La Iglesia dedica su Jornada de la Infancia Misionera a los pequeños perseguidos Sarah y la hermana Stan: Misioneros que rescatan a los niños malditos de África
"Todos estos niños han sido acusados de brujería, y se les ha echado de sus comunidades y familias, y se les ha amenazado de muerte. Nosotros rescatamos a todos estos niños, y somos responsables de su cuidado", explica la religiosa de Ghana
Colabora con Infancia Misionera y ayuda a cuatro millones de niños
| Jesús Bastante /OMP
Cuando tenía cuatro años, Sarah, que aún no había logrado hablar, fue considerada un “espíritu maligno”, signo de mal augurio, y culpable de la muerte de quince habitantes de su aldea, fallecidos por causas desconocidas. Su vida corría peligro, pero las hermanas del Hogar de Nazaret de Yendi (Ghana), la acogieron para salvarla.
Una de estas religiosas, la hermana Stan, compareció este martes de forma virtual durante la presentación de la Jornada de Infancia Misionera, que se celebra este domingo en todo el mundo. La religiosa, tal y como nos cuenta, recuerda “haber luchado, casi físicamente, para salvar a Sarah del destino más terrible y darle una nueva oportunidad en la vida”.
La misión de esta religiosa es rescatar a niños como ella, que han sido rechazados o corren peligro de muerte. Hoy, la hermana Stan cuida a 78 niños, desde unas pocas semanas hasta los 18 años, en buena medida gracias a la ayuda de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera. Y, también, del obispo de Yendi, Vincent Sowa Boi-Nai también presente en la rueda de prensa.
"Es muy difícil hacer realidad el concepto de familia", explicó el prelado. "Tenemos niños malnutridos, enfermos, malditos, perseguidos y necesitados. Hay niños que son muy listos, pero nadie les ayuda". "Ayudamos a niños que de otra manera les matarían. Porque cuando un niño nace con defectos, se piensa que es un niño que trae malos augurios, y se tienen que desembarazar de ellos. Nosotros cuidamos en nuestro orfanato a todos esos niños, que tienen derecho a ser felices, ser cuidados y crecer en familia".
"Les damos la esperanza que les trae Dios", explicó el prelado.
Rescatamos a esos niños, y somos responsables
Por su parte, la hermana Stan relató su experiencia con estos niños olvidados, perseguidos, marginados. "Todos estos niños han sido acusados de brujería, y se les ha echado de sus comunidades y familias, y se les ha amenazado de muerte. Nosotros rescatamos a todos estos niños, y somos responsables de su cuidado".
"Es un milagro que Sarah aprendiera a hablar, y pueda recibir educación", explicó. Otra niña, Lisbeth, nació con una úlcera en una de sus piernas, lo que impedía que pudiera caminar, y se la acusaba también de brujería. "Lisbeth ya tiene 16 años, y hace tres meses se le amputó una de esas piernas. Sigue en el hospital. Muchas veces se prohíben esas operaciones, y abandonan a estos niños con discapacidades. O directamente los matan".
Otra historia: la de dos hermanos gemelos. Uno de ellos, por tradición, es maligno. "Y como no saben cuál, abandonan a los dos". "O acusan a los niños ciegos, a los que alojamos"
Los niños son los grandes protagonistas de la Iglesia. También, de las misiones. “Tenemos que crear ambientes de dignidad, para los niños y para las familias”, señaló José María Calderón, Director Nacional de OMP España. ‘Con Jesús de Nazareth somos familia’, reza el lema de la jornada, que lleva añadida una colecta que permite ayudar cada año a cuatro millones de niños en los territorios de misión.
Lambert: el niño albino refugiado en la parroquia
Muchas realidades, muchos ejemplos, para “redescubrir la dignidad” de tantos niños, como señaló Calderón. Ejemplos como el de Lambert, niño albino de 13 años nacido en Burundi. En este país, los niños albinos son perseguidos y mutilados o incluso asesinados. Por eso, Lambert siempre vivió con miedo hasta que pudo refugiarse en la parroquia de Giharo (Diócesis de Rutana), donde dice que se siente seguro. Allí, recibe ayuda de Infancia Misionera, consistente en material escolar, ropa y comida, además de la oportunidad de estudiar.
Él y todos los demás niños albinos ayudados por esta diócesis, en total 15, no pueden regresar a sus pueblos de origen. Por eso, Lambert agradece las ayudas a la Infancia Misionera de todas las personas que "desean el bien de los albinos, respetan nuestras vidas y quieren que vivamos con dignidad, como los demás niños del mundo. Oro por todos los niños y por todas las personas de buena voluntad".
Milka, ciega y sin futuro
O como Milka, que tiene 14 años y nació en Burundi. Hace años, estando con su hermana pequeña, ella jugaba con un palo y le hirió en el ojo derecho. De repente, con el ojo derecho no podía ver. Cuando sus padres la llevaron al hospital, el médico les dijo que la tenían que trasladar a otra ciudad para ponerla en tratamiento, pero era imposible, porque no tenían dinero. Después de eso, falleció su padre.
"Cuando el director diocesano de las Obras Misionales Pontificias me llamó para buscar tratamiento, me sentí muy feliz. Entonces me llevaron al oculista en Makamba y él me recetó unas gotas para los ojos y gafas para usar todos los días. Gracias a este cuidado, ahora puedo ver y sigo bien las lecciones en clase. Agradezco mucho a todos los que apoyan la Infancia Misionera, que nos ayudan con la atención médica de las enfermedades de los ojos. Agradezco al Papa que deja espacio a los niños que ayudan a otros niños y a todos aquellos que contribuyen de cerca o de lejos a ayudar a niños como yo espiritual y corporalmente. Que continúe esta ayuda para los niños con enfermedad ocular, ya que hay otros que la padecen. Oro por el trabajo de la Infancia Misionera y por todos aquellos que ayudan a curar las enfermedades de los ojos".
Gracias al proyecto «Atención médica para niños con enfermedad ocular» de la Diócesis de Rutana (Burundi), 400 niños han sido tratados de afecciones graves en los ojos.
Harish: de trabajo esclavo a un futuro
O como Harish, niño de Karnataka, India. Perdió a su padre a una edad muy temprana, y fue su madre quien se ocupó de sacar adelante a la familia, pero no tenía medios para que sus hijos estudiaran. El día a día era complicado, ya que ella estaba gravemente enferma y no tenía a nadie que les ayudara. Harish no fue admitido en la escuela debido a su pobreza, así que cuando tenía 6 años comenzó a trabajar en un puesto de té, para servir té y fregar. Le pagaban fundamentalmente con algunos bollos de pan y té.
El personal de la Misión de Trabajo Infantil Don Bosco lo rescató del puesto de té, y poco después su madre falleció, por lo que su único consuelo era su hermano mayor. Al principio le visitaba de vez en cuando en la Misión, pero pronto le abandonó. A Harish le resultó muy difícil asumir todos estos cambios. De repente estaba solo en el mundo, pero en el centro Don Bosco ha recibido cuidados, protección y educación. Con el tiempo, se le brindó también asesoramiento psicológico, y comenzó a leer y escribir. Los misioneros que gestionan el centro Don Bosco, ayudado por Infancia Misionera, le han devuelto su infancia y su sonrisa. Ahora tiene la ilusión de seguir estudiando y, algún día, convertirse en trabajador social para cuidar a otros niños.