Un santo para cada día: 24 de octubre San Antonio María Claret. (Misionero ejemplar y fundador de la misionera Congregación Claretiana)
| Francisca Abad Martín
Modelo de obrero, gran misionero apostólico, taumaturgo, escritor inagotable, gran predicador, fundador, calumniado y admirado, festejado y perseguido, precursor de la Acción Católica y por encima de todo un gran devoto de María.
Nació en Sallent (Barcelona) el 23 de diciembre de 1807. Fue bautizado al día siguiente de nacer con el nombre de Antonio, pero luego él a este nombre añadiría el de María, en honor a la Santísima Virgen. Su infancia transcurre apacible y tranquila, distribuyendo su tiempo entre la vida familiar, los juegos, la escuela y la iglesia. Desde muy pequeño soñaba con el sacerdocio, pero debido a los negocios familiares, pues sus padres eran dueños de un taller de tejido, tuvo que incorporarse pronto a trabajar en este negocio. Con rapidez aprendió el oficio, llegando a ser un operario destacado, modelo de obrero. Deseoso de mejorar en el oficio se traslada a Barcelona. Su padre estaba muy satisfecho con sus progresos, pero en su alma había una inquietud, soñaba con dedicarse un día a otros asuntos.
Cuando ya tenía 22 años y llevaba 4 en Barcelona, le proponen para que sea director de una fábrica, pero él renuncia a todo y decide ingresar en la Cartuja, sin embargo, debido a su poca fortaleza física tiene que desistir. Decide entonces ingresar en el Seminario de Vich, en el que estudia filosofía y teología y por fin, el 13 de junio de 1835, se ordena sacerdote. Ahora, a sus 27 años, ya es Mosén Claret. Inicia sus primeras andaduras como sacerdote en la parroquia de Sallent, pero buscando horizontes más amplios decide trasladarse a Roma, con el fin de ingresar en el Colegio de Propaganda Fide, sin embargo, ante las dificultades y el retraso para su ingreso, decide hacer unos ejercicios espirituales con los jesuitas. El sacerdote que le da los ejercicios le propone ingresar en la Compañía de Jesús, pero los designios de Dios eran distintos. Decide regresar a España y desembarca en Barcelona.
Comienzan sus correrías apostólicas a pie, de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad. Jornadas agitadoras, de predicación y confesionario. Las muchedumbres se agolpan para oírle. De este modo transcurren 7 años. Después es enviado a Canarias para misionar en aquellas islas y a su regreso a la península comienza a pensar en fundar una Congregación de sacerdotes que se dediquen a la evangelización, cosa que logra en 1849. Les llama Misioneros Hijos del Corazón de María (conocidos como los claretianos).
Después de esto es nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, donde trabaja incansablemente, siendo herido un día gravemente. En 1847 la reina Isabel II le reclama desde España para que sea su confesor, cargo que él acepta, pero con la condición de no residir en palacio, para poder seguir dedicándose a su ministerio sacerdotal. Durante los 10 años que estuvo en la corte sufrió muchas presiones, envidias y recelos, incluso varios intentos de asesinato. La revolución de septiembre, que él había predicho, destronó a la reina y tanto ella como su confesor tuvieron que huir al extranjero.
Va a Francia y después a Roma, pero al regresar a Francia, cuando estaba ya cerca de París, se detiene en una abadía cisterciense cerca de Carcasona, donde fallece el 24 de octubre de 1870. Allí descansaron sus restos durante 27 años, hasta que los Misioneros Claretianos reclamaron su cuerpo para que fuera enterrado en su iglesia en Vich. Fue beatificado por Pío XI en 1934 y canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950.
Reflexión desde el contexto actual:
Debemos estar agradecidos por cuanto Claret hizo durante su vida y lo que continúa haciendo a través de la Congregación por él fundada. Los misioneros claretianos tienen conciencia de cuál es su misión en el mundo de hoy tan avanzado, pero a la vez con graves problemas de exclusión social, que cuenta con numerosos colectivos condenados al olvido y la marginación. La Familia Claretiana se considera llamada a ser instrumento de Dios para ayudar a los más necesitados, siguiendo las pautas de su fundador. Esta Congregación es una institución pobre y para los pobres, que trata de anunciar al Dios de la misericordia y lo hace con alegría y humildad, saliendo a la calle en busaca de los que están fuera de la Iglesia y trabajando por la justicia social, la paz y la defensa de los derechos humanos, según designio de Dios. En una palabra, los misioneros claretianos se muestran decididos a participar activamente en la sociedad, estimulando una ética solidaria y por supuesto quieren ser servidores de la palabra de Dios en un mundo desacralizado.