Su Excelencia, usted afirma, sin embargo, que también hay una segunda cuestión...
En los tiempos de Internet, en la cultura moderna en la que nos encontramos, es difícil pensar que un episodio dramático como la pandemia que nos ha golpeado pueda determinar y cambiar nuestras vidas. Y la razón es simple: todo se olvida muy rápidamente. La cultura digital nos lleva a ir más allá del espacio y el tiempo. Desafortunadamente, creo que hay mucha retórica en este momento y no estoy de acuerdo con ella.
¿Una retórica sobre supuestos cambios que serán desmentidos por los hechos, porque la necesidad primaria del hombre sigue siendo la cercanía?
Ciertamente. ¿Cómo se puede pensar que dos personas que se quieren no se den la mano? ¿Cómo es posible pensar que dos personas que tienen que casarse vivan a distancia? ¿Cómo se puede pensar que nuestros jóvenes vivan sin signos tangibles de afecto? Todo esto pertenece al hombre. El hombre se acerca instintivamente, el hombre no es propenso a distanciarse, sólo lo hace cuando no hay relación. Pero el hombre está hecho para la relación y esto es aún más cierto para la dimensión de la fe cristiana: el creyente está hecho para vivir en comunidad, no aislado. Obviamente, ahora debemos respetar necesariamente las distancias, pero la distancia no puede ser el futuro de la existencia personal.
Entonces, ¿puede la evangelización también sufrir sólo unos pocos cambios temporales?
La evangelización continúa a través de métodos e instrumentos que son un signo de lo mucho que el Evangelio - y por lo tanto la Iglesia - es capaz de entrar en la vida y la historia de las personas.
En su opinión, ¿cuáles son las consecuencias de la pandemia para la evangelización?
Ha puesto de manifiesto varios aspectos que parecían obvios antes, pero que no lo son. En primer lugar, nos hizo descubrir la importancia de los medios de comunicación: no olvidemos lo que nuestro pueblo y nuestros sacerdotes han hecho para mantener una relación con la celebración de la Eucaristía a través de los medios sociales que nos ofrece la cultura actual. No olvidemos lo que fue el Triduo Pascual: estábamos acostumbrados a las manifestaciones de nuestra piedad popular con las procesiones del Jesús muerto y de la Virgen Dolorosa el Viernes Santo; estábamos acostumbrados a las visitas a los sepulcros. Todas las manifestaciones que han tenido una expresión diferente que nos ha permitido tocar la necesidad de nuevas herramientas tecnológicas.
Pero también está la otra cara de la medalla...
La pandemia nos ha hecho comprender la necesidad de vivir juntos la experiencia de la fe. Me impresionó positivamente la petición cada vez más urgente de poder participar en la Santa Misa. Pero la evangelización no se reduce sólo al momento sacramental. En lo que respecta a la evangelización, la celebración de los sacramentos es sólo uno de los puntos esenciales. Luego hay otros dos: el encuentro con las personas para proclamar la fe y el testimonio vivo de la caridad. El virus ha demostrado lo fundamental que es para nosotros vernos, estar juntos. La fe necesita de los sentidos: ver, escuchar, tocar. Necesita sentir el aroma, por paradójico que sea, del incienso. Todo lo que pertenece a la vida humana también pertenece a la dimensión