Discurso del secretario general del Sínodo de la Sinodalidad Grech: "¿Cuántas generaciones tendrán que pasar antes de que los  pueblos en guerra puedan volver a "sentarse juntos" y hablarse para construir un futuro de paz?"

Discurso del cardenal Grech
Discurso del cardenal Grech

"El Espíritu, que desde las profundidades de la  creación herida y de las criaturas que padecen injusticia tras injusticia, gime y sufre por un parto que  dará inicio a una nueva temporada"

"¡Esta Asamblea es en sí  misma un testimonio creíble! El hecho de que hombres y mujeres se hayan reunido de todas partes  de la tierra para escuchar al Espíritu, escuchándose unos a otros, es un signo de contradicción para el  mundo"

Una Iglesia  sinodal es una Iglesia de la escucha, en la que todos – el pueblo santo de Dios, el Colegio Episcopal,  el Obispo de Roma – están llamados a escucharse unos a otros para escuchar lo que el Espíritu dice  a las Iglesias

"El Sínodo es esencialmente una escuela de discernimiento: es la Iglesia reunida junto a Pedro  para discernir juntos. Una Iglesia sinodal es una propuesta para la sociedad de hoy: el discernimiento  es fruto de un ejercicio maduro de la sinodalidad como estilo y como método"

¡Bienvenidos de nuevo! A todas y todos, hermanas y hermanos en Cristo, les damos nuestro saludo.  Convocados para la segunda sesión de la Asamblea, invocamos al Espíritu para que nos  ilumine y haga que nuestro oído esté atento a su Voz. El Espíritu, que desde las profundidades de la  creación herida y de las criaturas que padecen injusticia tras injusticia, gime y sufre por un parto que  dará inicio a una nueva temporada. 

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Mientras celebramos esta Asamblea, ¡en muchas partes del mundo se libran guerras! Estamos  al borde de una expansión del conflicto. ¿Cuántas generaciones tendrán que pasar antes de que los  pueblos en guerra puedan volver a "sentarse juntos" y hablarse para construir un futuro de paz?  

Nos unimos a las hermanas y hermanos presentes en el aula que provienen de zonas de guerra  o de naciones que ven violadas las libertades fundamentales de sus pueblos. A través de sus voces  podemos escuchar el grito y el llanto de aquellos que sufren bajo las bombas, especialmente los niños  que respiran este clima de odio. Como creyentes, estamos llamados a desear y a orar por el precioso  don de la paz para todos los pueblos. 

Discurso del cardenal Grech
Discurso del cardenal Grech

A la oración continua debemos siempre unir el testimonio creíble. ¡Esta Asamblea es en sí  misma un testimonio creíble! El hecho de que hombres y mujeres se hayan reunido de todas partes  de la tierra para escuchar al Espíritu, escuchándose unos a otros, es un signo de contradicción para el  mundo. Me viene a la mente el pasaje final del discurso del Santo Padre en el 50º aniversario de la  institución del Sínodo de los Obispos: "Una Iglesia sinodal es como una bandera elevada entre las  naciones (cf. Is 11,12) en un mundo que, aunque invoca participación, solidaridad y transparencia en  la administración de los asuntos públicos, a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en  manos ávidas de pequeños grupos de poder". 

Padres sinodales
Padres sinodales

El Sínodo es esencialmente una escuela de discernimiento: es la Iglesia reunida junto a Pedro  para discernir juntos. Una Iglesia sinodal es una propuesta para la sociedad de hoy: el discernimiento  es fruto de un ejercicio maduro de la sinodalidad como estilo y como método. El discernimiento  eclesial puede ser un desafío y un ejemplo para cualquier tipo de asamblea que deba encontrar en la  escucha mutua de sus miembros la regla de oro para la búsqueda de la verdad y el bien común. Sin  olvidar que el discernimiento es un "puente" a través del cual creyentes y no creyentes pueden  escucharse y comprenderse utilizando una gramática común. No lo digo yo, sino un autor laico,  Umberto Eco. El horizonte de nuestra Asamblea es la Iglesia, pero el deseo es que el resultado de  nuestro trabajo sobre las relaciones, los procesos, los lugares, pueda ser de ayuda para todos los  hombres y contribuir a la construcción de un mundo más justo. 

