"Meter la cabeza debajo del ala como hace el avestruz no arregla las cosas ni evita los tropiezos" Barrajón: "Un paso adelante en el reconocimiento de la bendición de los homosexuales en la iglesia"
Conozco el caso interpelante de un joven cristiano que se separó de la iglesia a los 21 años, por sus tendencias homosexuales, vivió, después, un creciente proceso de conversión y acabó siendo sacerdote católico. Hoy trabaja activamente como sacerdote tendiendo puentes entre la comunidad LGTBI y la iglesia
¿Cómo no va a tener la iglesia poder para bendecir si se ha pasado la vida bendiciendo y el Señor le ha pedido que bendiga y no maldiga? ¿Cómo no va a tener la iglesia poder para humanizar las relaciones humanas si es su misión más hermosa?
La iglesia insiste en que hay que respetar, acoger y acompañar a las personas pero, a la hora de la verdad, ¿cómo se materializa esto si se trata de personas homosexuales y se les niega hasta la bendición?
Pretender arreglar estos temas tan humanos y dolorosos a fuerza de agua bendita, terapias ilegales y condenas solemnes no sirven de nada sino para que la iglesia pierda cada día mayor autoridad y credibilidad
La iglesia insiste en que hay que respetar, acoger y acompañar a las personas pero, a la hora de la verdad, ¿cómo se materializa esto si se trata de personas homosexuales y se les niega hasta la bendición?
Pretender arreglar estos temas tan humanos y dolorosos a fuerza de agua bendita, terapias ilegales y condenas solemnes no sirven de nada sino para que la iglesia pierda cada día mayor autoridad y credibilidad
En estos días se ha armado una buena polvareda por las declaraciones del cardenal Ladaria a propósito de las uniones o bendiciones de las parejas homosexuales cristianas en la iglesia.
No hay mal que por bien no venga. Hasta el papa ha reaccionado de manera tímida -es verdad- a la declaración de la Comisión de la fe, diciendo que hay que saber escuchar la realidad que nos rodea para poder evangelizar.
Ha sido tajante y muy claro el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, muy valorado por el papa Francisco, cuando ha declarado que no está de acuerdo con esa declaración porque “muchas madres bendicen a sus hijos y una madre nunca rechaza su hijo aunque tenga problemas en la vida”. Y ha ido aún más allá cuando dice: “No me ha gustado esta declaración de Doctrina de la Fe por la sencilla razón de que el mensaje que dejó en los medios de comunicación de todo el mundo fue sólo un ‘no’" No entiende el cardenal cómo una madre no tiene una bendición para su hijo.
Ha ido mucho más lejos y con mayor justicia el teólogo católico del Foro Europeo de Grupos Cristianos. Enric Vilá, cuando ha afirmado que “El tiempo demostrará que la Doctrina de la fe no tiene la última palabray que el documento es dañino y ofensivo para la comunidad LGTBI, no tiene base científica y, desde el punto de vista ético y teológico es inconsistente”
Marcelo Barros, teólogo, colaborador y bloguero de Religión Digital, defiende en su última colaboración que “No se debe obligar a nadie a bendecir una unión gay pero tampoco se le puede prohibir que lo haga porque negar una bendición es negarle un bien a alguien. Es negar una palabra de amor”
El mismo P. Ángel, fundador de la ONG "Mensajeros de la Paz" ha afirmado en varias ocasiones que si la iglesia bendice a los animales ¿Cómo no va a bendecir as los homosexuales?
Conozco el caso interpelante de un joven cristiano que se separó de la iglesia a los 21 años, por sus tendencias homosexuales, vivió, después, un creciente proceso de conversión y acabó siendo sacerdote católico. Hoy trabaja activamente como sacerdote tendiendo puentes entre la comunidad LGTBI y la iglesia. Un sacerdote-profeta del que me siento profundamente orgulloso de ser su amigo. De hecho ha aceptado mi invitación a colaborar con un brillante capítulo en mi último libro “Pueblo mío, ¡a dónde vas?”, donde abordo algunas de las cuestiones que pueden explicar la deserción de la iglesia católica en los últimos años y que sigue desangrando las filas católicas.
Este tema no se puede tratar a la ligera sabiendo que hay muchos jóvenes cristianos homosexuales que desean vivir su fe de manera coherente con sus sentimientos y que nadie tiene derecho a juzgar desde sus ideas o sus cátedras porque solo Dios es juez de la vida y en la muerte.
¿Cómo no va a tener la iglesia poder para bendecir si se ha pasado la vida bendiciendo y el Señor le ha pedido que bendiga y no maldiga? ¿Cómo no va a tener la iglesia poder para humanizar las relaciones humanas si es su misión más hermosa? Por otra parte, los ministros del matrimonio no son los sacerdotes sino los mismos contrayentes, como todos sabemos, ¿quién tiene autoridad, pues, para impedir que los miembros homosexuales puedan ser ministros de sus propios matrimonios si ellos lo han elegido libremente? El sacerdote es solo un testigo y nada más. ¿Por qué negarse a ser simplemente testigo de un amor consolidado que quiere ser cristiano y público?
La iglesia insiste en que hay que respetar, acoger y acompañar a las personas pero, a la hora de la verdad, ¿cómo se materializa esto si se trata de personas homosexuales y se les niega hasta la bendición?
La Congregación de la doctrina de la Fe ha sido hasta ahora, con el cardenal Sarah, felizmente jubilado, una de las más fervientes opositoras a las reformas del papa Francisco, esperemos que con Ladaria, un jesuita como el papa, no siga siendo un palo en las ruedas de santo padre y se sume a las reformas que la iglesia necesita en estos tiempos para seguir siendo creíble y más evangélica. No pedimos esto para ser “progres” ni “guays” como algunos ya nos han acusado, sino para profundizar en la esencia del Evangelio y llamar a las cosas por su nombre, de una vez por todas. Meter la cabeza debajo del ala como hace el avestruz no arregla las cosas ni evita los tropiezos. Y pretender arreglar estos temas tan humanos y dolorosos a fuerza de agua bendita, terapias ilegales y condenas solemnes no sirven de nada sino para que la iglesia pierda cada día mayor autoridad y credibilidad. A Jesús le escuchaban porque hablaba con autoridad.
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