El radicalismo del seguimiento de Cristo: Evangelio nuestro.
Domingo Veinte Año Ordinario C. 14.08.2016.(Lucas 12, 49-53).
Hoy se nos muestra lo exigente y radical del Evangelio y del seguimiento de Cristo.
El que sigue a Cristo ha de saber que su compromiso cristiano no puede ser tibio ni mediocre y debe recordar la Palabra:
"Ya sé lo que vales; no eres ni frío ni caliente ojalá fueras lo uno o lo otro. Desgraciadamente eres tibio, ni frío ni caliente, y por eso voy a vomitarte de mi boca".
(Apocalipsis 3, 15-16).
"Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. En efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará".(Lucas, 9,23-24).
"Todo el que pone la mano al arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios". (Lucas 10,62).
"Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama".
(Lucas 11,23).
"Si alguno quiere venir a mí y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, y aun a su propia persona, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz para seguirme, no puede ser mi discípulo... .
Del mismo modo, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío". (Lucas 14,26-27.33.).
"Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero". (Lucas 16,13).
"El que trata de salvar su vida la perderá; en cambio el que la sacrifica la hace renacer para la vida eterna". (Lucas 17 33).
"Todavía te falta algo: vende todo lo que tienes , reparte el dinero entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme".(Lucas 18, 22).
"Pero, antes de eso, a ustedes lo tomarán presos, y los perseguirán: los entregarán a los tribunales judíos y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante los reyes y gobernadores porque llevan mi Nombre. Esta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí".(Lucas 21,12-13.
En todas estas citas evangélicas podremos entender el radicalismo de ser cristiano, seguidor de Cristo.
El Evangelio que nos conduce al amor verdadero, a la justicia y a la paz, es exigente:
"Vine a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que se haya cumplido!
¿Creen ustedes que yo vine para establecer la paz en la tierra? Les digo que no, sino la división. En efecto, de ahora en adelante en una casa habrá división: tres contra dos y dos contra tres; división de padre contra hijo y de hijo contra su padre; de madre contra hija y de hija contra su madre, de suegra contra nuera y de nuera contra su suegra".(Lucas 12, 49-53).
La paz de Cristo supone un conflicto en la vida, una división. Esto se debe porque hay actitudes injustas de los hombres, que se oponen a la voluntad de Dios. Es el pecado que está incrustado en la sociedad. El conflicto y la división se produce en el encuentro de la Palabra, de Jesús con la ambigüedad y el pecado del mundo. La Palabra será siempre signo de contradicción y levantará oposición en el mundo. Y esto tiene que tomarlo en serio el discípulo en su seguimiento de Cristo.
El cristiano no puede omitirse ante el conflicto; debe asumir el conflictos de la vida.
El futuro santo chileno, Obispo de los pobres, Don Enrique Alvear, nos enseñó que era una mentira con uno mismo, no asumir el conflicto de la vida. Nos decía que asumirlo era pedagógico, liberador, que nos hacía crecer. Y, sobre todo, que nos hacía, encontrarnos con la persona de Cristo; con el que por amor, por justicia, por la paz, por la liberación y salvación asumió el conflicto de la humanidad; se lo echó encima, cargando sobre sus hombros la cruz del pecado del mundo, y se encaminó al Monte Calvario. Allí, como lo había desde el comienzo de su vía crucis, no se quedó en lo mínimo; se dio entero; entregó su vida; murió, haciendo morir en su cuerpo mortal, el pecado y el conflicto nuestro y del mundo todo.
Es aquí, en este acto de Cristo, que se cumple su Palabra:
"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".
Jesús no se escabulló ante el conflicto; no pasó de largo, como el sacerdote y el levita, ante la humanidad "a la vera del camino". Cristo asumió el conflicto.
Cristo y su amor hasta el extremo, pasa a ser la medida verdadera del compromiso radical del cristiano. El discípulo de Cristo no puede ser tibio o mediocre ante la ambigüedad y el pecado de la vida actual.
