¡Felicidades trabajadoras, porque hacéis posible una nueva sociedad!
Todos sabemos que la situación de precariedad en la que nos vemos inmersos no surge de la noche a la mañana, sino de un sistema neoliberal donde la persona no importa, sólo su producción, olvidándose de su dignidad y derechos, algo que poco importa al empresario, con el consiguiente aumento del empobrecimiento y deshumanización.
El trabajo dignifica a las personas, luchamos por una sociedad en el que éste sea un derecho, ¡demasiados empresarios preocupados por aumentar sus beneficios sin tener en cuenta nada más! Incluida la Iglesia.
Pensemos en todas y cada una de las mujeres que lucharon incluso dando su vida, por un mundo más igualitario. Recordemos que muchos de los derechos hoy conseguidos se los debemos a ellas, por lo tanto, no dejemos de reivindicar aquello que nos pertenece. Un futuro donde todos recibamos el mismo trato y donde el trabajo esté al servicio de las personas y no del dinero o del consumo.
Juan XXIII en el nº 41 de su Encíclica Pacem in Terris decía algo así como que la mujer cada vez es más consciente de su dignidad como persona, no permitiendo ser tratada como mero objeto, exigiendo que se le reconozcan sus derechos y obligaciones como a cualquier persona.
Hoy se nos invita a la reflexión, pero también a la acción, porque seguimos creyendo en un mundo más humano, otro modelo de economía y sociedad. Seguimos apostando por ello, trabajando por la dignidad, la igualdad y el respeto, sin olvidar a quienes hoy hace 102 años que tuvieron el coraje de dar su vida por un sueño que algún día veremos cumplido porque está en nuestras manos el hacerlo.
Fue en 1975 en la ciudad de México donde se celebró la primera conferencia Mundial de la mujer y en ella la ONU estableció el día 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Sigamos cantando a la esperanza, a la vida y a la lucha.