"No hay tribunal humano que pueda poner límites al amor" Fernández BarrajóN: "La Iglesia, ¿margina a los homosexuales?
El amor, cuando es auténtico, y eso solo Dios los sabe, no puede ser sometido a tesituras morales
Precisamente, en estos días, he querido abordar este tema, y otros temas conflictivos en la iglesia de hoy, en un libro que acaba de salir publicado y que se llama: “Pueblo mío a dónde vas?” Editorial: Nueva Economía Social. Madrid 2021
El gran drama de nuestra iglesia es la misma iglesia cuando se empeña en mantener un ritmo desacompasado y desafinado en el concierto de la vida y de sus desafíos
El gran drama de nuestra iglesia es la misma iglesia cuando se empeña en mantener un ritmo desacompasado y desafinado en el concierto de la vida y de sus desafíos
El gran drama de nuestra iglesia es la misma iglesia cuando se empeña en mantener un ritmo desacompasado y desafinado en el concierto de la vida y de sus desafíos. Dice el denostado “Catecismo Holandés” que la iglesia se parece, a veces, a ese corredor cansado que jadea cuando está cerca de la meta y ve que otros corredores la adelantan cuando la meta está ya a la vista. Es verdad que, en los últimos tiempos, sobre todo con el papa Francisco, ha logrado dar algunos pasos adelante que con el papa Juan Pablo II, se habían retrocedido de manera significativa. Con el Papa Francisco las cosas han cogido un cierto ritmo pero no todo el que sería necesario para llegar a la meta al mismo tiempo que la modernidad. La iglesia es profundamente moderna si se le permite ser ella misma a la hora de ser madre y acompañar los gozos y las esperanzas, las alegrías y las tristezas del tiempo que nos ha tocado vivir, como nos había dicho el Concilio Vaticano II.
Y entre esos retos que la iglesia tiene que afrontar, ya mismo, si desea ser madre más que madrastra, están algunos como el papel de la mujer en la iglesia, la misión de los sacerdotes casados, la actitud ante movimientos marginados como la comunidad LGTBI, donde hay tantas personas bautizadas y cristianas por convicción, que no acaban de encontrar su lugar en la iglesia. No porque no lo vean sino porque se lo arrebatan con normas y leyes que no están, precisamente, en el Evangelio.
La Congregación para la Doctrina de la fe acaba de afirmar que
"No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio”
Es decir, que la iglesia, nuestra madre, puede bendecir a los animales el día de san Antón, como ya lo hace en distintos lugares de la geografía española -y es algo muy bonito- pero no puede bendecir la unión en el amor de una pareja porque tiene una tendencia sexual distinta. Y es que seguimos pensando en la idea de que el amor no siempre es un don precioso de Dios, sino que hay amores que los carga el diablo. Y, por otra parte, que sólo el amor procreador es amor en plenitud. Pero hay amores que, a cierta edad, ya no pueden ser procreadores y siguen siendo un amor bendecido y amado por Dios, hasta que la muerte los separe. Si la bendición de uniones homosexuales no puede considerarse lícitas, ¿cómo han de considerarse las uniones heterosexuales que se llevan a cabo por intereses económicos, de prestigio y ambición o, simplemente, de imagen?
El amor, cuando es auténtico, y eso solo Dios los sabe, no puede someterlo nadie a tesituras morales ni, incluso, sexuales. El amor es algo más profundo que lo sexual, aunque sea el sexo la manifestación humana más evidente del amor
El amor, cuando es auténtico, y eso solo Dios los sabe, no puede someterlo nadie a tesituras morales ni, incluso, sexuales. El amor es algo más profundo que lo sexual, aunque sea el sexo la manifestación humana más evidente del amor. No hay tribunal humano que pueda poner límites al amor. Hasta Dios ha querido mostrar su amor a la humanidad en forma de amor humano, sexual, en el “Cantar de los Cantares” y místicos como san Juan de la Cruz, han encontrado en la unión sexual la fuente metafórica más sublime para expresar esa unión íntima entre Dios y la humanidad. Lo sexual, lejos de ser algo sospechoso, es un don de de Dios que nos plenifica y nos humaniza.
Los obispos alemanes, que van en sus reflexiones muy por delante del conjunto de la iglesia, y que nos están invitando a una creciente sinodalidad, han reaccionado de inmediato a esta decisión de la Comisión de la Fe que preside Ladaria, para manifestar que “mantendrán la bendición de las parejas gays porque no hay respuestas fáciles y hay que seguir avanzando”. Y es que, realmente, no hay respuestas fáciles a este tipo de cuestiones. En esta misma dirección se han pronunciado los obispos austríacos.
Yo creo, con mucho respeto y humildad, que la iglesia sí tiene poder de bendecir el amor sin apellidos desde que ha oído a su Señor que “Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo”.(Mt 16, 19)
Es una controversia teológica que no conviene agotar en una declaración, y mucho menos cerrar, sino que ha de ponerse en el candelero de la reflexión cristiana, para que el debate enriquezca la reflexión. Cuatro ojos ven más que dos. Estamos en camino de reflexión y búsqueda fraternal. Resulta, por lo menos, inquietante que muchos de los que reflexionan sobre estos temas o trabajan en estos ámbitos de integración de la Comunidad LGTBI en la iglesia, tengan que hacerlo en pleno siglo de las libertades, con un pseudónimo por miedo a represalias y marginaciones. Y conozco a algunos que tienen un mérito enorme, como profetas auténticos de nuestro tiempo. Una iglesia donde acontece esto no puede llamarse libre. Y para ser libres nos llamó el Señor. (Gal 5, 13)
La decisión de la Comisión de la fe, en este sentido, ha sido un día triste para muchos cristianos que quieren vivir su fe en comunidad, sin renunciar a su personalidad y a su manera de sentir. No se trata tanto de consumar un rito oficial cuanto de humanizar una realidad presente. Y ésta es una de las misiones más hermosas de la iglesia: humanizar.
Creo que no es de recibo que muchas parejas cristianas, convencidas de su fe, tengan que ser excluidas de la vida de la iglesia de tantas maneras como se excluyen, aunque se mantenga la teoría de que “la iglesia no margina a los homosexuales”. Si no bendice su amor, sí los margina. ¿O cómo hay que llamarle a esa prohibición de bendecir las parejas homosexuales?
La homosexualidad está presente de manera muy significativa, hasta un 11 por ciento, dicen los entendidos, en la sociedad y, según parece, en un grado aun mayor entre los sacerdotes. Dejando a un lado la pedofilia, que es un crimen abominable y perseguible, que nada tiene que ver con la homosexualidad, y, menos aún, con el amor, creo que la iglesia, todos los cristianos, hemos de ir dando pasos de comprensión y apertura, de tolerancia y de respeto en este tema que nos ocupa y nos preocupa. Y, sobre todo, preguntarnos cómo actuaría Jesús en estos casos, después de haberle oído decir: “Se le perdona todo porque ha amado mucho”(Lc 7, 47)
Precisamente, en estos días, he querido abordar este tema, y otros temas conflictivos en la iglesia de hoy, en un libro que acaba de salir publicado y que se llama: “Pueblo mío a dónde vas?” Editorial: Nueva Economía Social. Madrid 2021. Creo que la mejor manera de avanzar en estas cuestiones es creando debate y diálogo entre todos, desde la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque solo están cerrados los temas que nosotros cerramos con nuestras normas y leyes y, lo que es peor, con nuestra intolerancia. El Espíritu de Dios es abierto y nadie sabe de dónde viene ni a dónde va.
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