Ser de Cristo exige ser definido, porque la división entre la Palabra y el pecado atraviesa el corazón de cada hombre y mujer, de cada familia, de cada ideología y tipo de sociedad.
Esta división aparece cada día, surge de diversas maneras, y pone en cuestionamiento nuestra opción por Cristo. Y esto sucede siempre en un mundo donde crece el trigo junto con la cizaña. En esto, el cristiano, el que es de Cristo, no puede quedarse en un hipócrita justo medio, haciendo una componenda entre el Evangelio y el mundo, en un falso ideal de "estar bien con todos", como se dice: "estar bien con Dios y con el Diablo". Eso es no ser de Cristo. La vida siempre nos llevará a definirnos y a asumir el radicalismo del compromiso cristiano con todas sus consecuencias. Se trata de asumir el conflicto de la vida a la manera de Cristo, hasta amar como Él hasta el extremo.
La Palabra, Jesús, es exigente porque debe ser radical. Exige la conversión a Dios, un cambio de vida y de actitudes morales y religiosas, y desde la raíz misma, poniendo en el tapete de la vida a la Palabra como el único absoluto en contraposición del pecado del mundo.
El ser radical ante el conflicto, repito, nace de las exigencias del Evangelio, también de carácter absoluto, porque el Evangelio es el mismo Jesús, el Dios hecho Hombre.
Se trata de definirse: con Jesús o contra Jesús:
"Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama".
El que es de Cristo debe ser "sal del mundo":
"Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente".(Mateo 5, 13).
Los miembros de la Iglesia en un tiempo de crisis y de menos credibilidad en ella, no pueden ser "mediocres". Repito: deben definirse por Cristo. No pueden, en circunstancias tan cruciales, ni ahora ni nunca, tratar por comodidad y mediocridad, menos por temor, ni por buscar "estar bien con todos", absteniéndose de asumir el compromiso de un cristiano ante la problemática de nuestro mundo actual. ¡Eso no es propio de un seguidor de Cristo!
Lo digo, porque he tenido la experiencia y he sido testigo de las debilidades de hombres y mujeres de Iglesia: sacerdotes y laicos, que tratando de "estar bien con todos" traicionan la amistad a la manera de Judas. Ocurrió con una señora que, por quedar bien con su párroco, traicionó a un sacerdote, que la había acompañado en el seguimiento de Cristo desde su juventud. Por la misma razón, otros niegan a Jesús como Pedro, en algún sacerdote o en un cristiano que son fieles a Cristo, cumpliendo su voluntad, expresando tal cumplimiento, en un compromiso con una Iglesia del Vaticano II y con los pobres, y en una Iglesia de Conferencias Episcopales Latinoamericanas y de su propio país.
He visto a Cristo, en ese sacerdote traicionado, en una oración de vigilia como la de Cristo en Getsemaní, abordando lo que viene detrás de esas mediocridades, mentiras y traiciones de sus hermanos y amigos. He visto en él, a Cristo con pavor y sudando y diciendo:
"Padre, si quieres, aparta de mí esta prueba. Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya". (Lucas 22, 42).
Entendió como Jesús, en la oración, que estaba llegando su "hora". Pero he visto en él, un gesto de un paso decisivo, que significó compromiso total y radical por la causa de su Maestro, mientras cierta Iglesia centrada en sí misma, puertas adentro, sin misión, incluido hermanos sacerdotes y laicos.
En otros lugares y en variadas ocasiones, he visto incluso a algún Obispo y a un Vicario Episcopal, acomodados, sin voluntad de definirse; adormecidos como los discípulos en Getsemaní, mientras otros sufren "agonía" como Cristo; a vece los he visto como Pilato ante Jesús sufriente, "lavándose las manos". Y lo que es peor, se ven porfiando en contra de la ley del amor del Evangelio: "como Cristo nos amó".
