Un santo para cada día: 2 de diciembre Juan de Ruysbroeck. (El Doctor admirable, inspirador del Kempis)

Beato Juan de Ruysbroeck
Beato Juan de Ruysbroeck

    A finales de la Eda Media cerca de Bruselas, en los bosques de Soigne, existía un paisaje paradisiaco conocido con el nombre de Groenendael, que formaba parte de las grandes extensiones de terreno propiedad de los duques de Brabante. Grandes espacios cubiertos de vegetación exuberante, árboles de hoja perenne, alfombra de flores en primavera, arroyos de agua cristalina, riscos, montaña, valles, con olor a frescor de naturaleza, donde reinaba un silencio  sobrecogedor, en el que solo se escuchaba la voz del espíritu, “Valle verde” se llamaba este lugar, un oasis de paz, que habría de ser santificado con la presencia de uno de los más grades místicos de la historia del cristianismo, conocido como el “Doctor admirable”, que pasaría aquí los últimos años de su vida meditando y también alimentando a los pajarillos cuando las copiosas nevadas les dejaban desprovistos de todo aprovisionamiento.

Juan vino al mundo el año 1293 en un pueblecito llamado Ruysbroeck, muy cerquita de Bruselas. Su vida iba a trascurrir de forma apacible, arropado y protegido por unos padres amorosos y piadosos, hasta que un buen día cuando ya había cumplido los 11 años, se escapó de casa y se fue a vivir al lado de un tío suyo, que era canónigo de la catedral de Sta. Gúdula, seguramente movido por una incipiente vocación sacerdotal. El caso es que al lado de su tío Hinkaert pudo aprender humanidades y de este modo, la llamada al sacerdocio fue madurando poco a poco, hasta que se hizo una realidad en su vida cuando contaba veinticuatro años. Tiempo atrás, su madre se había trasladado a Bruselas, ingresando en la congregación comunitaria de las Beguinas, pero había muerto sin poder ver a su hijo sacerdote.

En el ejercicio del ministerio sacerdotal pasaría muchos años de forma oculta y sencilla, a la sombra de su tío el canónigo. La gente le veía como un solitario abstraído en las contemplaciones de Dios, que dejaba reflejadas a través de sus libros de alto voltaje espiritual, como por ejemplo “El ornamento de las bodas espirituales” “El anillo o perla brillante” “El tratado de la fe cristiana” o el “Libro del Tabernáculo Espiritual”. Sus obras fueron de las más leídas en su época y aún en su tierra se siguen leyendo. Gracias a ellas llegó a hacerse famoso y como suele ocurrir, en torno a sus escritos surgió la polémica. Algunos veían en ellos la mano de un ignorante e iletrado, hubo quien le acusó de panteísmo, pero ni una cosa ni otra se sostienen en pie. Juan conocía la escolástica, otra cosa es que le gustara, Juan demostraba sobradamente en sus obras tener conocimientos teológicos, pudiéndose decir de sus escritos que eran un Océano con grandeza y precisión a la vez. Como ocurre con los místicos, a la hora de expresar la unión íntima del alma con Dios se sirven de expresiones que puedan dar lugar a malas interpretaciones, pero lo cierto es que al místico belga no se le puede acusar de caer en la herejía panteísta.  

 De cualquier forma, a este gran maestro del espíritu le importaba bien poco lo que pudieran decir de él, pues no era un hombre de polémica, solo buscaba espacios cada vez más amplios de contemplación. Esto precisamente es lo que en 1344 le llevó junto con su tío y algún otro clérigo a vivir una vida retirada del bullicio del mundo y de la asfixiante atmósfera catedralicia. El sitio elegido, como ya quedó apuntado fue Groenendael. En principio pensaron que el grupito podía funcionar por libre, como si se tratara de una simple parroquia, dentro de la diócesis, pero pronto se dieron cuenta que era mejor constituir una pequeña comunidad con su regla. Al grupo inicial se fueron agregando otros clérigos, tomando como base las reflexiones espontaneas del gran místico, que fueron pasando a las tablillas.  

Su fama fue agigantándose y el número de discípulos no dejaba de crecer, deseosos de recibir sus enseñanzas y de participar de sus gracias, entre ellos es obligado citar nada menos que  a Gerardo Groote, fundador de “ Los hermanos de la vida Común “ a la que perteneció el autor de “ La imitación de Cristo “, libro que ha marcado un hito en la historia de la espiritualidad, pero no solamente acudían  a este entorno clérigos sino también seglares distinguidos, como  es el caso de la baronesa Marke.

En los últimos años el místico flamenco casi no podía salir de su celda; su inmenso itinerario místico estaba tocando a su fin y ya solo le esperaba alcanzar la meta: esto sucedía el 2 de diciembre de 1381, en que rodeado de sus hermanos y con el rostro resplandeciente se marchó a contemplar a Dios cara a cara.

Reflexión desde el contexto actual:

Juan Ruysbroecks, seguramente, no es el autor del Kempis, del que se ha dicho que es “el más hermoso libro escrito por la mano de un hombre”, pero sí es muy probable que haya sido su inspirador. Por esta razón nunca  estaremos lo suficientemente agradecidos a este gran maestro de espiritualidad.  El mundo siempre ha necesitado de los místicos, pero si cabe mucho más en estos tiempos de prisas y desasosiegos, en los que no hay nada mejor que respirar hondo y llenar nuestras vidas de esa paz y esa  calma que procede de una reflexión profunda salida de un espíritu limpio.

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