Tras la rotunda condena a la persecución a los homosexuales efectuada por el cardenal Fernández ¿Por qué 'Dignitas infinita' no gustará tampoco a los obispos de África?
“’Estamos ante un gran problema’ y ‘un atentado contra los derechos humanos’, señaló el cardenal Fernández, afirmando sentirse ‘horrorizado’ al leer comentarios de católicos que bendecían las leyes antigay promulgadas por el gobierno militar de tal país: ‘¡Cuando leí eso me quería morir!’"
La Conferencia Episcopal de Uganda vergonzosamente miró para otro lado cuando el Parlamento de ese país africano adoptó el pasado año una ley que contempla la cadena perpetua para las personas que se identifican como homosexuales
Cuando la homosexualidad sigue siendo objeto de persecución en 67 países del mundo, prácticamente la mitad de ellos en África, desde ese grave prejuicio se entiende la celeridad de algunas conferencias episcopales africanas por condenar Fiducia supplicans, prendiendo una llama que a punto ha estado de inflamar un cisma
Cuando la homosexualidad sigue siendo objeto de persecución en 67 países del mundo, prácticamente la mitad de ellos en África, desde ese grave prejuicio se entiende la celeridad de algunas conferencias episcopales africanas por condenar Fiducia supplicans, prendiendo una llama que a punto ha estado de inflamar un cisma
El lunes 8 de abril no era el día de Fiducia supplicans, pero la denostada declaración doctrinal del pasado diciembre sobre las bendiciones pastorales ocupó también un significativo espacio en la presentación, ese día, de Dignitas infinita, donde su ‘padre intelectual’, el cardenal Víctor Manuel Fernández, no sólo reivindicó su propia dignidad pisoteada, sino la del colectivo homosexual que encendió la indignación contra aquel documento que, destacó, se ha convertido en uno de los más conocidos del magisterio pontificio reciente, con 7.000 millones de visitas en Internet.
Y es que Dignitas infinita entra de lleno en la cuestión de la homosexualidad para condenar cualquier "discriminación injusta" o "agresión y violencia", denunciando "como contrario a la dignidad humana" el hecho de que en algunos países haya quienes son detenidos, torturados, asesinados por su orientación sexual. "¡Estamos a favor de la despenalización! [de la homosexualidad] De eso no hay duda", subrayó ‘Tucho’ Fernández durante la presentación del nuevo documento de Doctrina de la Fe.
Nada nuevo, por otra parte, ya desde aquel inequívoco ‘quién soy yo para condenar a un gay’ que lanzó Francisco a su regreso de la JMJ de Río de Janeiro, pero que ha querido retomar específicamente el purpurado argentino denunciando la violencia institucionalizada –“como si no pasara nada”- contra los homosexuales en algunos (demasiados) países.
Católicos a favor de las leyes antigay
“’Estamos ante un gran problema’ y ‘un atentado contra los derechos humanos’, señaló el cardenal, afirmando sentirse ‘horrorizado’ al leer comentarios de católicos que bendecían las leyes antigay promulgadas por el gobierno militar de tal país: ‘¡Cuando leí eso me quería morir!’", según recoge Vatican News de la rueda de prensa.
Evidentemente no citó a esos católicos, pero si lo hubiese hecho, podría haber nombrado, por ejemplo, a la Conferencia Episcopal de Uganda, que vergonzosamente miró para otro lado cuando el Parlamento de ese país africano adoptó el pasado año una ley que contempla la cadena perpetua para las personas que se identifican como homosexuales.
De nada sirvieron tampoco entonces las declaraciones de Francisco a la agencia Associated Press en las que afirmó que “ser homosexual no es un delito”, reconociendo con pesar que había algunos obispos católicos en algunos países que apoyaban las leyes que criminalizaban la homosexualidad o discriminaban a la comunidad LGTBQ.
Cuando la homosexualidad sigue siendo objeto de persecución en 67 países del mundo, prácticamente la mitad de ellos en África, desde ese grave prejuicio se entiende la celeridad, sin embargo, de algunas conferencias episcopales africanas por condenar Fiducia supplicans, prendiendo una llama que a punto ha estado de inflamar un cisma, un capítulo este, donde los obispos subsaharianos -encabezados por el cardenal Fridolin Ambongo, de la República Democrática del Congo y miembro del C-9)- hicieron trampas con los tiempos para dejar en fuera de juego a los del norte del continente, que no tenían las mismas prevenciones que ellos contra la nota de Doctrina de la Fe.
Esta defensa de la dignidad de las personas independientemente de su condición sexual que ahora pone negro sobre blanco Dignitas infinita, tampoco gusta a esas Iglesias hermanas (ortodoxas y coptas) que, desde Rusia a Egipto, han congelado el diálogo ecuménico con el Vaticano a raíz del documento sobre las bendiciones pastorales.