Esto lo "denuncio": así ha pasado y sigue pasando en diversas y apremiantes circunstancias. Pero también "anuncio" que he visto, en esas circunstancias, en el sacerdote o cristiano sufrientes, a Jesús en una oración de vigilia, encontrando en el Padre, las energías para pronunciar el "Si" al compromiso radical.
"Anuncio" la oración de vigilia y de abandono al Padre. La oración de vigilia es abordar lo que viene. Un compromiso y una misión se asume, muchas veces, después de un lucha interior. El hombre del pasado desea continuar. El hombre del futuro busca respuestas. Existe una lucha interior.
En Jesús, la expresión de entrega y compromiso, está en su oración de Getsemaní. A pesar de comprender el dolor y la soledad humana de Cristo en ese momento, lo "anuncio" como Palabra de respuesta y de liberación. Y convoco, a todos los que pasen por lo que Jesús pasó, a vivir esa experiencia de oración de vigilia:
"El Padre siempre está conmigo".
"Busca hacer su voluntad".
"Permanece en el Padre y el Padre en ti".
Es una oración de vida dirigida al Padre, como fue la de Cristo:
"Por Él, con Él y en Él, a Ti Dios Padre Todopoderoso".
El radicalismo del discípulo de Cristo, a veces, sin buscarlo, lo lleva a momentos de tensiones, dolores desde el interior mismo. Todo es consecuencia de la reacción que causa su fidelidad al Evangelio, vivida en medio de la sociedad.
¡Si Jesús mismo fue objeto de odio y de división y de contradicción, a pesar de su Evangelio de amor y de reconciliación! Lo digo y lo repito por amor agradecido a Cristo cuyo amor infinito cubrió la muchedumbre de mis pecados.
Y este amor de Cristo fue profetizado por Simeón con consecuencias para su Madre, María:
"Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lucas 2,34-35).
Y citemos al mismo Jesús:
"He venido a este mundo para iniciar una crisis: los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos". (Juan 9,39).
Este es el fuego" que Jesús trae a la tierra. Esa es la "división", en lugar de la paz, porque Cristo será rechazado y será signo de contradicción. Es el fuego que purifica, que quema todo lo viejo, que da calor y fomenta la vida. Porque Jesús no vino a resolver problemas personales en forma egoísta, sino para rehacer el mundo. Los que pretenden participar de la gloria del Padre, como Jesús, deben tomar compromiso en esa obra de salvación que abarca las sociedades y el mundo entero con sus violencias, tensiones y obras sabias y también locas.
Muchas veces se ha querido hacer de la religión la base de una unidad nacional o de una paz familiar. Es cierto que la fe conduce a la paz; pero también es motivo de separación, para el que vive en la verdad, en medio de todos aquellos amigos o hermanos suyos que no quieren compartirla y seguirla por tibieza. Eso produce heridas que, muchas veces , se transforman en persecución en contra de un discípulo de Cristo definido y fiel.
Es que también el Evangelio desenmascara lo que estaba escondido en los corazones, poniendo de manifiesto la mentira y la violencia que mueve a una minoría que quiere dominar a una mayoría. De hecho, yo creo, que hay unos poderosos, que se han hecho dueños de los pueblos, simulando con falsedad instituciones y leyes opresoras, que hacen que la mayoría esté sometida a ellos con una mentirosa e ilegítima institucionalidad; es lo que pasa en Chile, según mi criterio, desde el Golpe a estos días. Esos poderosos, privados y políticos, mueven los hilos de un país, haciendo poco menos, a los demás como títeres, que no tienen canales de participación ciudadana y soberana. Eso no es de Jesús. No es humano ni es cristiano.
Y el que es de Jesús, levantará, con su compromiso evangélico, oposición y división. Eso sucedió con Jesús, y no podemos olvidar:
"El discípulo no puede ser más que el Maestro".
Y un gozo en el alma anunciado por Cristo para el que lo sigue radicalmente:
"¡Feliz el que me encuentra y no se confunde conmigo! (Mateo 11,6).
Amigos:
Es la hora. Ahora, como siempre, es urgente un compromiso radical de seguimiento de Cristo:
"Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes".
