"Benedicto nos ayudó a descubrir la alegría de creer y la esperanza de vivir en Cristo" Francisco llama a Benedicto “gran maestro de catequesis” y dice que "su pensamiento agudo y educado no era autorreferencial, sino eclesial”
"El discernimiento es un arte, un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada"
“La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger…porque nos hace humanos”
"Sin una experiencia de filiación y fraternidad, el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil"
"Quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor"
"Sin una experiencia de filiación y fraternidad, el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil"
"Quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor"
Antes de comenzar la catequesis de la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco pidió a los presentes “unirse a los que están aquí a nuestro lado rindiendo homenaje a Benedicto XVI”, al que calificó de “maestro de catequesis” y señaló que “su pensamiento agudo y educado no era autorreferencial, sino eclesial”, porque “nos ayudó a descubrir la alegría de creer y la esperanza de vivir en Cristo”. Y a los alemanes les decía: “Queridos peregrinos de lengua alemana, con las palabras de nuestro querido difunto Benedicto XVI quiero recordaros: ‘¡El que cree nunca está solo!’”. Y el aula Pablo VI, repleta de público hasta la bandera, estalló en un gran aplauso.
En la catequesis propiamente dicha abordó la última parte del ciclo sobre el discernimiento, subrayando la importancia del “acompañamiento espiritual”. Porque “sin una experiencia de filiación y fraternidad, el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil”.
Al final de la audiencia, como suele ser habitual, Francisco recordó al "martirizado pueblo ucraniano". "Exhorto a todos a perseverar en la cercanía afectuosa y solidaria con el martirizado pueblo ucraniano, que tanto sufre, invocando para ellos el don de la paz. No nos cansemos de rezar. El pueblo ucraniano sufre. Los niños ucranianos sufren. Recemos por ellos"
Texto íntegro de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Antes de comenzar esta catequesis, quisiera que nos uniéramos a los que están aquí a nuestro lado rindiendo homenaje a Benedicto XVI y dirijo mi pensamiento a él, que fue un gran maestro de catequesis. Su pensamiento agudo y educado no era autorreferencial, sino eclesial, porque siempre quiso acompañarnos al encuentro con Jesús. Jesús, el Crucificado resucitado, el Viviente y el Señor, fue la meta a la que nos condujo el Papa Benedicto, llevándonos de la mano. Que nos ayude a redescubrir en Cristo la alegría de creer y la esperanza de vivir.
Con esta catequesis concluimos el ciclo dedicado al tema del discernimiento, y lo hacemos completando el discurso sobre las ayudas que pueden y deben sostenerlo. Uno de ellos es el acompañamiento espiritual, importante en primer lugar para el conocimiento de uno mismo, que hemos visto que es una condición indispensable para el discernimiento. Mirara al espejo sólo no siempre ayuda. Hay que mirarse al espejo con la ayuda de otro, que nos dice la verdad y así nos ayuda.
La gracia de Dios en nosotros siempre actúa sobre nuestra naturaleza. Pensando en una parábola evangélica, la gracia puede compararse a la buena semilla y la naturaleza a la tierra (cf. Mc 4,3-9). Es importante, en primer lugar, darnos a conocer, sin tener miedo a compartir los aspectos más frágiles, en los que nos descubrimos más sensibles, débiles o temerosos de ser juzgados. La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger, porque, ofrecida a Dios, nos hace capaces de ternura, de misericordia, de amor. Las personas que no se sienten frágiles son duras y dictatoriales. La fragilidad nos hace humanos. Nos hace humanos. No es casualidad que la primera de las tres tentaciones de Jesús en el desierto -la relacionada con el hambre- intente robarnos nuestra fragilidad, presentándonosla como un mal del que hay que deshacerse, un impedimento para ser como Dios. En cambio, es nuestro tesoro más preciado: de hecho, Dios, para hacernos semejantes a Él, quiso compartir hasta el final nuestra fragilidad.
El acompañamiento espiritual, si es dócil al Espíritu Santo, ayuda a desenmascarar incluso graves malentendidos en nuestra consideración de nosotros mismos y en nuestra relación con el Señor. El Evangelio presenta varios ejemplos de conversaciones clarificadoras y liberadoras hechas por Jesús.
Piensa, por ejemplo, en las de la samaritana, la de Zaqueo, la de la mujer pecadora, la de Nicodemo, la de los discípulos de Emaús. Las personas que tienen un verdadero encuentro con Jesús no temen abrirle su corazón, presentarle su vulnerabilidad y su insuficiencia. De este modo, su compartir se convierte en una experiencia de salvación, de perdón libremente recibido.
