Un santo para cada día: 22 de agosto Santa María Reina (Una de las más gozosas advocaciones marianas)
Santa María es Reina y Señora de todo lo creado, así lo proclamamos en el quinto misterio glorioso, cuando rezamos el rosario
Santa María es Reina y Señora de todo lo creado, así lo proclamamos en el quinto misterio glorioso, cuando rezamos el rosario. Esta hermosa invocación es la expresión de una realidad mística de la que ya el autor del Cantar de los Cantares se hace eco, cuando de forma prefigurativa se dice: “Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. Ven y serás coronada”.
Por su parte en la tradición cristiana hace mucho tiempo que a la Virgen se la viene venerando bajo esta advocación; de tiempos inmemoriales datan las plegarias de la “Salve Regina” o “Regina Coeli”, desde antiguo María ha sido proclamada Reina de los ángeles y de los santos, de patriarcas y profetas, de mártires y confesores, de los apóstoles, de las vírgenes, reina de las mujeres y de los varones, porque ella en la literatura cristiana siempre fue la segunda Eva. En fin, de siempre fue vista como Reina de todo lo creado y en las representaciones, sobre todo en la Edad Media, es frecuente ver a la Virgen portando una corona y algo más tarde se reproduce el acto mismo de la coronación en presencia de toda la corte celestial. Aún con todo, la institucionalidad de esta celebración data de 1954, por decisión de Pio XII quien dotó de carácter oficial la festividad de Santa María Reina, dejándonos además un precioso documento, a modo de encíclica, titulado “Ad coeli reginam” que, dentro del magisterio de la iglesia, sin duda es uno de los documentos que mejor han sabido ensalzar la dignidad y realeza de la Virgen.
El fundamento teológico de esta sublime prerrogativa lo encontramos en su maternidad divina. Es evidente que Cristo es el rey de Universo, ante el cual toda rodilla se dobla. La realeza de Cristo viene a decirnos que su potestad está por encima de todas las potestades de la tierra, por encima de todas las autoridades e instituciones, pues verdaderamente Él es Rey de reyes.El sentido de esta festividad es recordar a todos los organismos privados y públicos, magistrados y gobernantes, que por parte de todos existe el deber de reconocer la existencia de este reinado espiritual y aunque por oportunismos políticos la realeza de Cristo esté hoy siendo silenciada, ahí está, ahí sigue y de ella se parte a la hora de conferir el título de reina a la Virgen María, porque ella es la madre de este Rey de reyes y si tal es el hijo, tal habrá de ser su madre por naturaleza. Reina madre, pero Reina. No es que nosotros la hayamos coronado, es que así fue predestinada, tal como Juan nos lo da a entender en el Apocalipsis cuando nos habla de la mujer con atuendo real, vestida de sol con la luna a sus pies y coronada de estrellas.
Habría otra razón más, sacada de la misión corredentora atribuida a María. En la medida en que ella participó en el sacrificio juntamente con Cristo, del mismo modo le corresponde también participar en su glorificación; nos lo explica muy bien Pio XII en este texto: “Si María en la obra de la salvación espiritual fue asociada a Cristo Jesús…. y Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey, no solo por ser Hijo de Dios sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no solo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán”.
Cuánto gozo es saber que María es reina de todo lo creado, sobre todo tomando en consideración que ella también es nuestra madre y la glorificación suya en cierta manera también es glorificación nuestra, porque todo lo que sucede a la madre de una manera o de otra repercute también en los hijos. Qué alegría tener la seguridad de que cuando nos dirigimos a ella estamos intercediendo ante una reina que todo lo puede, porque a ella está sometida toda la creación. Cuánta paz y gozo nos deja en el alma saber que nuestra Madre también es una Reina.
Reflexión desde el contexto actual:
Madre y Señora nuestra, universal y mística Emperatriz, postrados ante tu cetro real, humildemente nos atrevemos a implorar tu misericordia, para que nos socorras en la adversidad, nos consueles en nuestro dolor, pongas un rayo de luz en nuestras tinieblas, restablezcas la paz y la justicia en todos los pueblos de la tierra y a todos nos libres de las modernas esclavitudes y podamos ser dueños de nosotros mismos.