Con hambre y sed de justicia.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Hoy se nos muestra lo exigente y radical del Evangelio y del seguimiento de Cristo.
El que sigue a Cristo ha de saber que su compromiso cristiano no puede ser tibio ni mediocre y debe recordar la Palabra:
"Ya sé lo que vales; no eres ni frío ni caliente ojalá fueras lo uno o lo otro. Desgraciadamente eres tibio, ni frío ni caliente, y por eso voy a vomitarte de mi boca".
(Apocalipsis 3, 15-16).
"Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. En efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará".(Lucas, 9,23-24).
"Todo el que pone la mano al arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios". (Lucas 10,62).
"Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama".
(Lucas 11,23).
"Si alguno quiere venir a mí y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, y aun a su propia persona, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz para seguirme, no puede ser mi discípulo... .
Del mismo modo, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío". (Lucas 14,26-27.33.).
"Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero". (Lucas 16,13).
"El que trata de salvar su vida la perderá; en cambio el que la sacrifica la hace renacer para la vida eterna". (Lucas 17 33).
"Todavía te falta algo: vende todo lo que tienes , reparte el dinero entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme".(Lucas 18, 22).
"Pero, antes de eso, a ustedes lo tomarán presos, y los perseguirán: los entregarán a los tribunales judíos y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante los reyes y gobernadores porque llevan mi Nombre. Esta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí".(Lucas 21,12-13.
En todas estas citas evangélicas podremos entender el radicalismo de ser cristiano, seguidor de Cristo.
El Evangelio que nos conduce al amor verdadero, a la justicia y a la paz, es exigente:
"Vine a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que se haya cumplido!
¿Creen ustedes que yo vine para establecer la paz en la tierra? Les digo que no, sino la división. En efecto, de ahora en adelante en una casa habrá división: tres contra dos y dos contra tres; división de padre contra hijo y de hijo contra su padre; de madre contra hija y de hija contra su madre, de suegra contra nuera y de nuera contra su suegra".(Lucas 12, 49-53).
La paz de Cristo supone un conflicto en la vida, una división. Esto se debe porque hay actitudes injustas de los hombres, que se oponen a la voluntad de Dios. Es el pecado que está incrustado en la sociedad. El conflicto y la división se produce en el encuentro de la Palabra, de Jesús con la ambigüedad y el pecado del mundo. La Palabra será siempre signo de contradicción y levantará oposición en el mundo. Y esto tiene que tomarlo en serio el discípulo en su seguimiento de Cristo.
El cristiano no puede omitirse ante el conflicto; debe asumir el conflictos de la vida.
El futuro santo chileno, Obispo de los pobres, Don Enrique Alvear, nos enseñó que era una mentira con uno mismo, no asumir el conflicto de la vida. Nos decía que asumirlo era pedagógico, liberador, que nos hacía crecer. Y, sobre todo, que nos hacía, encontrarnos con la persona de Cristo; con el que por amor, por justicia, por la paz, por la liberación y salvación asumió el conflicto de la humanidad; se lo echó encima, cargando sobre sus hombros la cruz del pecado del mundo, y se encaminó al Monte Calvario. Allí, como lo había desde el comienzo de su vía crucis, no se quedó en lo mínimo; se dio entero; entregó su vida; murió, haciendo morir en su cuerpo mortal, el pecado y el conflicto nuestro y del mundo todo.
Es aquí, en este acto de Cristo, que se cumple su Palabra:
"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".
Jesús no se escabulló ante el conflicto; no pasó de largo, como el sacerdote y el levita, ante la humanidad "a la vera del camino". Cristo asumió el conflicto.
Cristo y su amor hasta el extremo, pasa a ser la medida verdadera del compromiso radical del cristiano. El discípulo de Cristo no puede ser tibio o mediocre ante la ambigüedad y el pecado de la vida actual.
