"Feliz ese servidor (a) al que su patròn, cuando llegue,encuentre tan bien ocupado".

Domingo Diez y Nueve Año Ordinario C. 07.08.2016.

(Lucas 12, 32-48).





Este Evangelio, que Jesús hoy nos pone, nos da el sentido cristiano de la vida y de la muerte.
En mi vida, sobre todo sacerdotal, he sido testigo de grandes pascuas, de pasos de muerte a vida de grandes cristianos(as), algunos muy cercanos, como mi padre, mi madre y mi hermana mayor a quienes tuve el privilegio de acompañarlos en su vida terrenal, también cuando el Señor los llamò a su muerte para vivir su pascua. También me acuerdo de la vida de una amigo de mis padres: Don Bernardo Leigthon Guzmán, el que me llamaba a mì: "Tú eres mi hijo que yo no tuve". También de otros màs, que no los cito para no alargar, pero entre ellos hay algunos formadores mìos hacia el sacerdocio, incluso, posteriormente, acompañando mi sacerdocio. Todos ellos han sido servidores y servidoras del Señor, a los cuales, el Señor vino a buscarlos, y cuando Èl llegò, los ha "encontrado bien ocupados", según el deseo de su Dios, que siempre fue la meta de sus vidas y su opción primera, que siempre condicionaba otras opciones, incluso la de su propio Partido político, como fue el gran testimonio de Don Bernardo. ¡Que falta nos hacen hoy dìa políticos como èl !

Por nuestra fe, podemos dar testimonio, que estos seres queridos le dieron un profundo sentido a sus vidas, también a sus muertes, convirtièndolas en una verdadera pascua, siguiendo a su amado Señor de la Vida.

Ellos no vivieron, como muchos que se organizan en este mundo, como si fueran a vivir siempre, aferrados al mundo terrenal.
Ellos vivieron como servidores de la causa de Dios, con su ropa de trabajo puesta y "con su lámpara encendida", esperando activamente a su Señor. Estuvieron esperando "al ·Señor que regresaba de las bodas". Le abrieron la puerta apenas llegó.

"Felices los servidores (as) a los cuales Cristo encuentre velando". "Yo les digo que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentarse a su mesa y les servirá uno por uno".

Esto es lo que celebramos al recordar la muerte de nuestros seres queridos.
Ellos están felices en estos momentos. Cristo cuando llegó a buscarlos los encontró ocupados y amando con un compromiso verdadero, según el sentir de Cristo, especialmente con los màs sufridos.
Ellos ante la llegada del Señor a sus vidas y a su propia vida familiar, estuvieron prontos, para abrirle la puerta en cuanto el Señor golpeó su respectiva puerta. Estaban listos y preparados, tan bien ocupados en las cosas encomendadas por Dios, que les resultò pronto y expedito abrirle al Dios esperado.
Como dije antes, su vida no fue organizada como si fueran a vivir siempre la vida terrenal.
Tampoco se dedicaron a adquirir y atesorar bienes y riqueza, como si fueran su objetivo de vida, como si estos bienes materiales no se echarìan a perder y no terminarìan nunca.
No vivieron la tentación del materialismo acumulador, que asalta a todas las sociedades, y que hoy dìa estamos palpando y soportando en nuestra sociedad, que hace perder el rumbo, hace entrar al país en crisis, en corrupción, perdiéndose mañosamente el dinero y el bien que es para todos los chilenos, haciendo un despojo, saqueo y robo objetivo a los pobres, que sufren y juntan rabia.
Esta tentación hace caer, también a los creyentes, llevándolos a un ateísmo practico. A veces nos organizamos como si Dios no existiera, y como si nuestro destino se agotara en la tierra. Jesùs hoy día nos advierte sobre la tentación de la acumulación, de la instalación, de la seguridad y de una previsión excesiva. Nos advierte contra el materialismo práctico. Más positivamente nos da el sentido cristiano de la vida y de la muerte.

Los ejemplos de las personas señaladas me mostraron, que supieron dar, con sabiduría evangélica, un sentido a su vida y a su muerte. Creo, que para ellos se dio un tesoro inagotable en el cielo, sobre todo, cuando soy testigo, de que se dieron y se ocuparon, con gran amor por sus hermanos, con un compromiso a la manera de Cristo.