Muchos piensan que la finalidad del Sínodo es un cambio estructural en la Iglesia, es decir, la  reforma. Esta es una preocupación, un deseo que recorre toda la Iglesia. Todos nosotros la deseamos,  aunque no tengamos la misma idea de reforma ni de sus prioridades. Ya en 1950, Yves Congar  hablaba de «verdadera o falsa reforma en la Iglesia». Para que sea verdadera, también nuestras  prioridades deben ser verdaderas, es decir, estar sometidas al «Espíritu de la verdad, que guía a la  Iglesia a toda la verdad» (Jn 16,13). Si el Espíritu Santo no tuviera la primacía en nuestro trabajo, la  finalidad del Sínodo sería administrativa, jurídica o política, ¡no eclesial! 

Es el Espíritu quien conduce a la Iglesia al conocimiento de la verdad. El Concilio nos recordó  que «Dios, que habló en el pasado, habla sin interrupciones con la Esposa de su Hijo amado, y el  Espíritu Santo, por quien la viva voz del Evangelio resuena en la Iglesia y a través de ella en el mundo,  introduce a los creyentes en toda la verdad y hace que la Palabra de Cristo habite abundantemente en  ellos» (DV 8c). La constitución Dei Verbum, para explicar cómo esto puede ocurrir, recuerda que «la  comprensión tanto de las cosas como de las palabras transmitidas crece con la contemplación y el  estudio de los creyentes que las meditan en su corazón (cf. Lc 2,19.51), con la profunda inteligencia  de las realidades espirituales que experimentan y con la predicación de aquellos que, con la sucesión  episcopal, han recibido un carisma seguro de verdad» (DV 8b). 

Primera congregación del Sínodo de la Sinodalidad
Primera congregación del Sínodo de la Sinodalidad

Estos son los sujetos que hacen posible el dinamismo de la Tradición, la cual «progresa en la  Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo» (DV 8b). Estos sujetos no son otros que la Iglesia misma,  el Pueblo de Dios reunido por sus Pastores, que «persevera continuamente en la enseñanza de los  Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hech 2,47), de modo que al  retener, practicar y profesar la fe transmitida se establece un acuerdo singular entre Pastores y fieles»  (DV 10). El consenso de las Iglesias era, para la Iglesia antigua, un criterio seguro de la verdad de  Cristo: es verdadero lo que cree la Iglesia porque la totalidad de los bautizados no puede errar en la  fe, en virtud del don del Espíritu. 

Desde el inicio de este proceso sinodal, hemos reiterado que se fundamenta en esta verdad: el  discernimiento eclesial, la escucha mutua para escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Se trata  de una escucha que ha sostenido todas las etapas del proceso: la consulta del pueblo santo de Dios en  las Iglesias locales, el discernimiento de los Pastores en las Conferencias Episcopales, el posterior  discernimiento en las Asambleas continentales, la doble sesión de la Asamblea en torno al Santo  Padre, principio y fundamento de la unidad de toda la Iglesia. Enumeradas de esta manera, las etapas parecen configurar un proceso lineal en el que el Pueblo de Dios aparece solo al principio, para dar  la ilusión de participar en un proceso decisorio que, sin embargo, permanece concentrado en manos de unos pocos. Si así fuera, tendrían razón aquellos que sostienen que el proceso sinodal, una vez  llegado a la etapa del discernimiento de los obispos, ha apagado toda instancia profética del Pueblo  de Dios. 

Las etapas parecen configurar un proceso lineal en el que el Pueblo de Dios aparece solo al principio, para dar  la ilusión de participar en un proceso decisorio que, sin embargo, permanece concentrado en manos de unos pocos.

Pero el “consenso universal”, fruto del discernimiento, nace de la escucha de todos. Vale la  pena reiterar lo que dijo el Santo Padre en el 50º aniversario de la institución del Sínodo: «una Iglesia  sinodal es una Iglesia de la escucha», en la que todos – el pueblo santo de Dios, el Colegio Episcopal,  el Obispo de Roma – están llamados a escucharse unos a otros para escuchar lo que el Espíritu dice  a las Iglesias. Para garantizar que esta escucha sea de todos y siempre involucre a todos – es decir, a  la Iglesia – hemos implementado el principio de restitución. Siempre, en cada paso que fijaba en un  texto el discernimiento eclesial en curso, hemos restituido a las Iglesias el fruto de la escucha. 