Contar al frente de otra persona lo que hemos vivido o lo que buscamos ayuda, en primer lugar, a aportar claridad en nuestro interior, sacando a la luz los muchos pensamientos que nos habitan y que a menudo nos perturban con sus insistentes estribillos: "Lo he hecho todo mal, no valgo nada, nadie me comprende, nunca tendré éxito, estoy destinado al fracaso", etcétera. Pensamientos falsos y venenosos, que la confrontación con los demás ayuda a desenmascarar, para sentirnos amados y estimados por el Señor por lo que somos, capaces de hacer cosas buenas por Él. Descubrimos con sorpresa formas distintas de ver las cosas, signos de bondad que siempre han estado presentes en nosotros.
Quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor. El director espiritual (mejor el acompañador espiritual) nos ayuda a entender mejor. Es muy importante no caminar solos. Hay un dicho de la sabiduría africana: ‘Si quieres llegar pronto, ve solo; si quieres llegar seguro, ve con otros’.
El acompañamiento puede ser fructífero si, por ambas partes, hemos experimentado la filiación y la fraternidad espiritual. Descubrimos que somos hijos de Dios cuando descubrimos que somos hermanos, hijos del mismo Padre. Por eso es indispensable formar parte de una comunidad itinerante. No se acude solo al Señor. Como en el relato evangélico del paralítico, a menudo somos sostenidos y curados gracias a la fe de otra persona (cf. Mc 2,1-5); otras veces, somos nosotros quienes asumimos ese compromiso en nombre de un hermano o una hermana. Sin una experiencia de filiación y fraternidad, el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil.
La Virgen María es maestra de discernimiento: habla poco, escucha mucho y guarda su corazón (cf. Lc 2,19). Y las pocas veces que habla, deja huella. En el Evangelio de Juan, hay una frase muy breve pronunciada por María que es una consigna para los cristianos de todos los tiempos: "Hagan lo que Él les diga" (cf. 2,5). Una vez una abuela me dijo: ¿Sabe, usted cuál es el gesto que siempre hace la Virgen? Es el de señalar siempre a Jesús’. Hacer lo que Jesús nos dice. María sabe que el Señor habla al corazón de cada uno, y nos pide que traduzcamos esta palabra en acciones y opciones. Ella supo hacerlo mejor que nadie, y de hecho está presente en los momentos fundamentales de la vida de Jesús, especialmente en la hora suprema de su muerte en la cruz.
Queridos hermanos y hermanas, el discernimiento es un arte, un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada. Ante todo, el discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente.
La voz del Señor siempre se reconoce, tiene un estilo único, es una voz que apacigua, anima y tranquiliza en las dificultades. El Evangelio nos lo recuerda constantemente: "No temas", dice el ángel a María (Lc 1,30); "no temas", dice Jesús a Pedro (Lc 5,10); "no temas", dice el ángel a las mujeres en la mañana de Pascua (Mt 28,5). "¡No temas!", nos repite el Señor también a nosotros: si confiamos en su palabra, jugaremos bien el juego de la vida, y podremos ayudar a los demás. Como dice el Salmo, su Palabra es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino (cf. 119.105).
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de comenzar, quiero pedirles que nos unamos a cuantos en este momento están rezando por Benedicto XVI en la basílica. Él fue un gran catequista que nos ayudó a descubrir la alegría de creer y la esperanza de vivir en Cristo.
Hoy finalizamos el ciclo dedicado al discernimiento, y lo hacemos hablando del acompañamiento espiritual. Dejarnos acompañar, es decir, confrontar nuestra vida con otra persona que tenga experiencia en este ámbito, estando abiertos —tanto el acompañado como el acompañante— a la acción del Espíritu Santo, es de gran ayuda para conocernos a nosotros mismos y poder así desenmascarar engaños, confusiones o dudas que impidan nuestro seguimiento del Señor.
La persona que acompaña no sustituye a Dios, sino que camina junto a la persona acompañada y la anima a leer lo que se mueve en su corazón, que es el lugar privilegiado donde habla el Señor. El modelo por excelencia en el arte de discernir y acompañar es la Virgen María. Ella habla poco, escucha mucho y medita en su interior. Lo hace con humildad, sin considerarse experta o autosuficiente. María, discípula y misionera, nos enseña a no tener miedo, a alabar a Dios en cada circunstancia de nuestra vida y a “hacer todo lo que Él nos diga” (cf. Jn 2,5).
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a la Virgen María, maestra de discernimiento, que nos ayude a crecer en la vida interior y a caminar, como los magos de Oriente, confiando en las mediaciones que nos guían hacia su Hijo Jesús. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo en alemán
Queridos peregrinos de lengua alemana, con las palabras de nuestro querido difunto Benedicto XVI quiero recordaros: "¡El que cree nunca está solo!". Quien tiene a Dios por Padre tiene muchos hermanos y hermanas. En estos días experimentamos de modo especial cuán universal es esta comunidad de fe y que no termina ni siquiera con la muerte. ¡Que Dios te bendiga!
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