En la línea de fuego frente a la libertad de religión o creencia “Si puedo matar a un cura entonces puedo matar a cualquiera”
Habla sacerdote paulino y periodista. Lleva la estadística e investigación de ministros católicos asesinados en México. Su labor ha llamado la atención de ONG internacionales, organismos y gobiernos extranjeros. Aquí la entrevista de CSW.
| FoRB in Full / CSW
En algunos países latinoamericanos, líderes religiosos frecuentemente desempeñan papeles como líderes comunitarios y defensores de los derechos humanos. Como resultado, estos líderes se enfrentan al acoso, la intimidación e incluso la violencia en las manos de actores estatales y no estatales. Durante las próximas semanas CSWpresentará entrevistas con líderes religiosos quienes trabajan en la región para destacar sus experiencias en la línea de fuego frente a la libertad de religión o creencia (LdRC).
El Padre Omar Sotelo Aguilar trabaja con el Centro Católico Multimedial (CCM) en México documentando ataques contra sacerdotes.
“En los últimos años México ha sido peligroso para periodistas, sacerdotes y otros líderes religiosos. Yo soy sacerdote católico y periodista desde hace ya 25 años, así que me enfrento a un doble riesgo. Pero independientemente de ello estamos expuestos como cualquier persona.
Decidí enfocarme en mi trabajo por el ángulo periodístico, además de ser un tema que era poco visible pero muy real y crudo. El buen periodismo, como la buena incidencia política, está basado en hechos, números y documentación.
En los últimos 13 años son 44 asesinatos de sacerdotes en México, y en los últimos cuatro hemos registrado más de 800 extorsiones y amenazas de muerte a sacerdotes en todo el territorio mexicano.
México sigue siendo el país más peligroso para ejercer el sacerdocio.
Los líderes religiosos son un blanco para el crimen organizado por causas multifactoriales, sin embargo, existen algunos patrones que indican que la violencia contra sacerdotes y sus apoyos pastorales se debe a que el sacerdote es un estabilizador social. En la medida en que se afecta esta figura, desapareciéndola, extorsionándola o amenazándola, la zona parroquial se desestabiliza, y esto es aprovechado por miembros del crimen organizado para imponer una cultura del silencio y de terror, aspectos claves para el desarrollo de la corrupción, la injusticia, la violencia y la muerte.
Cuando se asesina a un sacerdote se está lanzando el mensaje de que si puedo matar a un cura entonces puedo matar a cualquiera. La tortura también ha sido un elemento recurrente en casos de violencia contra los sacerdotes como lo ha sido el secuestro.
Recientemente, en el jueves 22 de agosto el padre José Martín Guzmán Vega de 55 años fue asesinado en el ejido San Adelaida, del municipio de Matamoros. Este caso se suma a la larga lista de ataques contra líderes religiosos en este año y en los últimos años.
Más del 80% de los casos contra sacerdotes que hemos registrado siguen impunes. Actualmente los estados con mayor incidencia delictiva son Guerrero, Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Estado de México, Jalisco y la Ciudad de México.
El gobierno ha hecho muy poco al respecto. Muchas de las estructuras de gobierno a nivel municipal, estatal y federal han sido superadas por el crimen organizado. Sin embargo, se sigue trabajando por erradicar este fenómeno.
Pero no se trata de querer ver cambios sólo en el gobierno, esto es un problema de todo un país que empieza cerca del hogar, como decía Eleanor Roosevelt en 1953: “¿Dónde comienzan los derechos humanos universales? En los pequeños lugares, cerca de casa. Son tan cercanos y tan pequeños que no son visibles en ningún mapa del mundo.”
Si no hay respeto para los derechos humanos en los lugares locales, ni las leyes ni las obligaciones internacionales tendrán significado para los que sufren violaciones de sus derechos humanos.
Muchas veces el miedo es un obstáculo a la justicia. Muchos que reciben amenazas tienen miedo de las repercusiones si denuncian, así que prefieren que sus casos quedan en silencio. El dolor también puede ser un obstáculo cuando es demasiado traumático para los familiares contar sus historias a los periodistas.
Desafortunadamente, los que hacen las políticas públicas pocas veces les interesan un caso individual; quieren ver las estadísticas. Cada caso merece y debe ser documentado, aun si la persona quiere ser anónima, porque los hechos y números sobre casos específicos son esenciales para encontrar los temas y las tendencias de aquellos que tienen el poder de crear leyes y hacer cambios.
La iglesia tiene que entender la importancia del trabajo que hacemos y el aporte que brinda a la sociedad. Poco a poco ha habido respaldo dentro del liderazgo de la iglesia al trabajo que hacemos y reconocimiento al trabajo que hemos ido desarrollando, pero aún falta crear más conciencia de que hacemos y porque es imprescindible que sigamos haciéndolo.”
Originalmente publicado en el blog de CSW“Freedom of Religion or Belief in full” FoRB in Full