El Papa Francisco va a ser un testigo brillante de la esperanza. La pasión también en Ucrania

Papa besa la bandera de Ucrania
Papa besa la bandera de Ucrania

"Y la guerra en Ucrania  es un desafío en toda regla a la convivencia entre los pueblos. Una nueva pasión que abre sus puertas en esta Semana Santa que comenzamos ya"

"Esta Semana Santa nos abre los ojos a la Pasión de Ucrania, un pueblo inocente masacrado por las bombas y metralletas de un pueblo invasor y hermano. Caín y Abel de nuevo ante la vergüenza y el clamor que sube hasta el cielo"

"Estoy convencido de que el Papa Francisco va a ser un testigo brillante de la esperanza. Lo está siendo ya en estos nueve años al frente de la Iglesia Católica"

"Una sociedad que no respeta los valores religiosos de sus ciudadanos no puede llamarse avanzada y está violentando la conquista de la paz"

Hoy he visto en el “Telediario” la imagen del papa Francisco con una bandera de Ucrania ensangrentada y exigiendo el cese inmediato de esta horrorosa guerra que nos tiene a todos encogidos. Una misión ineludible de la iglesia es afrontar los nuevos desafíos que la modernidad está presentando en el presente y cómo hacer llegar de manera nítida e inequívoca el mensaje católico y evangélico a la sociedad de hoy.

Y la guerra en Ucrania  es un desafío en toda regla a la convivencia entre los pueblos. Una nueva pasión que abre sus puertas en esta Semana Santa que comenzamos ya. Donde no es tan importante si nos podemos quitar, por fin, las mascarillas cuanto la pasión de un  pueblo crucificado y sufriente a manos de un autócrata sin escrúpulos con vocación de nuevo Zar.

Esta Semana Santa nos abre los ojos a la Pasión de Ucrania, un pueblo inocente masacrado por las bombas y metralletas de un pueblo invasor y hermano. Caín y Abel de nuevo ante la vergüenza y el clamor que sube hasta el cielo. ¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho? La voz de tu hermano clama a mí desde la tierra.  (Gn 4, 10)

crucificado
crucificado Alejandro Fernández Barrajón

        Porque, frente a la opinión de muchos, la Iglesia católica,  el Pueblo de Dios, como la definió el Concilio Vaticano II, tiene mucho que aportar e iluminar a nuestra historia actual y al itinerario de la comunidad internacional. No sólo porque el Papa es un líder indiscutible en el contexto mundial, -hoy seguramente el único- sino porque sus aportaciones se han mostrado profundamente valiosas, lúcidas y convenientes para este tiempo y este momento de encrucijada y de choque de civilizaciones en el que estamos inmersos. Toda luz, venga de donde venga, nos vendrá muy bien apara afrontar el camino con menos sobresaltos y más esperanza.

Estoy convencido de que el Papa Francisco va a ser un testigo brillante de la esperanza. Lo está siendo ya en estos nueve años al frente de la Iglesia Católica. No es tarea de la Iglesia sustituir a los estados ni suplantar las labores de gobierno sino iluminar la conciencia de todos para crear espacios más amplios de solidaridad y justicia.

No hay salida más creativa y humana que el amor, entendido en todas sus manifestaciones. Sólo desde una apuesta decidida por la “civilización del amor”, que tanto gustaba repetir a Juan Pablo II, podremos lograr una armonía en las relaciones internacionales y un desarrollo progresivo y sostenible de la vida en el momento presente de nuestra historia.

La Iglesia no renunciará nunca a convertirse en voz decidida y profética porque en ello se juega su propia identidad y la eficacia de su misión. La fe  no es una entelequia al margen de la vida y preocupaciones de la humanidad; es una apuesta viva por lo humano, por sus gozos y sufrimientos y, por tanto, no puede reducirse al ámbito de lo privado ni encerrarse en la sacristía como muchos quisieran.

Bucha

Hay que recuperar el nombre de Dios, ahora marginado y enterrado. La Pregunta sobre Dios no puede ser desterrada del ámbito de la cultura y de la búsqueda de sentido que necesita la humanidad. Eclipsar el nombre de Dios es poner freno y limitaciones al desarrollo integral de esta humanidad que se debate entre la búsqueda del  sentido de la vida y el más feroz consumismo y hedonismo que acaba fragmentándola y empobreciéndola. No podemos seguir callando el nombre de Dios porque es un horizonte luminoso y sereno que conduce a la humanidad a la búsqueda serena de la paz.

La situación de conflicto permanente que se vive en la actualidad, atizada muchas veces por cuestiones religiosas, tiene que llevarnos  a pensar que el nombre de Dios y los valores religiosos merecen el más alto respeto perfectamente compatible con la libertad de información y de opinión. Una sociedad que no respeta los valores religiosos de sus ciudadanos no puede llamarse avanzada y está violentando la conquista de la paz.

Las religiones auténticas están siempre al servicio de la paz. El Papa Francisco así lo ha manifestado en muchas ocasiones. La paz y la reconciliación en el mundo son objetivos prioritarios para la Iglesia.

Nuestra misión quiere ser, en el tiempo en que nos ha tocado vivir, una aportación insistente en la construcción de la paz, de la reconciliación y de la justicia. Convencidos de que este tiempo es una oportunidad privilegiada para abrir cauces nuevos de encuentro entre todos los hombres de cualquier nacionalidad o religión, para establecer puentes y favorecer un camino compartido y solidario. Se acabaron ya los tiempos de la uniformidad religiosa e ideológica. Nos convoca una sociedad española y europea plurireligiosa y multicultural. A ella se siente convocada también la Iglesia.

Papa y bandera de Ucrania

Los ataques al fenómeno religioso y la mofa de los valores sagrados, tan frecuentes en nuestros días, no contribuyen en manera alguna a la convergencia social. Por desgracia hay demasiados ejemplos cercanos en la realidad de nuestro país. La cosecha actual de la sociedad española, que se llama estado de bienestar, no hubiera sido posible sin la aportación religiosa y cultural de la fe cristiana en la siembra callada y trabajada durante siglos hasta nuestros días.

  Hoy queremos apostar por una etapa nueva de encuentro, de diálogo y de respeto mutuo entre todos y al servicio de todos.

Queremos iluminar desde la Iglesia la conciencia de nuestra sociedad. Son muchos los desafíos que la Iglesia tiene en la sociedad europea del presente.

La paz es un bien supremo. Dios es amante de la paz y amigo de la vida. Las religiones defienden un camino pacífico. Con la Iglesia queremos seguir apostando por la paz y proponiendo el perdón para que la violencia llegue a su fin y podamos disfrutar de una convivencia saludable. Los que matan en nombre de Dios profanan su nombre, los que matan en nombre del hombre son asesinos.

 No queremos renunciar a la esperanza de disfrutar en un día muy cercano de una paz sólida y estable en esta aldea global que es el mundo. ¡Que se abra ya un horizonte de paz para el pueblo hermano de Ucrania! Esa será la mejor Pascua que podamos celebrar este año.

Papa y niños de Ucrania

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