Un santo para cada día: 24 de diciembre Sta. Paula Isabel de Cerioli (La madre de los huérfanos a los que nadie quiso acoger)
El 24 de diciembre de 1865, cuando su obra estaba ya completamente asegurada, moría esta esforzada mujer, rodeada del cariño de unos hijos espirituales que la llevarían siempre en su corazón
Nació el 28 de enero de 1816 en Soncino, perteneciente a la provincia de Cremona. Sus padres Francesco Cerioli y Francesca Corniani habían formado un hogar cristiano con muchas posesiones, donde sobraba de todo. La niña, la última de dieciséis hijos, nació muy débil temiéndose por su vida, por lo que prontamente fue bautizada con el nombre de Constanza. Desde niña tuvo que experimentar en sus propias carnes lo que es el dolor. A la edad de diez años, siendo todavía una niña, fue confiada a las religiosas de la Visitación que estaban en Alzano, (Bérgamo - Italia) para que se hicieran cargo de su educación, tal como era acostumbre en las familias nobles de la época. Allí estaba como alumna una hermana suya y entre las religiosas una de sus tías. Concluidos sus estudios, regresa a su casa con sus padres. Allí continuaría perfeccionando sus estudios ayudando, lo que podía, en los múltiples deberes domésticos y sobre todo ejercitándose en la práctica de la virtud de la caridad con los campesinos, humanitaria práctica, que su madre nunca dejó de inculcarla.
Cumplidos los 19 años, era ya tiempo de pensar en su futuro. Su padre se encargaría de todo, buscándola un pretendiente de alcurnia y con dinero y lo encontró en la persona de Gaetano, heredero de los condes de Tassis, con futuro prometedor, el problema estaba en que era viudo y bastante mayor que ella. Se trataba de un matrimonio de conveniencias, como tantos otros, a lo que Constanza accedió. En esos tiempos estas cosas pasaban y la joven en la decisión tomada por su padre, quiso ver la voluntad de Dios. A partir de aquí va a comenzar para ella una vida dedicada por entero a su familia, tratando de hacer feliz a su marido y a sus hijos.
El día a día va a ser duró para Constanza. Las relaciones con su marido van a ser complicadas, no ya solo por la diferencia de años que mediaba entre ellos, sino por los achaques de su marido y porque espiritualmente no existía entre ambos una compenetración, pese a todo, ella se mostró siempre una buena esposa generosa y solícita. Va a ser también víctima del infortunio familiar y le tocará ver cómo sucesivamente se le van muriendo uno tras otro, tres de sus cuatro hijos. Solo llegó a quedarle vivo Carlo, sobre el que proyectó todo su amor de madre y trató de moldearle según el modelo cristiano, pero Dios la iba a pedir aún más. Un día Carlo cayó gravemente enfermo y por más que los médicos hicieron por él, no fue posible salvarle.
En 1857 fallecía también su marido. Tanta desgracia junta, hicieron que cayera en un estado de soledad y postración, del que pudo levantarse gracias a que se puso en las manos de Dios, entregándose a Él por entero y también por el consuelo y la ayuda humana que en estos momentos recibió por parte de dos obispos, buenos amigos suyos, Mons. Luis Speranza y Mons. Alexandre Valsecchi. Ya no le quedaba nadie, a sus 38 años sola, desamparada y con el corazón roto, tenía que hacer frente a toda una vida que tenía por delante. Necesitaba urgentemente una razón que pudiera dar sentido a su vida y la encontró en ese su instinto maternal brutalmente lacerado, que no había muerto, sino que seguía latiendo todavía dentro de su corazón. Le consolaba imaginar que ella podía llegar a ser la madre de muchos niños huérfanos. Le reconfortaba pensar que la Virgen, en el mismo momento de perder a su Hijo en la cruz, era consagrada la madre universal del género humano.
Viéndose dueña de una inmensa fortuna, decide ponerla toda al servicio de los huérfanos y de los hijos de familias pobres que carecían de lo más necesario. Lo primero que hace es abrir las puertas de su Palacio de Comonte para que allí se albergaran huérfanos abandonados. Con la ayuda de algunos colaboradores, entre los que se encontraban Luisa Corti, su brazo derecho y sus fieles amigos Valsecchi, canónigo y Mons. Speranza, obispo de Bérgamo, comienza a trabajar en la fundación de las Hermanas de la Sagrada Familia, venciendo los obstáculos provenientes del gobierno de la nación. Ella misma escribe las Reglas por las que se ha de regir, consiguiendo inmediatamente la aprobación de su amigo el obispo de Bérgamo, quedando oficialmente constituida dicha institución el 8 de diciembre de 1857, fecha en que tiene lugar la profesión de Constanza, su fundadora, que aprovecharía este acontecimiento para cambiar su nombre, pasando a llamarse Paula Isabel.
El 24 de diciembre de 1865, cuando su obra estaba ya completamente asegurada, moría esta esforzada mujer, rodeada del cariño de unos hijos espirituales que la llevarían siempre en su corazón.
Reflexión desde el contexto actual:
Juan Pablo II, en la canonización de Sta. Paula Isabel de Ceroli, destacaba su convencimiento de que los hijos para crecer seguros y fuertes, necesitan una familia sana y unida, generosa y estable. Nuestra sociedad si quiere tener futuro, ha de contar con una familia estable y sólidamente estructurada y muchos corazones maternales como el de esta mujer, que quiso ser la madre de todos los huérfanos.