Un santo para cada día: 20 de noviembre S. Félix de Valois (Cofundador de la Orden Trinitaria)
Aquellos tiempos de las Cruzadas fueron unos tiempos en los que el fervor popular impulsaba a los cristianos a correr todos los riesgos que fueran necesarios para defender los Santos Lugares. La gente de toda clase y condición se echaba a la calle a defender la causa de Cristo, con la espada en una mano y en la otra la cruz; eran los tiempos también en que los musulmanes por su cuenta hacían la “Guerra Santa”. En estas confrontaciones bélicas sin cuartel, unos morían, mientras que otros eran atrapados y se les privaba de libertad. Durante el tiempo que duró la reconquista en España, las cárceles se llenaron de prisioneros, tanto por la parte cristiana como por parte de los musulmanes. Al número de cautivos, víctimas de las guerras, había que sumar los procedentes de la acción de los piratas moros, que por mar y tierra hacían incursiones, apoderándose de bienes y personas. Entre los árabes sarracenos, berberiscos, la piratería era entendida como una forma de hacer la Guerra Santa. Los prisioneros capturados eran posteriormente conducidos a Túnez, Argel, Marruecos o Egipto y allí eran retenidos pudriéndose en las cárceles en unas condiciones infrahumanas, a la espera de que sus familiares o intermediarios pudieran pagar el rescate exigido: El problema estaba en que muchos de ellos eran pobres, que nadie se acordaba de ellos y sus familiares no disponían de medios. La triste realidad del cautiverio afectaba a un gran número, llegando a constituir una lacra social a la que era necesario poner remedió cuanto antes.
Como suele ocurrir ante semejantes situaciones dolorosas, siempre acaba surgiendo alguien, que providencialmente se siente llamado a traer el oportuno remedio y esto precisamente es lo que sucedió con Juan de Mata y Félix de Valois. Dos personalidades que desde el momento que se conocieron supieron que estaban hechos el uno para el otro. Félix era mucho mayor que Juan; cuando éste le conoció en el bosque de Gandelu, cerca de Cerfroid, poblado perteneciente al obispado de Soissons, Félix llevaba ya muchos años entregado a Dios y haciendo vida de anacoreta. Procedente de noble linaje lo había vendido todo, repartiendo el dinero entre los pobres, había renunciado a todas las pompas y vanidades del mundo y en soledad se había retirado a este desierto para estar más cerca de Dios. El encuentro entre ambos no pudo ser más cordial. Mata le abrió su corazón y le hizo saber su proyecto de fundar una orden que tuviera por finalidad la redención de los cautivos. Al anciano anacoreta le pareció que eso era obra de Dios y desde el primer momento le hizo saber que podía contar con él para todo.
Ambos emprenden viaje a Roma para gestionar su aprobación, tal como atestigua un documento de la época donde se dice que “dos ermitaños fueron a Roma a solicitar al papa Inocencio III la aprobación de la nueva obra apostólica en la Iglesia”. Aunque no cita los nombres, fácil es deducir de quienes se trata. Otro documento posterior, debido al General de la Orden, hace referencia a Félix de Valois como cofundador de la Orden Trinitaria. Una vez que el papa Inocencio III estuvo debidamente informado y asesorado y después de celebradas las audiencias de rigor, no tardó mucho tiempo la curia en dar su visto bueno, quedando aprobada la Regla de la Orden de la Santísima Trinidad para la Redención de los Cautivos. De este modo la Orden Trinitaria se convertía en la primera orden no monástica aprobada por la Iglesia.
De regreso a Francia y con la aprobación en la mano, había que poner manos a la obra. Comenzaba una bendita aventura en la que ambos cofundadores se repartirían los papeles. A Mata le correspondería la acción, Félix ya mayor y experto maestro del espíritu, se encargaría de rezar y de que a la nueva orden no le faltara todos los apoyos y auxilios espirituales. Nada más llegar a Cerfroid lo primero que hicieron fue fundar allí el primer convento de la orden, en el que van a ingresar amigos y conocidos del viejo anacoreta, quien se hará cargo de esta primera comunidad incipiente, quedando libre Mata para viajar por Francia e ir fundando nuevas comunidades. Históricamente la Orden Trinitaria siempre ha considerado a Félix como cofundador inseparable de Mata. Probablemente Félix de Valois murió en Cerfroid el 4 de noviembre de 1212, un año antes que su discípulo, siendo canonizados ambos a la vez el 21 de octubre de 1666, bastante tardíamente
Reflexión desde el contexto actual:
Una vez más se pone bien de manifiesto que los santos y las órdenes religiosas han llevado a cabo a través de la historia una labor humanitaria trascendental que hoy apenas se les reconoce. La Orden Trinitaria sigue entre nosotros en unos momentos en que el cautiverio ha dejado de existir o al menos ya no existe en las formas y condiciones de antes, por lo que ha sido necesario hacer un reajuste en consonancia con los tiempos. La misión trinitaria, hoy día, es continuar por el camino de la redención, encontrando en las misiones, en las cárceles y en los colegios, un lugar idóneo para la liberación de la persona por medio de la enseñanza.