Ser de Cristo exige ser definido, porque la división entre la Palabra y el pecado atraviesa el corazón de cada hombre y mujer, de cada familia, de cada ideología y tipo de sociedad.
Esta división aparece cada día, surge de diversas maneras, y pone en cuestionamiento nuestra opción por Cristo. Y esto sucede siempre en un mundo donde crece el trigo junto con la cizaña. En esto, el cristiano, el que es de Cristo, no puede quedarse en un hipócrita justo medio, haciendo una componenda entre el Evangelio y el mundo, en un falso ideal de "estar bien con todos", como se dice: "estar bien con Dios y con el Diablo". Eso es no ser de Cristo. La vida siempre nos llevará a definirnos y a asumir el radicalismo del compromiso cristiano con todas sus consecuencias. Se trata de asumir el conflicto de la vida a la manera de Cristo, hasta amar como Él hasta el extremo.
La Palabra, Jesús, es exigente porque debe ser radical. Exige la conversión a Dios, un cambio de vida y de actitudes morales y religiosas, y desde la raíz misma, poniendo en el tapete de la vida a la Palabra como el único absoluto en contraposición del pecado del mundo.
El ser radical ante el conflicto, repito, nace de las exigencias del Evangelio, también de carácter absoluto, porque el Evangelio es el mismo Jesús, el Dios hecho Hombre.
Se trata de definirse: con Jesús o contra Jesús:
"Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama".
El que es de Cristo debe ser "sal del mundo":
"Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente".(Mateo 5, 13).
Los miembros de la Iglesia en un tiempo de crisis y de menos credibilidad en ella, no pueden ser "mediocres". Repito: deben definirse por Cristo. No pueden, en circunstancias tan cruciales, ni ahora ni nunca, tratar por comodidad y mediocridad, menos por temor, ni por buscar "estar bien con todos", absteniéndose de asumir el compromiso de un cristiano ante la problemática de nuestro mundo actual. ¡Eso no es propio de un seguidor de Cristo!
Lo digo, porque he tenido la experiencia y he sido testigo de las debilidades de hombres y mujeres de Iglesia: sacerdotes y laicos, que tratando de "estar bien con todos" traicionan la amistad a la manera de Judas. Ocurrió con una señora que, por quedar bien con su párroco, traicionó a un sacerdote, que la había acompañado en el seguimiento de Cristo desde su juventud. Por la misma razón, otros niegan a Jesús como Pedro, en algún sacerdote o en un cristiano que son fieles a Cristo, cumpliendo su voluntad, expresando tal cumplimiento, en un compromiso con una Iglesia del Vaticano II y con los pobres, y en una Iglesia de Conferencias Episcopales Latinoamericanas y de su propio país.
He visto a Cristo, en ese sacerdote traicionado, en una oración de vigilia como la de Cristo en Getsemaní, abordando lo que viene detrás de esas mediocridades, mentiras y traiciones de sus hermanos y amigos. He visto en él, a Cristo con pavor y sudando y diciendo:
"Padre, si quieres, aparta de mí esta prueba. Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya". (Lucas 22, 42).
Entendió como Jesús, en la oración, que estaba llegando su "hora". Pero he visto en él, un gesto de un paso decisivo, que significó compromiso total y radical por la causa de su Maestro, mientras cierta Iglesia centrada en sí misma, puertas adentro, sin misión, incluido hermanos sacerdotes y laicos.
En otros lugares y en variadas ocasiones, he visto incluso a algún Obispo y a un Vicario Episcopal, acomodados, sin voluntad de definirse; adormecidos como los discípulos en Getsemaní, mientras otros sufren "agonía" como Cristo; a vece los he visto como Pilato ante Jesús sufriente, "lavándose las manos". Y lo que es peor, se ven porfiando en contra de la ley del amor del Evangelio: "como Cristo nos amó".
Esto lo "denuncio": así ha pasado y sigue pasando en diversas y apremiantes circunstancias. Pero también "anuncio" que he visto, en esas circunstancias, en el sacerdote o cristiano sufrientes, a Jesús en una oración de vigilia, encontrando en el Padre, las energías para pronunciar el "Si" al compromiso radical.
