Héroes anónimos
-Cuando la entrega hace milagros-
| Alejandro Fernández Barrajón
“Todas las almas son inmortales, pero las de los justos y héroes son divinas”, decía Cicerón.
La concesión del “Premio Princesa de Asturias” a los sanitarios españoles, a propósito de su abnegada labor en la Pandemia del virus Cobi-19, ha sido, excepto para minúsculos grupos ideologizados hasta la médula, muy bien acogida por toda la ciudadanía. Sí, en verdad merecen ese reconocimiento y, sobre todo, que se vean atendidas sus justas demandas en lo que se refiere a la seguridad y a sus reivindicaciones económicas. Una inversión que ha de hacerse no sólo por ellos sino por todos nosotros. Es tiempo, pues, de sacar a la luz tantas y tan hermosas historias de profunda humanidad y heroísmo como hemos visto en estos días antes de que el polvo cubra la frágil memoria de los hombres. En Mallorca tengo un buen grupo de amigos de toda clase y condición. En aquellas tierras he disfrutado con ellos momentos inolvidables, recorriendo sus calas y costas de ensueño y contemplando maravillosos atardeceres en la orilla del mar. Hablar de Mallorca es hablar de nombres y de afectos: Pilar, Santiago, Jaime, Lourdes, Toni, Asunta, Javier, Francesc, María, sor Teresa...He dicho alguna vez que si algún día me pierdo que me busquen en Mallorca. Hoy quiero compartir con vosotros, en mi Blog “Teselas” de Religión Digital, una historia llena de amor, de profesionalidad y de heroísmo que nos dice que este mundo aún tiene futuro. Una historia que tiene dos nombres propios, entre otros muchos: Bernardo García y Toni Figuerola. Cuando un buen profesional es capaz de ejercer su trabajo con entrega y profesionalidad se gana enseguida el corazón y el afecto de la gente. Eso es lo que sucedió con el cardiólogo Bernardo García en Manacor, la tierra de Rafa Nadal, el tenista profesional que ocupa la segunda posición mundial del ranking ATP. Todos se deshacían en elogios a Bernardo, Jefe de Cardiología del Hospital de Manacor: este gran hombre, tan humano y tan profesional, siempre en primera fila, en una actividad asistencial generosamente dedicada a sus muchísimos pacientes. Tanto se entregó y se acercó a los enfermos que acabó siendo contagiado por el maldito Cobi-19. Precisamente nuestros sanitarios, como ya sabemos todos, no han podido disponer de materiales de protección adecuados y abundantes. Y en este contexto de preocupación por la salud de este buen cardiólogo surge otro nombre propio de los que se suman a la caravana de los héroes de este tiempo: Toni Figuerola. Un joven médico cardiólogo de Inca, que se pone en marcha para intentar salvar la vida del doctor Bernardo, su jefe y amigo. En tiempo de Pandemia urge sanar a los sanadores. Todas las fuerzas y la experiencia son imprescindibles en un tiempo crítico como el que estamos viviendo. Todos se movilizan, se multiplican las oraciones entre los creyentes y el doctor Figuerola se pone al frente, con sus mejores conocimientos y esfuerzos para evitar que el doctor Bernardo se nos vaya. Hay momentos muy críticos donde parece que ya no es posible, pero el doctor Toni no da la batalla por perdida y, finalmente, el doctor Bernardo comienza a dar síntomas de recuperación y parece que todo ha ido bien. El doctor se ha recuperado y Toni se siente feliz y emocionado por haber declarado la batalla al virus y haberla vencido, en equipo, con sus colegas de Manacor y de la UCI del Hospital de Son Espases. Llevaba razón Cicerón: “Las almas de los héroes son divinas.” ¡Y qué bien merecido tienen los sanitarios españoles el premio Princesa de Asturias. Yo no tengo ninguna duda.