Siempre es una alegría que nazca un niño y, mucho más, si son dos niñas como en este caso. No puedo entender que la noticia haya sido recibida con “frialdad” en la diócesis de  Solsona. Mucho menos cuando el papá fue en algún tiempo su obispo, con sus mayores o menores aciertos, que eso es ahora lo de menos. Dos niñas, Miriam y Coaner que ya están con sus papás en su hogar. Las niñas llevan las dos el nombre de la virgen. Miriam que  es el nombre de María en hebreo y Coaner, que es una advocación local de la virgen de esa comarca donde residen  sus papás.

  Estoy seguro de que van a ser muy queridas y muy acompañadas porque son fruto del amor, ¡Y de un amor consagrado! Todo amor es un amor consagrado porque viene de Dios y Dios es amor. Una niñas privilegiadas porque no todas las niñas tienen la dicha de que su papá haya sido obispo durante algún tiempo. Podía seguir siéndolo y en nada habría cambiado su servicio a la iglesia. Pero las normas nos pueden, de momento, más que el amor y el sábado no se ha hecho todavía para el hombre sino al revés. Confío en que el Espíritu Santo, que no ha quien lo pare, irá mostrándonos muchas cosas que aún no vemos claras, desde el espíritu sinodal que parece quiere tomar impulso en nuestra iglesia de la mano del papa Francisco, que Dios guarde muchos años.

Yo, que he bautizado a tantos niños, no puedo hoy olvidar las hermosas palabras que la iglesia dice en esos momentos del sacramento del bautismo: “Miriam y Coaner, la comunidad cristiana os recibe con gran alegría”

 Hoy que me siento y soy comunidad cristiana también quiero expresar mi alegría por este nacimiento y mi felicitación a sus papás. Nada hay tan hermoso como una nueva vida que Dios, en su amor, nos regala para que sigamos creyendo y celebrando la vida. ¡Felicidades , Silvia y Xavier,  por vuestras gemelas!

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