"Anuncio" la oración de vigilia y de abandono al Padre. La oración de vigilia es abordar lo que viene. Un compromiso y una misión se asume, muchas veces, después de un lucha interior. El hombre del pasado desea continuar. El hombre del futuro busca respuestas. Existe una lucha interior.
En Jesús, la expresión de entrega y compromiso, está en su oración de Getsemaní. A pesar de comprender el dolor y la soledad humana de Cristo en ese momento, lo "anuncio" como Palabra de respuesta y de liberación. Y convoco, a todos los que pasen por lo que Jesús pasó, a vivir esa experiencia de oración de vigilia:
"El Padre siempre está conmigo".
"Busca hacer su voluntad".
"Permanece en el Padre y el Padre en ti".
Es una oración de vida dirigida al Padre, como fue la de Cristo:
"Por Él, con Él y en Él, a Ti Dios Padre Todopoderoso".
El radicalismo del discípulo de Cristo, a veces, sin buscarlo, lo lleva a momentos de tensiones, dolores desde el interior mismo. Todo es consecuencia de la reacción que causa su fidelidad al Evangelio, vivida en medio de la sociedad.
¡Si Jesús mismo fue objeto de odio y de división y de contradicción, a pesar de su Evangelio de amor y de reconciliación! Lo digo y lo repito por amor agradecido a Cristo cuyo amor infinito cubrió la muchedumbre de mis pecados.
Y este amor de Cristo fue profetizado por Simeón con consecuencias para su Madre, María:
"Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lucas 2,34-35).
Y citemos al mismo Jesús:
"He venido a este mundo para iniciar una crisis: los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos". (Juan 9,39).
Este es el fuego" que Jesús trae a la tierra. Esa es la "división", en lugar de la paz, porque Cristo será rechazado y será signo de contradicción. Es el fuego que purifica, que quema todo lo viejo, que da calor y fomenta la vida. Porque Jesús no vino a resolver problemas personales en forma egoísta, sino para rehacer el mundo. Los que pretenden participar de la gloria del Padre, como Jesús, deben tomar compromiso en esa obra de salvación que abarca las sociedades y el mundo entero con sus violencias, tensiones y obras sabias y también locas.
Muchas veces se ha querido hacer de la religión la base de una unidad nacional o de una paz familiar. Es cierto que la fe conduce a la paz; pero también es motivo de separación, para el que vive en la verdad, en medio de todos aquellos amigos o hermanos suyos que no quieren compartirla y seguirla por tibieza. Eso produce heridas que, muchas veces , se transforman en persecución en contra de un discípulo de Cristo definido y fiel.
Es que también el Evangelio desenmascara lo que estaba escondido en los corazones, poniendo de manifiesto la mentira y la violencia que mueve a una minoría que quiere dominar a una mayoría. De hecho, yo creo, que hay unos poderosos, que se han hecho dueños de los pueblos, simulando con falsedad instituciones y leyes opresoras, que hacen que la mayoría esté sometida a ellos con una mentirosa e ilegítima institucionalidad; es lo que pasa en Chile, según mi criterio, desde el Golpe a estos días. Esos poderosos, privados y políticos, mueven los hilos de un país, haciendo poco menos, a los demás como títeres, que no tienen canales de participación ciudadana y soberana. Eso no es de Jesús. No es humano ni es cristiano.
Y el que es de Jesús, levantará, con su compromiso evangélico, oposición y división. Eso sucedió con Jesús, y no podemos olvidar:
"El discípulo no puede ser más que el Maestro".
Y un gozo en el alma anunciado por Cristo para el que lo sigue radicalmente:
"¡Feliz el que me encuentra y no se confunde conmigo! (Mateo 11,6).
Amigos:
Es la hora. Ahora, como siempre, es urgente un compromiso radical de seguimiento de Cristo:
"Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes".
Con hambre y sed de justicia.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+