreza y de falta de dignidad y casi de esperanza. Porque aquí la pobreza es miseria. Y, pasados los focos de los medios tras el terremoto, muchas ongs se han ido y aquí sólo permanecemos unas pocas y la Iglesia católica.
Curas y monjas que siguen a pié de obra, manos misericordiosas, evangelio en acción, samaritanos y samaritanas que entregan sus vidas por los más desfavorecidos. Y no dan abasto. Y necesitan ayuda que, desde aquí, me atrevo a pedir de nuevo a los corazones generosos. Porque aquí un poco de misericordia es mucho y puede salvar de la muerte a muchas Marias de la Paz.
Etiquetas