Un santo para cada día: 27 de noviembre Beato Ramón Lulio (El doctor iluminado)
Fue un adelantado de su tiempo, un espíritu inquieto y aventurero, que nunca se conformó con lo que había y abrió la puerta a nuevos horizontes de la ciencia. Más que un hombre medieval hay que verle como un hijo de la modernidad
Debió nacer Ramón hacia el año 1232 en Palma de Mallorca, lugar en el que convivían pacíficamente las tres culturas, cristiana, islámica y judía. Miembro de una notable familia barcelonesa. Su padre era militar y se llamaba Ramón Amat y su madre Isabel d Èril. Durante su niñez debió recibir una educación severa como lo demuestra el siguiente hecho biográfico “Una mañana, al ir el hijo a la escuela, dióle la madre para almorzar carne asada y luego una golosina para que la comiera en la escuela. Al saberlo el padre, reprendió a su mujer, diciendo que a los niños no se les ha de dar para almuerzo sino solamente pan, a fin de que no se vuelvan golosos y tengan apetito a la hora de comer.»
Su juventud antes de casarse la pasó sirviendo como paje en la corte de Aragón, donde luego sería preceptor del infante D. Jaime y más tarde mayordomo del mismo. Fueron unos años en los que Ramón se dedicó a llevar una vida mundana, alegre y un tanto licenciosa, en la que no faltaron los amoríos, las fiestas, los líos, los lujos y la ostentación.
A los 25 años le vemos ya casado con una bella y rica joven perteneciente a la nobleza, con la que pronto tendría dos hermosos niños. Ello no fue suficiente para que no se viera enredado en un adultero amorío con una hermosa dama, así hasta que un día Dios le toca el corazón y Raimundo cambia definitivamente y por completo. Nos lo cuenta él mismo: Desde entonces, el Amado lo iba a ser todo para él: ojo de sus ojos, pensamiento de sus pensamientos y amor de sus amores. Su corazón arde en deseos de llevar la luz del evangelio a las mentes sumidas en tinieblas y el otro deseo era llegar a morir por Cristo, aspiraciones que habrían de cumplirse. En el año 1277 inicia su periplo por el mundo movido por el celo apostólico. Italia, Alemania, Inglaterra, Armenia, Etiopía, se convierten en meta de su itinerario y no podía faltar Santiago de Compostela como meta de su peregrinaje místico.
Después de dos años de caminar por el mundo, aterriza en Montpellier y sigue dando vueltas a esa sociedad perfecta en la que todos pudieran vivir cristianamente en concordia y en paz, esa utopía que en la producción literaria de Lulio lleva el nombre de “Blanquerna”. El místico peregrino atrae la atención y la curiosidad de unas gentes ávidas de novedades. La Sorbona le ofrece una cátedra y el autor de Arte Magna comienza a exponer sus arcanos y profundos conocimientos, que los alumnos no acaban de entender. Las gentes de su época le consideraron como un charlatán de feria al que le colocaron el apodo de “Raimundo el mentecato”. Fue un incomprendido, no importa, su celo apostólico no desfalleció, ni se desanimó él siguió ofreciendo sus planes de renovación en las plazas, en los palacios y en las asambleas capitulares, aunque no le hicieran caso, como tampoco se extinguió su deseo de martirio. En Agosto de 1314 parte hacia la ciudad africana de Bujía donde habría de ver realizado su sueño de morir por Cristo. Se veían cumplidas sus más profundos deseos “Bienaventurados, Señor, aquellos que en este mundo se visten con vestiduras de sangre. Esta bienaventuranza es la que espero de Vos todos los días: morir por amor vuestro y por amor de aquellos que os aman “
Reflexión desde el contexto actual
¿Nos puede decir algo un hombre que vivió en el siglo XIV a nosotros los hijos de la posmodernidad? Yo creo que sí. Su pensamiento se mantiene fresco todavía y conserva la fuerza de una pasión que no envejece. Raimundo Lulio está vivo todavía. Él fue un adelantado de su tiempo, un espíritu inquieto y aventurero, que nunca se conformó con lo que había y abrió la puerta a nuevos horizontes de la ciencia. Más que un hombre medieval hay que verle como un hijo de la modernidad. Con toda razón es considerado precedente de la cibernética, por cuanto su “Ars combinatoria” viene a ser una técnica de pensamiento o mecanismo lógico, que arrancando de unos axiomas puntuales, convenientemente combinados y permutados, puede hacer derivar de ellos el resto de las verdades. Ello significa que el sabio mallorquín se anticipó a Alan Turing muchos siglos convirtiéndose de este modo en el profeta de la informática. La historia está en deuda con él.