En ningún lugar del Evangelio Jesús nos hace creer, que con el tiempo, la mayoría de la humanidad se convertirá. Sabemos que el mundo no cristiano es mucho más numeroso que el mundo "cristiano" y que crece más rápidamente. Mientras en el mundo "cristiano" muchos dejan la pràctica religiosa. Màs sabemos y comprendemos que la Iglesia es a la vez una señal y un pequeño rebaño.

Jesús nos pide a cada uno de nosotros que esté desprendido de las cosas de la tierra. También se lo pide a la Iglesia. Lo importante para la Iglesia no es construir instituciones poderosas ni buscar puestos de poder y de influencias en la sociedad del poder. Pues el mundo va pasando, y nosotros esperamos la venida del Señor.
Insistimos con Francisco I:
"Quiero una Iglesia pobre y para los pobres".

Si queremos amar de verdad al Padre Dios, debemos tener presente en todo momento que Èl nos ha elegido antes que a otros para ser en el mundo este
pequeño rebaño que va a lo esencial: amando a Dios y buscando desde ya un mundo de Reino, de justicia y fraternidad; que nadie esté marginado a "la vera del camino". Vivir la Parábola del Buen Samaritano hoy es urgente y esencial. Y es la manera de estar vigilante cuando Dios nos llame.


En el fondo de todo, en Evangelio de hoy está el tema de la muerte. Este tema no es un invento de la religión; es un hecho real de nuestra existencia, sin el cual no entendemos la vida. El tema de la muerte - de "mi muerte" - no se puede eludir ni como humano ni como cristiano.
La muerte es un hecho que hay que saber enfrentar y darle un sentido evangélico. Sólo la fe nos da el significado de la muerte, y nos da el valor para enfrentarla con serenidad.

No podríamos vivir tranquilos pensando continuamente en la muerte y que cada uno tiene que morir, y que esto podría ser en cualquier momento. Pero tampoco es humano no tener ninguna conciencia de la muerte, y vivir y actuar como si esto no fuera a suceder nunca. Esta actitud es la que reprueba Jesús hoy día en el Evangelio. De esta actitud falsa, que nos instala acumulando bienes o riquezas, y que nos materializa, llevándonos a una idolatría del "tener"; Dios nos suele arrancar de ello, cuando experimentamos la muerte de algún cercano o una muerte imprevista de alguien.
Es necesario meditar con fe sobre lo relativo de la vida y el sentido de la muerte; es necesario para ir adquiriendo en nosotros las actitudes que nos está pidiendo el Evangelio. Se trata de tener vigilancia y espera de la venida del Señor. También ser desprendido de las riquezas: no irán con nosotros con la muerte. Hay que valorar las promesas eternas, y también el sentido que le estamos dando a nuestras actividades aquí en la tierra.

Pero hay que tener claro que no somos absolutos. Cristo es el único absoluto: el único Señor. A Èl tenemos que dar cuenta de nuestra vida, si hemos actuado y poseído según su ley evangélica.
La muerte es el hecho que me recuerda el absoluto de Dios y lo relativo de nuestras actividades, de nuestras cosas y proyectos.

Al terminar quiero contradecir un dicho muy en boga en la gente: "Todo tiene remedio en la vida, menos la muerte". Falso. ¿Por qué?
Jesús es la respuesta:

"Yo soy la resurrección y la vida, él que cree en mí aunque haya muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre.

A nuestro santo Alberto Hurtado le escuchamos, màs o menos algo así:

'En este mundo estamos para buscar a Dios. La muerte, aquello que nos preocupa tanto, nos atemoriza y entristece: Yo les digo: ¡Es la misma felicidad! Por que al que buscábamos en este mundo, al morir nos encontramos con Èl y podremos contemplar su rostro. Y el Cielo es para poseerlo'.

Así como yo les di algunos ejemplos de personas testimoniales en mi vida, ustedes tendrán las propias, encomendémonos a ellos, para que podamos reunirnos con ellos en el Cielo, vivir la comunión de los santos, para alabar, adorar, bendecir y gozar a Dios por toda una eternidad. Amèn.


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Volver arriba