Que no nos roben las cosas de Dios Que el año nuevo sea nuevo ¡Feliz año!
Felicidades con gratitud a los que hacen posible Religión Digital
El año nuevo tiene una magia especial que nos hace mirar la vida con más ilusión y optimismo. Para Dios mil años son como un día y un día como mil años. Para nosotros, no. El tiempo pasa sin que podamos detenerlo ni un solo instante y con él también nosotros vamos pasando y consumiéndonos. Estamos de paso, somos peregrinos, somos huéspedes de cuanto nos rodea. ¿Qué nos aguarda más allá del horizonte, en el recodo del camino? Nos hace falta un chequeo que controle el colesterol que llevamos en la fe y en la ilusión. No sea que suframos un infarto de desesperanza y acabemos acomodándonos en la casa de este este mundo en que vivimos, olvidándonos de que no es nuestra, estamos de paso. Somos "okupas", al fin y al cabo. Parece obligado volver la vista atrás ahora ahora que ya disfrutamos del año 2024. El espejo, como el algodón, no engaña: el año pasado ha dejado en nosotros, sin duda, cicatrices de gozo y de amargura. Sentimos un poco más el peso de los años, de la responsabilidad, del cansancio acumulado, del estrés de cuanto hacemos. Tal vez, incluso, nos han llegado avisos cercanos de muerte de seres queridos, de injusticias sangrantes, de catástrofes de la naturaleza, de guerras –todavía, después de más de 2000 años seguimos empeñados en solucionar los problemas con las guerras-. Sin duda, hemos estado cerca de la cruz saboreando el condimento amargo de la vida. Pero también, si somos objetivos en nuestro análisis, nos vendrán a la memoria innumerables acontecimientos de gozo y de esperanza. Seguimos aquí, viviendo, soñando, latiendo al ritmo del corazón. Cada día se nos regala una oportunidad nueva y nos rodea más amor del que podemos dar. Amanece, sale el sol sin haberlo pretendido y tenemos en la mesa un plato caliente y cada noche unas sábanas limpias, que no todos pueden disfrutar. Respiramos cada día y, por ahora, nadie nos raciona el aire. Y la naturaleza que nos rodea nos llena los ojos de belleza y no hace estremecernos de emoción sin que tengamos que pagar entrada. La vida es un don maravilloso, que no acabamos de valorar en su justa medida. Por eso el sentimiento primero que brota del corazón sin permiso, al principio de este año 2024, es ¡gracias! Tal vez no hayamos matado, ni robado, ni hayamos causado daño a otros. Está bien, pero no es suficiente. Un árbol que no da fruto, aunque no sea dañino, sirve para muy poco. Hemos tenido en nuestras manos la posibilidad inmensa de hacer el bien y tal vez la hayamos enterrado en la tierra como aquel del evangelio. Al comienzo de este año del Espíritu se nos decía, de parte de la iglesia, que éramos enviados a ser testigos valientes de Jesucristo para el hombre de hoy. ¿Hemos cumplido nuestra tarea? Desde muchas instancias y gritos se nos ha invitado a la solidaridad: Ucrania, Gaza, Cáritas, Banco de Alimentos.. ¿Hemos respondido a esta llamada? ¿O hemos dado algunas migajas para tranquilizar nuestra conciencia? Por eso, al principio de este año, brota también, como un suspiro de pesar, la palabra Perdón. Por haber recibido tanto y dado tan poco. No es tiempo de golpes de pecho sino de golpes de conciencia. Aquí tenemos para ello un nuevo año recién estrenado. Podemos disfrazarlo de fiestas, placeres y cuentos o llenarlo de vida, de fe, de esperanza, de solidaridad. El niño Dios, nacido entre nosotros, quiere ser camino de crecimiento personal, eclesial y social. “crecía en edad, en gracia y en sabiduría....” Frente a los catastrofistas que miran a la iglesia con desconfianza, emparejándola, una y otra vez con la inquisición, en el siglo XX y cuestionan los valores del evangelio, hacen falta cristianos recios, orgullosos de serlo, que no agachen la cabeza ante las embestidas, dispuestos a dar razón de su fe donde se la pidan, y abiertos a la vida y a la lucha pacífica. Frente a los pseudoprogresistas que confunden la libertad con el instinto, que hablan constantemente de derechos, pero nunca de deberes, y promueven una cultura individualista y hedonista, hacen falta cristianos de talla, amigos fuertes de Dios, agarrados a las raíces del Evangelio, convencidos de que es la entrega y no el disfrute, lo que traerá la felicidad a nuestro mundo. Frente a los autosuficientes que no confían en Dios, sino en sí mismos, en sus estructuras de poder y en su capacidad de influencia social, hacen falta cristianos de vanguardia, convencidos de que el cambio de verdad que necesita nuestro mundo pasa por la transformación del corazón de cada uno de nosotros. No cambiará el mundo si no cambiamos las actitudes del corazón. El mundo cambiará más desde la humildad de todos que desde el poder de unos pocos. ¡Feliz año nuevo,! Ojalá sea de verdad nuevo! El tiempo no es una desgracia que tenemos que asumir sin remedio. Es la posibilidad para el amor y la felicidad; por eso Dios se ha encarnado en nuestro tiempo. No servirá de nada un año nuevo si vamos a perpetuar nuestras actitudes caducas. El vino nuevo, en odres nuevos; vidas nuevas para un año nuevo. No dejemos que nos roben y nos disfracen las cosas hermosas de Dios con fuegos artificiales, luces de colores y cenas copiosas. Dios ha nacido, vive entre nosotros, quiere ser acogido y nos regala para ello un año nuevo. Sería una pena que no viéramos esto porque estamos mirando al langostino. Que la resaca de la fiesta no nos impida ver claro el horizonte luminoso que se nos regala. Los cristianos hemos de estar en guardia para que nadie nos robe la Navidad con cuentos importados. No puede nacer en vano el Dios que tanto nos ama. ¡Feliz año nuevo. Feliz vida nueva que Dios nos regala! ¡Feliz año nuevo, con gratitud a todos los que hacen posible Religión Digital. que nos mantiene conectados a la actualidad de la vida de la iglesia, con sus luces y sus sombras. Iglesia santa y pecadora. Que sepamos superar las guerras, en Ucrania, en Gaza, entre nosotros, sin callarnos la verdad que nos hace libres, para que tenga más sentido que un Niño se nos haya dado.
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