El Papa, en la primera sesión del Sínodo
El Papa, en la primera sesión del Sínodo

No se trata de un acto de cortesía. Al contrario, es un acto debido, una aplicación del principio  de circularidad que debe regir la vida de la Iglesia. Enviar al obispo, «principio y fundamento de  unidad en su Iglesia», cada documento significa devolver al sujeto del que partió todo el proceso  sinodal – el Pueblo de Dios – el fruto del discernimiento, para que la respuesta de las Iglesias pueda  dar nuevo impulso al discernimiento eclesial. El sentido último de esta restitución es eclesial: si la  Iglesia es «el cuerpo de las Iglesias», «en las cuales y a partir de las cuales existe la única y una Iglesia  Católica» (LG 23), el Sínodo es un proceso que compromete a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia,  cada uno según su función, su carisma y su ministerio

Compromete a la Secretaría General del Sínodo, que «presta una eficaz colaboración al  Romano Pontífice según los modos establecidos o por establecerse en las cuestiones de mayor  importancia para el bien de toda la Iglesia» (PE 33). A través de una circularidad continua, será  posible madurar un estilo y una forma sinodal de Iglesia en la que rija el principio del intercambio de  dones: que pronto ocurra que cada Iglesia «ofrezca sus propios dones a las demás Iglesias y a toda la  Iglesia, de modo que la Ecclesia tota y cada Iglesia se beneficien de la comunicación recíproca de  todos y del avance conjunto hacia la salvación» (LG 13). 

Compromete a cada obispo en su Iglesia. Una Iglesia sinodal depende en gran medida de un  obispo sinodal. Su tarea primera y fundamental es ser maestro y garante del discernimiento eclesial.  Esta tarea se aplica, ante todo, en su Iglesia, donde ejerce su ministerio de guía. Pero no es menos  relevante cuando lo ejerce junto con los otros obispos en los organismos que manifiestan los  agrupamientos de Iglesias. Así, el obispo que ha iniciado la consulta en su Iglesia y ha activado los  organismos de participación como sujetos del discernimiento eclesial, continúa este discernimiento  en la Conferencia Episcopal y…como sujetos del discernimiento eclesial, continúa este  discernimiento en la Conferencia Episcopal y en las Asambleas continentales que el proceso sinodal  nos ha entregado como "lugar" significativo de la escucha de las Iglesias de un continente. En este  aspecto, será necesario seguir reflexionando en los planos teológico, canónico y pastoral. 

La Palabra de Dios, entronizada en el aula del Sínodo
La Palabra de Dios, entronizada en el aula del Sínodo

Este proceso ordenado beneficia enormemente al ministerio petrino, que emerge cada vez más  como el servicio a la unidad de la Iglesia y en la Iglesia: de la communio Ecclesiarum, de los fieles y  de los obispos, él es «el principio perpetuo y visible y el fundamento de unidad», que ha llamado a  toda la Iglesia a la acción sinodal y, en beneficio de la Iglesia, recoge y devuelve los frutos del  discernimiento en razón de su ministerio de solicitud por todas las Iglesias. Esto es válido para esta  XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema la sinodalidad.  

El acto de una  Iglesia que cree – esta Asamblea – no se concluye con una enunciación teórica o un Documento final, sino con la vida concreta de la Iglesia, una Iglesia que vive del Evangelio, que camina junta en la  fuerza del Espíritu hacia el cumplimiento del Reino

Pero puede convertirse en el estilo y en el modo de proceder de una Iglesia sinodal que ha  redescubierto con el Espíritu, que habla a la Iglesia, también la fuerza del discernimiento eclesial  como fruto de la escucha del Espíritu a través de la escucha mutua de todos en la Iglesia. El ministerio  petrino es el eje de la sinodalidad católica y el proceso sinodal tiene como objetivo ayudar a Pedro en  su discernimiento para toda la Iglesia. 

Nos espera un trabajo intenso. Después de esta fase, seguirá la fase receptiva, de aplicación  de lo que ha madurado en el proceso sinodal 2021-2024. Las Iglesias recibirán más el resultado en la  medida en que este no sea el fruto de nuestros esfuerzos, sino el resultado de la escucha dócil del  Espíritu. Como escribe Santo Tomás: «Actus credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem»  (S. Th. II/II q. 1 art. 2 ad 2). Máxima que podemos traducir en una dimensión eclesial: el acto de una  Iglesia que cree – esta Asamblea – no se concluye con una enunciación teórica o un Documento final, sino con la vida concreta de la Iglesia, una Iglesia que vive del Evangelio, que camina junta en la  fuerza del Espíritu hacia el cumplimiento del Reino. ¡Buen trabajo!

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